El amor lleva siempre consigo algo de misterioso, se resiste al mero cálculo racional o utilitario
Son numerosas las alusiones bíblicas al amor conyugal y no son un simple modo de decir, sino que expresan una profunda realidad, más allá de las circunstancias emotivas de los esposos
El amor lleva siempre consigo algo de misterioso. Se resiste al mero cálculo racional o utilitario. Expresa lo mejor de la persona, cuando ésta libremente sale de sí misma y se entrega generosamente al bien de los que ama. Esta realidad se hace particularmente presente en el matrimonio. “La comunión de amor entre Dios y los hombres, contenido fundamental de la Revelación y de la experiencia de fe de Israel, encuentra una significativa expresión en la alianza esponsal que se establece entre el hombre y la mujer.
Por esta razón, la palabra central de la Revelación, «Dios ama a su pueblo», es pronunciada a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal”. (San Juan Pablo II. Exhort. Apost. Familiaris consortio, n. 12).
Son numerosas las alusiones bíblicas al amor conyugal y no son un simple modo de decir, sino que expresan una profunda realidad, más allá de las circunstancias emotivas de los esposos. “Su vínculo de amor se convierte en imagen y símbolo de la Alianza que une a Dios con su pueblo. El mismo pecado que puede atentar contra el pacto conyugal se convierte en imagen de la infidelidad del pueblo a su Dios: la idolatría es prostitución, la infidelidad es adulterio, la desobediencia a la ley es abandono del amor esponsal del Señor. Pero la infidelidad de Israel no destruye la fidelidad eterna del Señor y por tanto el amor siempre fiel de Dios se pone como ejemplo de las relaciones de amor fiel que deben existir entre los esposos” (idem).
El Nuevo Testamento compara audazmente el matrimonio con la donación de Dios a la humanidad. “Esta revelación alcanza su plenitud definitiva en el don de amor que el Verbo de Dios hace a la humanidad asumiendo la naturaleza humana, y en el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su Esposa, la Iglesia. En este sacrificio se desvela enteramente el designio que Dios ha impreso en la humanidad del hombre y de la mujer desde su creación; el matrimonio de los bautizados se convierte así en el símbolo real de la nueva y eterna Alianza, sancionada con la sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó” (idem, n. 13).
No es sorprendente por eso que “la Iglesia, acogiendo y meditando fielmente la Palabra de Dios, ha enseñado solemnemente y enseña que el matrimonio de los bautizaos es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza” (idem).
He aquí el profundo y misterioso significado del matrimonio "Los esposos participan en cuanto esposos, los dos, como pareja, hasta tal punto que el efecto primario e inmediato del matrimonio (res et sacramentum) no es la gracia sobrenatural misma, sino el vínculo conyugal cristiano, una comunión en dos típicamente cristiana, porque representa el misterio de la Encarnación de Cristo y su misterio de Alianza. El contenido de la participación en la vida de Cristo es también específico: el amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma; exige la indisolubilidad y fidelidad de la donación recíproca definitiva y se abre a la fecundidad” (San JUAN PABLO II, Discurso, 3 de noviembre de 1979).