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Falleció en estos días el rabino Ángel Kreiman Brill, quien hizo una gran labor por el acercamiento del judaísmo a la Iglesia Católica. En consonancia con Benedicto XVI, consideraba que la dictadura del relativismo constituía el principal desafío de la religión en la cultura posmoderna. Celebró la elección el papa Francisco como un verdadero amigo del pueblo judío
Ángel Kreiman Brill (1946-2014) es reconocido como una de las personalidades más relevantes del judaísmo contemporáneo en el escenario internacional. Nacido en la Argentina, sus primeros estudios en el seminario Morim lo acreditaron como profesor de hebreo y junto con Reuben Nisembon fue el primer graduado en el Seminario Rabínico Latinoamericano, donde también ejerció funciones directivas y docentes, obteniendo después una licenciatura en Derecho y finalmente el doctorado en la Universidad Libre de Barranquilla, en Colombia.
Kreiman fue profesor visitante de diversos institutos y universidades en diferentes países, y se le concedió el doctorado en Divinidad Honoris Causa del Seminario Teológico de América. Entre otros cargos fue Gran Rabino de Chile y ejerció en la Congregación Israelita de la República Argentina, siendo también vicepresidente internacional del Consejo Mundial de Sinagogas.
El rabino Kreiman, quien llegó incluso a asesorar a la Casa Blanca sobre libertad religiosa, desarrolló un intenso quehacer en el diálogo interreligioso especialmente con la Iglesia católica. Frecuentemente participaba de actividades en las que fiel a su personal estilo exhibía un peculiar y vivo énfasis en poner de relieve la común identidad con sus propias creencias.
En un congreso internacional sobre culturas y racionalidad celebrado en 2004 en la Universidad de Navarra (España) en el que participó junto a otros expertos como Nivazi Oktem, de la Universidad de Estambul, Gunter Wenz, decano de la facultad de Teología evangélica de la Universidad de Munich, el obispo ortodoxo Hilarion Alfeyev y Paul O’Callaghan, de la Universidad de la Santa Cruz, el rabino subrayó vigorosamente la necesidad de fundar la renovación del pensamiento antropológico sobre la ley natural. Kreiman veía en los valores morales indeclinables sostenidos por la fe religiosa un fundamento común de la dignidad humana y consideraba, en consonancia con Benedicto XVI, que la dictadura del relativismo constituía el principal desafío de la religión en la cultura posmoderna. Celebró la elección el papa Francisco como un verdadero amigo del pueblo judío.
Cuando presentó uno de sus libros de temática interreligiosa en la Universidad Austral −donde fue también profesor visitante−, y en el marco de un congreso sobre el fundador del Opus Dei, lo hizo junto con el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, y ambos expresaron en esa ocasión su mutuo aprecio por la tradición religiosa que puede considerarse un patrimonio común a ambas religiones.
Durante otro congreso en la Universidad de la Santa Cruz en 2002 en Roma, el rabino Kreiman trazó −como lo había hecho también en otro similar realizado en Buenos Aires− un paralelo entre las enseñanzas judaicas y el mensaje espiritual del fundador del Opus Dei, expresando que muchos de los conceptos de Josemaría Escrivá recuerdan la tradición talmúdica y revelan su profundo conocimiento del mundo judío así como −según al mismo santo fundador le gustaba recordar− su amor apasionado por dos judíos: Jesús y María.
Kreiman explicó su condición de cooperador del Opus Dei, diciendo que personalmente le motivaba de manera especial la idea de santificar el trabajo y hacer presente a Dios en cada una de nuestras actividades, tratando de perfeccionarnos y perfeccionar la obra del Creador, siendo cocreadores o socios de Dios en la obra de la creación, tal como lo presenta el relato del Génesis. Adelantándose al Concilio Vaticano II, el Opus Dei fue la primera institución de la Iglesia Católica en aceptar como cooperadores a no católicos, incluso no pocos judíos.
También como profesor, Kreiman Brill dictó seminarios en diversas universidades católicas, entre ellas la Universidad del Salvador. En sus últimos años fue director para América Latina del Centro para la Cooperación y el Entendimiento Judeocristiano, con sede en Israel, donde sacerdotes católicos de diversos países profundizan en el conocimiento de sus raíces comunes en el judaísmo. Fue su último servicio al progreso del diálogo entre ambas religiones.
Con gesto profético, Kreiman buscó siempre la verdad aun cuando ella no fuera simpática a los oídos de su interlocutor, lo que le ganó no pocas resistencias en su rabinato.
Amaba la belleza de la liturgia como un ámbito de comunión con lo divino, considerándola una forma oración. Fue crítico del secularismo, al que veía también como un riesgo en el interior de las religiones, en detrimento del misterio.
Sin perjuicio de su temperamento naturalmente expansivo y siempre alegre, era por sobre todo un hombre interior. En su último viaje a la Argentina me llamó por teléfono para reunirnos con el periodista Jorge Rouillon y el ex secretario de Culto Norberto Padilla. Almorzamos en la Universidad Austral, en medio del bullicio de numerosos estudiantes que hablaban animadamente a nuestro alrededor. El paseó su vista sobre esa inquieta y juvenil muchedumbre y después de mirarme fijamente, de acuerdo a su estilo, me preguntó si esos jóvenes se acercarían verdaderamente a Dios con ocasión de su paso por los claustros universitarios. No me preguntó por el lugar de la universidad en el ranking, fue a lo esencial, a su interés último y supremo: Dios.
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Artículo sobre el Congreso internacional Culturas y racionalidad, celebrado en la Universidad de Navarra (2007), en alfayomega.es
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