Quizá las anécdotas más desconocidas de Juan Pablo II son aquellas que tuvieron lugar en Polonia referidas a los años en que Karol Wojtyla era niño, joven, sacerdote, obispo y por último siendo Papa en los viajes que hizo a su país
Un total de 30 historias se recogen en el libro Dos Papas santos. Juan XXIII - Juan Pablo II que, con motivo de la canonización de ambos Romanos Pontífices, Ediciones Palabra ha sacado a la venta.
La madre de Karol Wojtyła, Emilia, repetía a sus convecinas que su pequeño Lolek −diminutivo con que llamada su hijo− iba a ser un gran hombre.
En 1927, al poco tiempo de que el piloto americano Charles Lindbergh cruzase el Atlántico con su aeroplano, le preguntaron al pequeño Karol Wojtyła:
─ ¿Tú que querrás ser de mayor?
─ Seré piloto −respondió decididamente Lolek
─ ¿Y por qué no sacerdote?
─ Porque un polaco puede llegar a ser un segundo Lindbergh pero no puede llegar a ser papa.
Siendo obispo auxiliar a principios de los años sesenta, durante una de las visitas pastorales a un pueblo de la diócesis de Cracovia, un niño le saludó dándole un pequeño discurso de bienvenida, como era costumbre.
Wojtyła le dijo que hablara un poco más alto pues no le oía, y el chaval le espetó gritándole a viva voz:
─ ¡Pues si no oyes, te inclinas!
Hubo consternación entre los asistentes. Wojtyła se inclinó y escuchó con atención lo que le decía y después durante la homilía comentó:
─ Uno de los más pequeños de vuestra comunidad parroquial ya al principio de nuestro encuentro me ha recordado que debo inclinarme para escuchar lo que quiere decirme. Sí, yo ahora en mi servicio pastoral me inclino ante vosotros...
En la época de antes de la Segunda Guerra Mundial se respiraba en Polonia aires antijudíos y no eran raros los comportamientos antisemitas.
En la misma escuela de Wadowice, en la clase de Karol Wojtyła, donde había varios judíos, recuerda un compañero de esa clase que “a veces se les trataba mal”. Pero Wojtyła nunca participaba. “Karol, que era el primero de la Sodalicía de María, siempre defendía a los judíos y ellos le apreciaban de modo particular”
Ginka Beer, judía, vecina de la familia Wojtyła y compañera de Karol en el teatro amateur, recuerda que “una de las pocas familias que nunca manifestó ningún tipo de animosidad racial respecto a nosotros eran Lolek y su padre. Cuando nos íbamos definitivamente de Polonia para ir a vivir a Palestina, pues ya el drama se cernía sobre los judíos, fui a despedirme de Lolek y de su padre”.
“Al señor Wojtyła, cuando en respuesta a su pregunta le aclaré las razones de nuestra marcha de Polonia, le afectó mucho los motivos de nuestra partida. Repetía continuamente: “No todos los polacos son antisemitas. Sabes bien que yo no lo soy”. Hablamos con sinceridad y le dije que no había muchos polacos como él. Mis palabras le entristecieron y a Lolek todavía más que a su padre. Le dije un “adiós” lo más cordialmente que pude pero él estaba tan deprimido que no encontró palabras para responderme. Les extendí la mano para despedirme y salí”.
Casi cincuenta años más tarde en 1985 Ginka pudo encontrarse con su antiguo compañero Lolek. Juan Pablo II la invitó al Vaticano y hablaron largamente de sus amigos comunes, los dos se emocionaron tanto que no pudieron evitar las lágrimas. En el viaje a Tierra Santa en el año 2000 Ginka estaba ya muy enferma pero su hija pudo encontrarse con Juan Pablo II en Yad Vashen.
Los testimonios de aquellos años repiten que Karol era un buen compañero, aunque “no era partidario de soplar en los exámenes, era sin embargo tolerante con los compañeros que copiaban de él”.
Cuando llegó el día del examen de la madurez, su compañero Jorge Kluger se sentó delante de Wojtyła, aunque sabía perfectamente que Karol no tenía costumbre de soplar ni de dar chuletas. ¿Por qué ocupó ese lugar?
