En la carta de diciembre, Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, exhorta a preparar el nacimiento del Señor viviendo bien el Adviento y la fiesta de la Inmaculada
El tiempo de Adviento, que nos trae una llamada a renovar nuestra esperanza: no una esperanza efímera, pasajera, sino una confianza segura, porque proviene de Dios, es uno de los temas centrales de la Carta del Prelado del Opus Dei, afirmando que a cada una, a cada uno, corresponde (…) abrir el corazón de par en par, para que se empape de ese rocío divino que quiere volvernos eficaces. Por eso, la mejor manera de prepararnos para la venida espiritual de Jesucristo en la Navidad próxima, consiste en disponer bien nuestras almas y nuestros cuerpos para recibirle con nuevo fervor cada día en la Sagrada Comunión.
Se refiriere al Nacimiento de Jesús, y afirma que todo se ha desarrollado con la más profunda humildad: ese Dios sapientísimo, todopoderoso y eterno, se nos ofrece como niño recién nacido, inerme, necesitado de unos brazos humanos que le den abrigo y de unos corazones que le amen de verdad. Como María y José en la noche de Belén, así hemos de comportarnos nosotros en el silencio de la oración, de nuestra presencia de Dios en la jornada y al recibirle sacramentalmente en la Eucaristía.
Quedan pocos días para la celebración de la festividad de la Inmaculada, y nuestro corazón de hijos se llena de gozo especialmente en esta solemnidad, porque en la Virgen Santísima vemos reflejadas la grandeza y la humildad con que su Hijo bajó a la tierra. Grandeza de María, la Purísima, la Toda Santa, la criatura más excelsa. Tan grande es su dignidad, que el pueblo cristiano la aclama diciendo: ¡más que Tú, sólo Dios! Y humildad suma de la Virgen nazarena, pues habiendo sido elegida desde la eternidad para ser Madre de Dios, se considera y se llama a sí misma esclava del Señor.
Recuerda el Prelado que hace ochenta años san Josemaría redactó unas consideraciones sobre los misterios del Rosario, que desde entonces han ayudado a innumerables personas a meterse por caminos de contemplación. Os sugiero que, en estas fechas, os esforcéis por cumplir con más pausa y atención esta devoción mariana, y a recorrer con intensidad, personalmente, la novena de la Inmaculada, ya que, de esta manera, nos preparamos muy bien para la Navidad. Además –y la experiencia lo demuestra ampliamente– nos ofrece una ocasión más de realizar un constante apostolado personal.
En el mes que acaba de transcurrir, escribe casi al final de su Carta, se ha comenzado la labor apostólica estable de la Prelatura en Sri Lanka. Demos muchas gracias a Dios porque, el mismo día de la llegada de vuestros hermanos, se pudo quedar reservado el Santísimo Sacramento en el oratorio del nuevo Centro: ¡un Sagrario más en esas tierras inmensas de Asia! A la Virgen Inmaculada encomiendo estos comienzos y la expansión apostólica que, con su intercesión, tratamos de llevar a cabo en tantos lugares.
Para terminar, pide oraciones por la Persona e intenciones del Papa, por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia, por los frutos espirituales de su reciente viaje a África. Y no os olvidéis de uniros a mis peticiones al Señor, que –como tantas veces os he dicho– son muchas y encaminadas a dar a Dios toda la gloria.