En torno al Sínodo sobre la Familia, resulta un tema de especial interés la relación entre el Estado y la familia con respecto a la educación
La profesora norteamericana Melissa Moschella ha hablado de ello en el Instituto CEU de Estudios de la Familia y le hemos preguntado sobre conciliación, transmisión de la fe, la figura del padre, los hermanos... Una buena manera de preparar el próximo Congreso Católicos y vida pública, sobre La familia siempre: desafíos y esperanza, del 14 al 16 de noviembre en Madrid
¿Cuál ha de ser la relación Estado-familia a la hora de educar a los hijos?
El mejor modo de proteger los derechos de los hijos es proteger los derechos de los padres, porque lo que necesitan los niños es ser criados por sus propios padres en una familia intacta, en la que tengan un mensaje coherente sobre el modo de vivir. Así crecen mejor los niños. La familia es una comunidad de naturaleza prepolítica, pero no está encerrada en sí misma, sino que tiene una dimensión social y pública. El Estado tiene que proteger los derechos de los padres a la hora de educar, y darse cuenta de que no tiene la prioridad con respecto a la educación. Son los padres los que saben mejor qué es lo que necesita cada niño. Si el Estado acapara la mayor responsabilidad con respecto a la educación, de hecho esto es peor para el niño.
Pero hoy el Estado parece instalado en el sofá de nuestra casa...
En mi opinión, no dejar que los padres cumplan sus obligaciones como padres según su conciencia es una violación de los derechos de los padres, como si el Estado dijera: Bueno, a partir de ahora yo me encargo. La educación de los hijos es un asunto principalmente de los padres.
Sin embargo, muchos padres han delegado la obligación de educar en el colegio, como si fueran los cuidadores de los alumnos, en lugar de los padres de sus hijos...
Esto sucede porque así, ¡la vida es más fácil! Es más cómodo dejar que el colegio haga todo. Muchos padres tampoco se quejan mucho... Es por esto por lo que el Estado ha podido invadir tanto terreno.
¿Es por esta dejación de funciones por lo que ha surgido en el hogar la figura del niño tirano?
Sucede que no entendemos bien qué es el derecho, que no consiste en reclamar todo lo que se te pasa por la cabeza. Hay que considerar que hay un derecho a cumplir con los deberes propios, empezando por los mismos padres, y esto es precisamente lo que les da la autoridad en casa. Antes que los derechos de los niños, están las obligaciones de los padres.
Ya en el terreno de las relaciones familiares: ¿qué damos a los niños que en realidad no necesitan?
Se podría decir mucho pero, por ejemplo, les estamos dando muchas más cosas materiales de las que realmente necesitan, sobre todo elementos electrónicos que de hecho pueden hacerles mucho daño en su desarrollo, y que les aíslan de las demás personas. Sería muy bueno que los padres pusieran más límites a Internet, los móviles o la televisión.
¿Y qué no les damos pero, en cambio, sí necesitan?
En primer lugar, ¡los niños necesitan hermanos! Necesitan hermanos con los que jugar y aprender a convivir, a renunciar a tus preferencias, a dar de lo tuyo, a pensar en los demás... Es una riqueza que no puede ser sustituida por ninguna cosa material, y que para los niños es muy buena.
Un obstáculo para muchos padres es conciliar trabajo y familia. Ha surgido la expresión tiempo de calidad, que para muchos niños es insuficiente. ¿Qué se puede hacer?
Hay que tener claras las prioridades, y ver a qué se puede renunciar, ¡porque los niños necesitan tiempo en cantidad!, no sólo calidad... En realidad, son sólo unos años de la vida, cuando los niños son pequeños. Reducir la jornada, o dejar el trabajo por un tiempo, no significa que se acabe tu carrera profesional para siempre; claro que hay familias que no pueden renunciar y hacen lo que pueden. Pero siempre hay que tener claro que lo primero es la familia.
Normalmente, la primera que se sacrifica en este campo es la mujer. ¿Los hombres se han dado cuenta de que las cosas han cambiado?
Algunos no, pero algunos ya han comenzado a entenderlo. Curiosamente, este cambio que se está produciendo es para bien, porque los hijos necesitan la presencia de su padre, y no es bueno ni para los hijos ni para el padre que trabaje todo el día y luego se desentienda del cuidado de sus hijos. Ellos necesitan el cariño específicamente paterno, que es insustituible y que la madre no lo puede dar.
¿Qué puede decir a los padres preocupados por transmitir la fe?
Lo primero es incorporar la fe en la vida de la familia de un modo natural y normal: rezar antes de dormir, bendecir la mesa, rezar de vez en cuando un misterio del Rosario... Y es muy importante que los niños vean que sus padres rezan.
Vivir la fe debe ser una parte integral de la vida en familia; no es suficiente lo que pueda hacer el colegio o la parroquia. Hay que vivirlo en casa.
Muchos colegios y universidades parecen haber fracasado en esta misión. ¿Qué ha pasado?
El cambio cultural tan grande de las últimas décadas ha influido mucho. En general, si la familia no ha vivido bien la fe, el colegio o la universidad pueden hacer muy poco. También habría que analizar si las instituciones han transmitido la fe de un modo atractivo y positivo, y sobre todo fiel. Una buena línea de trabajo sería que colegios y universidades intentaran incluir a los padres en esta misión, porque la familia debe ir por delante.
(*) Entrevista de Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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