Tuvo una intuición. Era el examen de latín y había que traducir al polaco una oda de Horacio. Kluger no conseguía traducirlo. Mordía el lapicero, miraba al techo y el tiempo pasaba. Hasta que al final, como si fuera su última tabla de salvación, empezó a mirar a las espaldas de su compañero, pidiéndole en silencio ayuda.
De repente..., Karol lentamente se puso a un lado, dejando ver el folio con su traducción. Después del examen Jorge Kugler, agradeció a su amigo la ayuda y Karol le contestó con una sonrisa.
Tiempo de guerra. Karol trabaja en la cantera Zakrzówka en donde escucha las palabras del trabajador Franciszek Łabus: “Karol deberías ser sacerdote, cantas bien y tienes una voz tan agradable que nos haría bien a todos...”.
La vocación sacerdotal de Wojtyła la descubre en los horrores del desprecio de la vida de la Guerra Mundial.
Después trabaja en la fábrica Solvay y entra en el Seminario clandestino. Trabaja, estudia, ayuda a todos.
En octubre de 1945 el seminarista Wojtyła camina por las calles de Cracovia con otro estudiante. Se acerca una mujer, sencilla y pobre diciéndole:
─ ¿Se acuerda usted de mi marido, el trabajador que fumaba sin cesar en la fábrica Solvay?
─ Claro que me acuerdo. ¿Cómo está su hijo?
─ Muy bien. Hasta el fin de mi vida le estaré agradecida. Le ruego que acepte esto.
La mujer le entrega unas botas de invierno nuevas. En los días del nacimiento de su hijo, Karol no pocas veces y de modo voluntario trabajó en los turnos de noche, supliendo al marido de esa mujer para que pudiera atender la familia.
Algunos días después Karol entregó esas botas a otra persona y siguió usando sus viejos y usados zapatos.
El día 16 de octubre de 1978 a las 13.45 la alpinista polaca Wanda Rutkiewicz corona el monte Everest (8848 metros). Hasta la fecha ningún escalador polaco había conquistado esa cima, ella es también la primera mujer europea que lo consigue. Ese mismo día el cardenal de Cracovia es elegido como Pontífice de la Iglesia Católica.
Unos meses después, el 10 de junio de 1979, Wanda se encuentra con el papa en Cracovia durante su primera peregrinación a Polonia y le entrega una piedra conmemorativa de ese evento. Juan Pablo II le comenta:
─ El buen Dios quiso que en ese mismo día los dos subiéramos tan alto.
El 15 de mayo de 1977 después de muchas dificultades y de un largo tiempo de espera para los permisos de construcción, tuvo lugar la esperada consagración del primer templo en Nowa Huta, la nueva ciudad industrial a las afueras de Cracovia, pensada por las autoridades comunistas como una ciudad en la que no hay lugar ni para Dios ni para sus templos.
El Cardenal Wojtyła la consagra al tiempo que cae una lluvia torrencial y persistente sobre los veinte mil fieles congregados, muchos fuera del templo. A la despedida les felicita dándole ánimos con estas palabras:
─ La consagración de un templo es como el bautismo, y donde hay bautismo tiene que haber agua.
Uno de los prelados del Vaticano empezó a estudiar polaco. Quiso hacer rápidos avances en poco tiempo y cuando se encontró con su santidad quiso decir una frase en ese idioma, Jak się czuje Papież? (¿Cómo se encuentra, Santidad?) pero le falló la pronunciación y dijo Jak się czuje piesek? ("¿Cómo se encuentra, perrito?") El papa le miró algo extrañado y le respondió vivamente: "¡Guau, guau!"
Sexto viaje apostólico a Polonia (31.V-10.VI.1997). La visita tiene como centro la asistencia al Congreso Internacional Eucarístico en la ciudad de Wrocław, bajo el título Eucaristía y libertad. El 9 de junio, día de apretado programa, el Papa quiso empezar celebrando la Santa Misa en la capilla de San Leonardo, en la Catedral de Wawel, en donde el 2 de noviembre de 1946 celebró su primera misa, dentro de los 50 años de jubileo sacerdotal. Al acabar se quedó en acción de gracias.
Cuando llevaba 15 minutos le avisaron, pero no se inmutó. Pasó media hora, una hora..., ¡dos horas de acción de gracias! Todo el programa se retrasó dos horas. El secretario del cardenal Macharski comentaba:
─ ¡Y después decimos nosotros, los sacerdotes, que no tenemos tiempo para la oración de acción de gracias!
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