La proximidad de la beatificación de don Álvaro del Portillo es un acicate para preparar ese acontecimiento. El Prelado del Opus Dei propone aumentar las obras de misericordia con quienes están a nuestro alrededor
Al comienzo de su Carta pastoral, el Prelado del Opus Dei rememora recientes festividades litúrgicas que nos muestran la senda hacia la bienaventuranza eterna: introducirnos en el Corazón llagado de Jesús, de la mano de Nuestra Señora; la solemnidad de san Pedro y san Pablo, en que hemos reforzado nuestra unión con el Romano Pontífice, con su persona y sus intenciones; a la vez que hemos aumentado nuestro afán de llevar a Cristo a las gentes. De este modo −continua− una vez más, hemos seguido el consejo de nuestro Padre: “omnes cum Petro ad Iesum per Maríam!”.
Menciona también el Prelado otras fechas –el pasado 26 de Junio, festividad de san Josemaría; la víspera, el día 25, setenta aniversario de la ordenación sacerdotal de don Álvaro, y el próximo 7 de julio, aniversario de su petición de admisión en la Obra−, efemérides que me mueven a detenerme en el ejemplo de mi amadísimo predecesor, con su interés atento, constante, para ocuparse de las necesidades espirituales y materiales de las almas.
Reflexiona Mons. Javier Echevarría sobre un texto de don Álvaro, referente a la historia de su vocación, en el que con pocas palabras, indica dos condiciones para obtener del Cielo el don de seguir a Cristo con plena dedicación a la extensión de su reino. Señala en primer lugar la oración, ‘arma’ principal de la que disponemos los cristianos para obtener los beneficios divinos. La otra, en la que deseo detenerme ahora, resulta también muy necesaria: servir a los demás mediante la realización de las obras de misericordia.
La casi totalidad del resto de su Carta las dedica el Prelado, de la mano y el ejemplo de san Josemaría y don Álvaro, a considerar y proponer a todos un aumento de las obras de misericordia, afirmando que siempre se ha vivido este espíritu de servicio en la Obra. Así nos hablaba san Josemaría: “el Opus Dei nació entre los pobres de Madrid, en los hospitales y en los barrios más miserables: a los pobres, a los niños y a los enfermos seguimos atendiéndolos. Es una tradición que no se interrumpirá nunca en la Obra, porque siempre habrá pobres −también pobres de espíritu, que no son los menos necesitados− y niños y enfermos: en las catequesis, que sostenemos en las parroquias más menesterosas, y en las visitas a los pobres de la Virgen”.
Bien os consta, afirma Mons. Echevarría, que siempre nuestro Padre impulsó, en todo el mundo, innumerables iniciativas en favor de los indigentes, y don Álvaro siguió ese mismo camino…, descubriendo matices nuevos sobre el modo de unir la justicia y la caridad, tan característico de los cristianos que caminan y se santifican en medio del mundo. “El afán de atender y remediar en lo posible las necesidades materiales del prójimo, sin descuidar las demás obligaciones propias de cada uno −escribía−, como el buen samaritano, es algo característico de la fusión entre alma sacerdotal y mentalidad laical”.
Hace mención más adelante a unas palabras que el Papa Francisco, en su constante atención por los pobres y marginados, ha repetido que se refiere a todos los necesitados, cercanos y lejanos. “¡El Evangelio es para todos! Esto de ir a los pobres no significa que tengamos que hacernos ‘pauperistas’ o una especie de ‘mendigos espirituales’. No, no, no significa esto. Significa que debemos ir hacia la carne de Jesús que sufre; pero también sufre la carne de Jesús en aquellos que no le conocen con su estudio, con su inteligencia, con su cultura. ¡Debemos ir allí! Por eso me gusta usar la expresión "ir a las periferias", las periferias existenciales. A todos, a todos ellos, desde la pobreza física y real a la pobreza intelectual, que es real también. Todas las periferias, todos los cruces de caminos: ir ahí. Y ahí sembrar la semilla del Evangelio con la palabra y con el testimonio”.
Afirma el Prelado que me llenan de alegría las noticias sobre la multiplicación de las obras de misericordia que, fieles al espíritu de san Josemaría, se desarrollan en los lugares donde trabajamos apostólicamente (…) afirmando que todo esto, además, nos ayuda de una manera excelente a prepararnos para la beatificación de don Álvaro. Recientemente os pedí que afinéis en la preparación espiritual de ese acontecimiento: también las obras de misericordia forman parte de esa preparación. Intensificad, sobre todo, el apostolado de la confesión: no hay mayor ejercicio de caridad que acercar a Dios a quienes se encuentran alejados de Él por el pecado.
Y antes de acabar pidiendo rezar por sus intenciones, ahora también por los frutos del viaje que pienso realizar, en la segunda parte de este mes, a los diversos países de América central, afirma que la beatificación del queridísimo don Álvaro nos invita −así se lo pido al Señor y a su Madre la Virgen− a que millares de hombres y de mujeres −nosotros mismos, en primer lugar− amemos más a Cristo y a la Iglesia. Pidamos que sea un momento de especial fraternidad, y una ocasión más para transmitir nuestra amistad y nuestro cariño también a todas y a todos los que, en estos años del caminar de la Obra, han participado de algún modo de su espíritu y apostolado. Estoy seguro de que don Álvaro intercederá de modo especial por cada una de esas mujeres, por cada uno de esos hombres.