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“Todo cristiano, perteneciente a esta época o habitante de este mundo en tiempos posteriores a los nuestros, hallará siempre en los escritos de san Josemaría un fuerte estímulo para seguir y amar con obras al Señor, porque ese es el argumento del que tratan”
Hace pocos meses, la editorial Rialp puso a la venta la edición crítico-histórica de Es Cristo que pasa, libro que recoge casi una veintena de homilías pronunciadas por el fundador del Opus Dei. El libro fue preparado por el teólogo Antonio Aranda.
Publicamos una entrevista al autor.
¿Podría decirnos por qué san Josemaría escogió como título del libro: ‘Es Cristo que pasa’? ¿Qué significado tiene esa expresión aplicada como título a este conjunto de homilías?
No conozco ningún texto de san Josemaría en el que dé razón del porqué de ese título, y por tanto no puedo dar una respuesta exacta a la primera pregunta. Sí sabemos, en cambio, y así se expone en un pasaje de esta edición crítico-histórica, que lo escogió entre otros, algunos de los cuales le fueron sugeridos por personas que conocían las homilías −previamente publicadas−, a las que había pedido opinión al respecto.
Ese título manifiesta, en realidad, de modo expresivo −y así paso a responder a la segunda cuestión planteada−, una perspectiva teológica y pastoral muy de fondo, desde la que han sido concebidos cada uno de los textos recogidos en el libro, y también, en consecuencia, el libro mismo. Todo habla, en efecto, en estas homilías del caminar amoroso y redentor de Jesucristo entre los hombres, contemplado tanto en los años de su vida terrena como, tras su gloriosa resurrección, en su permanente presencia en la Iglesia y, a través de Ella, en la historia.
El Señor sigue pasando al lado de sus hermanos los hombres, hoy como entonces, con un permanente ofrecimiento de amistad, de salvación, de perdón. En el libro son frecuentes las alusiones a ese pasar entre nosotros del Verbo encarnado, que continúa desarrollando en el tiempo su obra redentora por medio de la acción santificadora y evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos.
¿Cuáles diría que son los temas centrales de esta publicación?
Es Cristo que pasa es fruto de la contemplación de los misterios centrales de la fe cristiana por un hombre santo, enamorado de Dios. Es, en ese sentido, un regalo para todas las personas de fe, pues les ayuda a penetrar más hondamente en el sentido de lo que −recibido en la Iglesia− creen, viven y aman. Cada una de las homilías gira en torno a un gran tema central, uno de los misterios de nuestra fe, meditado por el Autor en consonancia con la tradición litúrgica, doctrinal y espiritual de la Iglesia católica.
Así, pues, los temas centrales del libro son las grandes verdades que confesamos en el Credo, rememoramos en la celebración litúrgica y nos esforzamos por vivir en la existencia cotidiana. Esas grandes verdades de la fe cristiana son vistas, a su vez, por san Josemaría a la luz de los dones carismáticos que recibió como fundador del Opus Dei, luz que le permite contemplar con particular intensidad algunos aspectos esenciales, que él vive y enseña a vivir. Si quisiéramos hacer un elenco de tales aspectos necesitaríamos extendernos en esta respuesta más de lo que conviene, por lo que me limitaré a señalar solo algunos.
Destaca, ante todo, su insistente exhortación a la búsqueda de la santidad por parte de todos los cristianos en la vida cotidiana, siguiendo el modelo de Jesucristo, también en los treinta años de su vida oculta en Nazaret, santa y santificadora, gastada enteramente al servicio de la misión recibida de su Padre y de la salvación de los hombres.
No es la santidad un ideal imposible, enseña san Josemaría, sino algo que está al alcance de todos los cristianos, en medio del trabajo y de la actividad diaria. Es también siempre una santidad esencialmente apostólica y evangelizadora, comprometida con Cristo en la salvación de todos los hombres y en la santificación de todas las realidades creadas. Una de las características de los escritos del fundador del Opus Dei es la forma de describir las escenas del Evangelio y sacar consecuencias para la existencia del cristiano.
¿Qué señalaría de este aspecto en ‘Es Cristo que pasa’?
