«Ciertamente, es necesario hacer muchas cosas. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces»
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El Santo Padre ha recibido esta mañana a los cardenales, los miembros de la Curia Romana y de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, para el tradicional intercambio de felicitaciones de Navidad y Año Nuevo. En nombre de los presentes, el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, felicitó al Pontífice.
En su discurso de respuesta, Benedicto XVI pasó revista a los principales acontecimientos de este año, marcado «por una crisis económica y financiera que, en última instancia, se funda sobre la crisis ética que amenaza al Viejo Continente. Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios». Por eso, «el gran tema de este año, como también de los siguientes, es cómo anunciar el Evangelio», de manera que la fe sea la fuerza viva y vital ausente en la actualidad.
A este respecto, el Papa señaló que «todos los acontecimientos eclesiales del año que concluye han estado relacionados, en definitiva, con ese tema. Se han realizado viajes a Croacia, a España, para la Jornada Mundial de la Juventud, a mi patria, Alemania, y finalmente a África, Benín, para la entrega del documento postsinodal sobre justicia, paz y reconciliación. (...) Han sido inolvidables también los viajes a Venecia, a San Marino, a Ancona, para el Congreso eucarístico, y a Calabria. Y ha tenido lugar, en fin, la importante jornada del encuentro entre las religiones y entre las personas en búsqueda de verdad y de paz en Asís».
Otros pasos importantes en la misma dirección han sido la institución del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, que «nos remite anticipadamente al Sínodo que sobre el mismo tema tendrá lugar en el próximo año»; y la proclamación del Año de la Fe.
Inútil reformar la Iglesia sin revitalizar la fe
A todo ello se une la reflexión sobre la necesidad de reformas dentro de la Iglesia, ya que «los fieles creyentes (...) observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad. (...) Hay una infinidad de discusiones sobre lo que se debe hacer para invertir la tendencia. Ciertamente, es necesario hacer muchas cosas. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. (...) El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces».
En contraste con la situación europea, Benedicto XVI afirmó que durante su viaje a Benín «no se percibía ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros (...). Con tantos problemas, sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre por ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa».
Otro signo de esperanza se encuentra en las Jornadas Mundiales de la Juventud, donde «se perfila, cada vez con más claridad, un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano», que posee cinco características principales. En primer lugar, «hay una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esto es lo que ha impresionado de inmediato a los jóvenes y a todos los presentes: venimos de todos los continentes y, aunque nunca nos hemos visto antes, nos conocemos. (...) En virtud del encuentro interior con Jesucristo, hemos recibido en nuestro interior la misma formación de la razón, de la voluntad y del corazón (...) El hecho de que todos los seres humanos sean hermanos y hermanas no es sólo una idea, sino que aquí se convierte en una experiencia real y común que produce alegría».
En segundo lugar, en estas Jornadas de la Juventud «nace un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos. Una de las experiencias más importantes de aquellos días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios: eran alrededor de 20.000 jóvenes que pusieron a disposición semanas o meses de su vida para colaborar en los preparativos. (...) Al final, estaban visible y ‘tangiblemente’ llenos de una gran sensación de felicidad: su tiempo tenía un sentido; precisamente en el dar su tiempo y su fuerza laboral habían encontrado el tiempo, la vida. (...) Estos jóvenes han hecho el bien —aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios— simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto. Todo eso ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio 'yo'». El Papa recordó que encontró la misma actitud en las religiosas de Madre Teresa en África «que cuidan de los niños abandonados (...) sin preguntarse por sí mismas y, precisamente así, se hacen interiormente ricas y libres. Esta es la actitud propiamente cristiana».
La alegría de saberse amados por Dios
El tercer elemento que caracteriza las Jornadas Mundiales de la Juventud es la adoración. Benedicto XVI rememoró el silencio de la multitud ante el Santísimo Sacramento en Hyde Park, en Zagreb y Madrid. «Dios es omnipresente, sí —dijo—. Pero la presencia corpórea de Cristo resucitado es otra cosa, algo nuevo (...) La adoración es ante todo un acto de fe: el acto de fe como tal. Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él (...) Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida. Sólo así puedo celebrar también la Eucaristía de modo adecuado y recibir rectamente el Cuerpo del Señor».
La Penitencia es otra característica esencial dentro de las Jornadas, porque con ese sacramento «reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad. Existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad a amar y la capacidad de responder a Dios en la fe. Pero, proveniente de la historia pecaminosa del hombre (...) existe también la tendencia (...) al egoísmo, al encerrarse en sí mismo, más aún, al mal. (...) Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto».
En quinto y último lugar, el Papa mencionó la alegría, que depende sobre todo de «la certeza que proviene de la fe: yo soy amado. Tengo un cometido (...) El hombre puede aceptarse a sí mismo sólo si es aceptado por algún otro. (...) Este ser acogido proviene sobre todo de otra persona. Pero toda acogida humana es frágil. A fin de cuentas, tenemos necesidad de una acogida incondicionada. Sólo si Dios me acoge, y estoy seguro de ello, sabré definitivamente: 'Es bueno que yo exista' (...) Allí donde falta la percepción del hombre de ser acogido por parte de Dios, de ser amado por él, la pregunta sobre si es verdaderamente bueno existir como persona humana ya no encuentra respuesta alguna. (...) Sólo la fe me da la certeza: (...) Es bueno existir como persona humana, incluso en tiempos difíciles. La fe alegra desde dentro».
Para terminar, el Pontífice agradeció a la Curia «el apoyo para llevar adelante la misión que el Señor nos ha confiado como testigos de su verdad» y deseó a todos Feliz Navidad.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
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