El mal consiste en ausencia de bien; y si no se hace el bien, se está actuando mal
Mi amigo sugiere mirar hacia lo alto, buscar las cosas que son de arriba, pero no yéndonos al falso techo de nubes oscuras y abigarradas de pestilencias entubadas, sino descendiendo a los retos aparentemente rutinarios y prosaicos de nuestra vida ordinaria
Mi amigo no da puntada sin hilo. Al mal lo considera como el fracaso del amor: la privación del bien. El malogrado García Márquez afirmaba que lo que el ser humano no puede soportar es la soledad: la ausencia de no tener quien le quiera. Su novela paradigmática Cien años de soledad así lo denuncia.
No es, en mi opinión, el Quijote del siglo XX, como algunos autores lo han calificado. No soy literato ni crítico literario, pero para que fuera como esa novela admirada y admirable, después de su lectura, tendríamos que experimentar la alegría de la vida, exultación y gozo por lo que nos ha caído en fortuna; y no deseos de desesperación, de tristeza y muerte, que es lo que a uno le viene al alma después de su lectura.
La tristeza y la amargura son la añoranza del amor perdido o malogrado. Y añoranza viene de ignorancia. Se añora lo que no se ha querido ser y, por tanto, no se es: padre, hijo, cónyuge, amigo?
Mi amigo sugiere que lo que merece la pena es empeñarse en hacer el bien. Ponerse a la tarea de hacer el bien en nuestro metro cuadrado, y desde nuestro metro cuadrado. Todavía apunta más lejos, y afirma decididamente que lo que hay que buscar es la pervivencia, la eternidad: mirar hacia lo alto, buscar las cosas que son de arriba, pero no yéndonos al falso techo de nubes oscuras y abigarradas de pestilencias entubadas, sino descendiendo a los retos aparentemente rutinarios y prosaicos de nuestra vida ordinaria.
Los mediocres van para atrás, como los cangrejos; y la tristeza es el carcinoma del alma. Mentimos al decir que somos buenas personas porque no hemos matado ni atracado un banco. Además, no estaría muy seguro de ello. Porque el mal consiste en ausencia de bien; y si no se hace el bien, se está actuando mal. Aristóteles, en el Protréptico, habla de la filosofía como del espíritu que vence la mediocridad por el amor, tanto en la contemplación como en la búsqueda de la sabiduría, esa que «no sirve para nada», pero que da sentido a todo. ¿Por qué hacemos tan poco y nos quejamos tanto?