Esa característica que señala, y que podría ser formulada, siguiendo un frecuente consejo de san Josemaría, como un meterse en las escenas del Evangelio como un personaje más, se advierte fácilmente en las páginas de Es Cristo que pasa. El protagonista principal del libro, página tras página, es Jesucristo: los acontecimientos de su vida terrena, sus palabras, sus milagros y todas sus obras, su amor, su misericordia, sus llamadas a seguirle de cerca, su misión redentora, su Cruz, su Resurrección, su vuelta al Padre…
San Josemaría, como señalábamos en la pregunta anterior, pone los ojos en ese Modelo, con el que se identifica, y a través de su propia experiencia de cercanía con Cristo, ayuda al lector a extraer consecuencias prácticas para vivir cristianamente −santificar− la existencia de cada día. Si el primer protagonista del libro es, como digo, Jesucristo, el segundo es el cristiano llamado a identificarse con Él, y que es denominado por san Josemaría −con la tradición de la Iglesia− como “otro Cristo”.
Lo somos, en efecto, desde la recepción del Bautismo, en el que junto con el don de ser incorporados a Cristo y a la Iglesia, hemos sido también convocados a desarrollar una vida coherente con ese altísimo don: una existencia propia de quien es y se sabe “otro Cristo”. En el volumen que comentamos resuena constantemente esta melodía.
¿Qué actualidad tienen en este momento las homilías que san Josemaría pronunció y dio a la imprenta hace ya tantos años? ¿Responden a las necesidades espirituales y evangelizadoras de la hora presente, tan intensamente marcada por la exigencia de una nueva evangelización?
San Josemaría, como los demás maestros de vida cristiana −hombres y mujeres− que Dios ha regalado a la Iglesia a lo largo de los siglos, predica o escribe en un tiempo determinado, pero su enseñanza no queda circunscrita a las características históricas, culturales o sociales de ese tiempo, sino que las trasciende. La razón de ese traspasar las barreras del tiempo y el espacio es muy clara, y se encuentra inscrita en la permanente actualidad de Nuestro Señor Jesucristo, “el mismo ayer y hoy, y por los siglos” (Hb 13, 8): perenne actualidad de su salvación, de sus palabras, de su modelo de vida, que los cristianos de todas las épocas se esfuerzan por reproducir fielmente.
Hoy en día seguimos leyendo con provecho espiritual los escritos de los Padres de la Iglesia, que nos preceden en muchos siglos, o los de los grandes Doctores medievales, o los de los maestros espirituales de otras épocas que, en la meditación del Evangelio, descubren y enseñan la esencia de la vida cristiana: el seguimiento, la imitación y la identificación personal con Cristo. Todo cristiano, perteneciente a esta época o habitante de este mundo en tiempos posteriores a los nuestros, hallará siempre en los escritos de san Josemaría un fuerte estímulo para seguir y amar con obras al Señor, porque ese es el argumento del que tratan.
Lo hallarán, en especial, las personas corrientes, hombres y mujeres que llenan la tierra, dedicados al trabajo ordinario de cada jornada, pues a ellos se dirige de modo más específico la enseñanza de san Josemaría, al que el beato Juan Pablo II denominó como “el santo de la vida ordinaria”. En ese sentido −y en referencia a la segunda parte de su pregunta−, es fácil advertir que la enseñanza de san Josemaría, por estar centrada en la llamada de los cristianos a la santidad personal en medio de sus ocupaciones, está asimismo esencialmente orientada a despertar en ellos el sentido apostólico y, en consecuencia, se desborda en eficacia evangelizadora en todo tiempo y lugar.
¿Ve alguna relación entre las enseñanzas del Papa Francisco y las del fundador del Opus Dei?
Naturalmente, la consonancia es plena tanto en el contenido global −que no es sino el gozoso anuncio del Evangelio de Jesucristo−, como en la intensidad con que se destaca la dimensión apostólica de la vocación cristiana. La figura del “discípulo misionero”, que con tanta fuerza y atractivo aparece una y otra vez en la enseñanza del Papa Francisco, coincide con la del “cristiano corriente” predicado por san Josemaría, que vive en medio del mundo, compartiendo con los demás hombres, sus iguales, afanes, trabajos y alegrías, sabiéndose también urgido por el Señor a cristianizar la sociedad, de manera que todas las ocupaciones humanas se iluminen con una esperanza nueva, que trasciende el tiempo y la caducidad de lo mundano.
