El negocio es muy bueno, porque estoy mejorando como persona
Una propuesta audaz: atrévete a dar sin esperar nada a cambio, y tu vida cambiará a mejor
Quiero aclarar que no estoy defendiéndome a mí mismo, aunque mi edad pueda hacerlo plausible. Pero hace un par de días escuché un bonito argumento en favor de atender a los ancianos, incluso aquellos que no nos reconocen, que no pueden reconocernos, que no pueden hacer nada por nosotros. Ha sido en la homilía en el entierro de la madre de un amigo mío. El sacerdote ha dicho que, precisamente porque esas personas no pueden darnos nada, ni siquiera una sonrisa, ni un agradecimiento, nosotros podemos obtener lo más importante: podemos sacar de nosotros mismos lo mejor que tenemos, que es darnos a los demás con absoluto desinterés, sin esperar nada a cambio.
En nuestra sociedad predomina el contrato: doy para que me des y, a ser posible, en un intercambio de iguales: doy 100 porque tú me das 100. En ese entorno, la vida de un anciano demente o con Alzheimer no vale nada, por definición. Pero eso no es verdad, porque yo estoy recibiendo algo de mucho valor: estoy aprendiendo a dar sin esperar recibir; estoy ejercitando el don, la gratuidad, la generosidad. El negocio es muy bueno, porque estoy mejorando como persona. El que no vea esto, no lo entenderá y considerará que atender a un anciano dependiente es una pérdida de tiempo, de dinero y de recursos. Lo siento: se ha olvidado usted de su capital humano, social y moral, y está empobreciendo usted a la sociedad, porque si usted no aprende a dar, está enseñando a los demás a no dar.
Claro que, es verdad, esto sólo lo puede entender el que se atreve a hacer el experimento. Podemos añadir argumentos menos altruistas, como el de que si los demás no aprenden a dar, usted va a experimentar los efectos de la eutanasia. Pero me parece que este argumento no moverá a muchos. La propuesta es mucho más audaz: atrévete a dar sin esperar nada a cambio, y tu vida cambiará a mejor.