Venciendo el clima de desconfianza, es preciso introducirse en el corazón de los desafíos
Hay una cultura emergente que predomina en vastos estratos de la población: lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio
El Papa Francisco señala en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium que los cristianos debemos afrontar hoy diversos desafíos, que van desde los ataques a la libertad religiosa, a la indiferencia relativista (n. 61). Son dos extremos que a veces se tocan.
Hay una cultura emergente que predomina en vastos estratos de la población: lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. “Lo real cede el lugar a la apariencia” (n. 62). Y hay una pérdida de las raíces culturales tradicionales, tal como es notorio en algunos lugares de África y de Asia.
La fe católica se enfrenta con el desafío de nuevos movimientos religiosos, que van desde el fundamentalismo a una espiritualidad evanescente sin Dios. El secularismo, por su parte, trata de reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y lo íntimo. El relativismo lleva a una pérdida del sentido del pecado y a una concepción superficial de la libertad (n. 64).
Sin embargo, y a pesar del secularismo, es bien patente la acción eficaz de la Iglesia Católica en pro de los necesitados, de la paz y concordia entre los pueblos, de la defensa de la vida y de los demás derechos humanos, de la libertad y calidad de la enseñanza. Tiene también un compromiso a favor del matrimonio y de la familia, en una época de crisis (n. 66).
Ante la difusión del individualismo postmoderno y globalizado, se hace preciso fomentar la comunión interpersonal, que tienda puentes y lazos. Hay todavía grandes reservas de humanismo cristiano en una cultura popular evangelizada, en la que brillan la fe y la solidaridad (n. 68).
La Nueva Evangelización requiere profundizar en la inculturación del Evangelio, a pesar de las diversas lacras que podrían todavía señalarse: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, la escasa participación en la Eucaristía, el fatalismo y las diversas prácticas de brujería. Habría que tener en cuenta también diversas deficiencias: devociones sin proyección social, debilitación en la doctrina y en la recepción de los Sacramentos (nn. 69-70). Influyen en todo ello la falta de diálogo familiar, la difusión de los mass media, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado. Hay que acoger cordialmente y acompañar a todos, especialmente a los más pobres.
No en vano la Revelación cristiana nos habla de la Nueva Jerusalén. En nuestros días tiene una especial relevancia la ciudad y la cultura urbana. Buena parte de la población habita hoy en las ciudades, con su diversidad y peculiaridades propias. Hay con ellos nuevas culturas y espacios para la Evangelización, ámbitos multiculturales, problemas acuciantes y protestas. En las ciudades se producen el tráfico y el consumo de drogas, el tráfico de personas, el abandono de ancianos y enfermos, diversas formas de corrupción y de crimen. Venciendo el clima de desconfianza, es preciso introducirse en el corazón de los desafíos (n. 75).