“Yo le tengo como gran intercesor de la paz en las familias. A las personas que me cuentan un problema familiar, les recomiendo que pidan su intercesión, y mi experiencia es muy buena”
Salvador Bernal recuerda las estancias en Asturias del que fue el primer sucesor de San Josemaría en el Opus Dei, que será beatificado el próximo 27 de septiembre, en Madrid.
¿Qué relación tuvo personalmente con don Álvaro?
Tuve la suerte de ser elegido para formar parte del equipo que estaba con don Álvaro en los veranos que pasó en España. Muchos de ellos en Solavieya –una casa de retiros y convivencias situada a las afueras de Gijón–. Algunos años permanecíamos hasta dos meses seguidos. Trabajábamos y convivíamos. No eran unas vacaciones realmente, pues eran 8 horas de trabajo, dejando un rato para paseo y deporte.
¿Cuántas veces vino en esos veranos don Álvaro a Asturias y cómo se encontraba aquí?
Fueron unos 10 ó 12 veranos. A don Álvaro le encantaba Asturias, siempre hablaba del gran corazón del asturiano y tuvo un enorme agradecimiento a la gente de Asturias por el cariño y el respeto que siempre tuvo y que facilitó mucho todo el trabajo que él tenía que hacer cuando venía.
En el año 87 logramos salir un poco a visitar algunos pueblecitos asturianos y de Cantabria, para recordar los lugares en los que había estado con San Josemaría. Así pudimos visitar Luarca, Fuente Dé, el Mirador del Fito, Liébana, el Cares, Peñafrancia, Arriondas, o La Isla, donde él había pasado de pequeño un tiempo.
Durante mucho tiempo a don Álvaro se le encargó la difícil tarea de reunir dinero para poder llevar a cabo diferentes iniciativas, lo que se le juntaba con una salud quebradiza.
Don Álvaro tuvo una salud frágil desde niño. Y, aun teniendo una salud frágil y con fiebre, si tenía que hacer gestiones, él las hacía. En Roma el fundador solía decirle que eso se le curaba con una cataplasma de varios miles de liras. Lo cierto es que en su encargo solía tener éxito porque siempre tuvo un especial don de gentes y gracias a ello logró poner en marcha numerosas iniciativas.
La preocupación por la promoción de los más desfavorecidos fue siempre una constante en su vida...
Sí, desde muy joven colaboraba en las barriadas de Vallecas. Y esa preocupación fue creciendo de la mano del fundador del Opus Dei. En realidad se trata de un rasgo propio de la vida cristiana, que no se entiende sin austeridad sin generosidad. También es algo que vivió en su familia. Él procedía de una familia acomodada, aunque muy venida a menos. Pero su madre, doña Celestina, siempre había inculcado a sus hijos esa sensibilidad. Todo eso acompañado por la preocupación social que siempre ha habido en el Opus Dei, con las labores en las barriadas de las grandes ciudades o en los países subdesarrollados.
Don Álvaro tenía una especial predilección por África. ¿Qué vio en aquel continente?
Probablemente lo mismo que luego vio Benedicto XVI: las posibilidades de futuro y la enorme alegría de iglesias jóvenes que, desde la pobreza, ven el futuro con esperanza. Don Álvaro puso mucho interés en promover la labor en África; de hecho, la mayor parte de las iniciativas que hay comenzaron con él.
Después de trabajar con él durante tanto tiempo, ¿qué se le pasó por la cabeza cuando supo la fecha de la beatificación?
He conocido a tres santos: a Juan Pablo II, a San Josemaría y a don Álvaro y con los tres tenía la misma percepción de que eran santos, porque eran personas que irradiaban amor a los demás, olvido de sí mismo, preocupación por la Iglesia, por la gente que les rodea, por el Papa, por los obispos… Además se estaba muy bien a su lado, tenían un gran sentido del humor. Y es que al lado de un santo, uno se lo pasa muy bien.
¿Qué se le puede pedir a don Álvaro, como intercesor?
Yo, personalmente, le tengo como gran intercesor de la paz en las familias y, en general, de la paz; pero tengo muchas experiencias de personas que te cuentan un problema familiar y siempre que les he recomendado que pidan su intercesión, mi experiencia es muy buena. Don Álvaro era un hombre de paz y esa paz la sigue infundiendo desde el cielo.
Salvador Bernal. Biógrafo de Álvaro del Portillo
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