“Hemos de conducirnos −leemos en Es Cristo que pasa, n. 122− de tal manera que los demás puedan decir, al vernos: éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama”. ¿No recuerdan estas palabras tantas otras del Papa Francisco en su predicación diaria, en su Encíclica Lumen fidei o en su Exhortación apostólica Evangelii gaudium? Es siempre la música del anuncio salvador de Cristo, que sus discípulos estamos llamados a proclamar con la propia vida.
Podríamos extendernos en este punto, pero podemos limitarnos a recordar otro pasaje del fundador del Opus Dei, que hace también muy patente esa consonancia a la que me refiero: “Los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras. Hemos de luchar −lucha de paz− contra el mal, contra la injusticia, contra el pecado, para proclamar así que la actual condición humana no es la definitiva; que el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Cristo, alcanzará el glorioso triunfo espiritual de los hombres” (Es Cristo que pasa, n. 168).
¿Podría recordar cuál es el fin que se han propuesto con la realización de las ediciones crítico-históricas de las obras de san Josemaría?
Desde que el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, erigió en el año 2001 el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, se acometió, como una de sus tareas principales, la preparación, con planteamiento rigurosamente científico, de la Colección de Obras Completas de San Josemaría.
Ha sido organizada, a tal efecto, en cinco series de volúmenes, que irán viendo la luz durante los próximos años, y que acogerán, respectivamente, las obras ya publicadas del Fundador (Serie I), las todavía no publicadas (Serie II), su epistolario (Serie III), sus escritos autógrafos (Serie IV), y las notas o apuntes de su predicación oral (Serie V). Hasta el momento presente han sido editados cuatro volúmenes de la Serie I (ediciones crítico-históricas de Camino, Santo Rosario, Conversaciones, Es Cristo que pasa), y se encuentran en avanzado estado de preparación las de La abadesa de Las Huelgas y Amigos de Dios.
Recientemente ha sido Vd. elegido Presidente de la Sociedad Mariológica Española. ¿Qué destacaría de la Virgen en los escritos de san Josemaría?
Lo primero que me viene a la mente al escuchar esta pregunta es la intrínseca relación, y por tanto la inseparabilidad, entre la vida mariana de san Josemaría y su doctrina teológico-espiritual sobre la Virgen. Dicha doctrina está presente, en realidad, de un modo u otro, en todas sus obras, pero principalmente −entre las ya publicadas− se halla contenida en tres homilías: Por María, hacia Jesús (4-V-1957) y La Virgen Santa, causa de nuestra alegría (15-VIII-1961), pertenecientes a Es Cristo que pasa; y Madre de Dios, Madre nuestra (11-X-1964), incluida en Amigos de Dios. En esos textos, diciéndolo ahora sintéticamente, se advierte la profunda conexión de la enseñanza del Autor con la tradición mariana espiritual y doctrinal de todos los tiempos, tan viva siempre en la Iglesia católica; y al mismo tiempo su profunda contemplación personal del misterio de María, desde la sugestiva perspectiva de su espíritu fundacional.
Es ésta la normalidad de la vida cotidiana santificada, puesta enteramente al servicio del plan divino de salvación; es asimismo la perspectiva de la santidad de María, como criatura humana singular; de su fidelidad a la llamada divina, de su caminar siguiendo los pasos de su Hijo desde Belén al Calvario, cooperando activamente en su obra. Este punto de vista, verdadero don de Dios al “santo de la vida ordinaria”, le permite llenar su contemplación del misterio de María de rasgos característicos, que tienen un intenso sabor de teología y espiritualidad marianas de vanguardia, que deberá ser estudiado con atención.
Antonio Aranda, licenciado en Matemáticas y doctor en Teología, es profesor de la Universidad de Navarra y de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, autor de numerosas publicaciones y miembro de diversas asociaciones científicas.
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