La Iglesia siempre ha conocido la persecución y como única respuesta, ha rezado; la oración debe ser la acción principal frente a las situaciones de persecución
El cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo ‘Cor Unum’, ha recordado en una entrevista concedida a CARF que “el nombre de cada africano está escrito en las palmas crucificadas de Jesús”, tal y como afirmó San Juan Pablo II en la exhortación apostólica Ecclesia in África. Ha hecho especial hincapié en la importancia de acudir constantemente a la oración frente a cualquier dificultad y ha agradecido de corazón a los suscriptores de CARF su esfuerzo por mantener material y espiritualmente a los estudiantes durante su formación para ser sacerdotes buenos y santos.
En su opinión, ¿a qué se debe el crecimiento de las vocaciones sacerdotales y las conversiones en África?
La gracia de Dios es la responsable del aumento de conversiones en nuestro continente. La llamada al sacerdocio es un don, una llamada del Señor que acogemos con inmensa gratitud. Los últimos papas, al dirigir su mirada a África, han percibido una elección particular del Señor por nuestro continente: Pablo VI, en julio de 1969, con ocasión de la canonización de los mártires de Uganda, proclamó: “Nova patria Christi Africa” (África es la nueva patria de Cristo). Benedicto XVI comentaba que el pulmón espiritual de la humanidad es África; y San Juan Pablo II afirmó algo excepcional en su exhortación apostólica Ecclesia in Africa: “el nombre de cada africano está escrito en las palmas crucificadas de Jesús”. Esto explica el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y también de laicos que buscan la santidad en la vida ordinaria. Entre ellos, muchos catequistas.
¿El católico africano vive radicalmente su fe?
Nadie puede decir: “Vivo radicalmente mi fe” y ser plenamente coherente con esta afirmación. Cuando uno es joven, su fe también lo es y debe caminar hacia su maduración, tiene mucho trabajo por delante, que implica también la renovación constante de la propia vida cristiana. Sin embargo, esto no sólo ocurre cuando se es joven, lo mismo sucede conforme pasa el tiempo. La fe reclama un crecimiento espiritual continuado durante todos los días de nuestra vida.
¿Cuáles son las necesidades prioritarias −materiales y espirituales− de los fieles en general?
Hoy las necesidades materiales piden, en primer lugar, conseguir una estabilidad general del continente africano, para que haya menos conflictos e iniciar el desarrollo económico y social. Sin paz, no se puede hablar de necesidades materiales. Por otro lado, la salud es muy deficiente; los desplazamientos constantes debidos a las guerras, la fragilidad de las viviendas, y una deficitaria alimentación entre los más jóvenes debido a las lluvias, son las principales causas de la elevada mortandad.
No obstante, nuestra esperanza principal −cuyo cumplimiento contribuirá decisivamente a resolver los problemas anteriores− es que los cristianos cuenten con una formación más amplia, para que conozcan a Jesucristo, lo amen y sean buenos hijos de Dios en su trabajo, familia y sociedad. Que vivan, en definitiva, la vocación universal a la santidad: “Sed santos porque yo soy santo”, leemos en la Biblia. Es lo que ha proclamado el Concilio Vaticano II y lo que ya gritaba antes, como un secreto a voces, San Josemaría: “Estas crisis mundiales son crisis de santos”. Conducir a los cristianos a una mayor conformidad con el Evangelio y los mandamientos, que dibujan el camino de nuestra felicidad, es lo que nos traerá la paz que tanto anhelamos.
¿Cómo encajan en ese contexto los sacerdotes que se forman fuera de África? ¿Cuál es su valor añadido?
Es evidente que los sacerdotes que se forman en el extranjero (América y Europa) adquieren una vasta experiencia teológica y litúrgica, y gozan de medios como bibliotecas y profesores cualificados, para profundizar en su fe. Pero corren el gran riesgo de acostumbrarse a intelectualizar demasiado la fe, de reducirla a meras nociones abstractas sin encarnarla. Este peligro se torna aún más insidioso en su caso, pues desarrollarán su ministerio en África, donde un discurso abstracto no será comprendido. El desafío consiste en “digerir” lo que han recibido, que lo asuman como propio y entre en su corazón, para que en su vida puedan dar lo que han recibido, a través del ejemplo y el testimonio de su vida, tal y como hizo Jesucristo. Si cumplen esta condición, contribuirán al crecimiento humano y espiritual de los africanos.
¿Cómo se vive la persecución religiosa en África? ¿Es conveniente hablar de ella y en qué términos?
Me quedo perplejo cuando se escuchan comentarios sobre la persecución en Pakistán o en otros lugares y a la vez se habla de los derechos del hombre y de la democracia. La Iglesia siempre ha conocido la persecución y como única respuesta, ha rezado. La oración debe ser la acción principal frente a las situaciones de persecución. Los cristianos en África no hacen mucho ruido, a no ser que alguna radio interrogue a algún obispo Sin embargo, la fidelidad de su fe es palpable y es lo que cuenta. Cristo fue perseguido y la Iglesia también. Las manifestaciones y declaraciones de nuestra fe sirven, pero primero viene la oración, el modo tradicional que la Iglesia tiene de reaccionar; rezar para ser fuerte ante las dificultades. Como decía San Ignacio de Antioquía, “Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo”.
¿Cómo se puede ayudar, en concreto desde España, a la evangelización de África?
La ayuda que la evangelización en África necesita es de doble naturaleza. Por un lado, oración, que es el micrófono que Dios nos ha dado para hacernos escuchar. Por otro lado, económica, a través del apoyo a la formación de sacerdotes, algo muy necesario, pues no tenemos medios económicos para tener formadores de seminarios, ni para construir los edificios. Sólo así podremos contar con sacerdotes bien formados.
¿Conoce las iniciativas de Harambee? ¿Han surgido más iniciativas de este tipo?
Sí, conozco Harambee y he visto unas iniciativas similares impulsadas por Mons. Álvaro del Portillo en África. El protagonista de la recuperación de estas acciones es el propio ciudadano africano, al que se le invita a implicarse en mejorar su calidad de vida. Me parece una idea estupenda promover Harambee con ocasión de la beatificación de don Álvaro para continuar su acción en favor de las poblaciones, sobre todo de las más pobres.
Cor Unum trabaja en este sentido. No buscamos imponer un pensamiento ni un modo de comportarse, sino implicar a la Iglesia y a la gente del lugar, para que ellos mismos sean responsables de su propio desarrollo. Cáritas trata también de implicar a los pueblos y comunidades locales, que reciben consejo y sostenimiento.
Además de las ayudas materiales imprescindibles, ¿se piden oraciones y sacrificios por estas labores?
Evidentemente, es lo principal. La acción humana es ineficaz sin la ayuda de Dios. “Sin mí, no podéis hacer nada”, nos ha dicho el Señor.
¿Desearía decir algo a los benefactores del ‘Centro Académico Romano Fundación’ de España?
Sí, quisiera agradecerles de corazón todo lo que realizan para sostener materialmente y espiritualmente a los estudiantes. Reforzar esas ayudas es necesario para que el proyecto de San Josemaría se realice: que el pueblo de Dios aspire a la santidad; que se forme el pueblo de los hijos de Dios, no solo en el mundo cristiano, sino en el mundo entero; y que Cristo reúna a todos a su alrededor, para que todo se dirija hacia Él.
(*) Entrevista de Edgardo Calvente
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