La vida de cada día ofrece muchas ocasiones para mostrar a Dios nuestros deseos de acercarnos a Él. La Cuaresma, señala el Prelado, es un momento especial para empeñarse con más amor.
El tiempo de Cuaresma, cuyo comienzo tendrá lugar en los próximos días, es el tema central de la Carta del Prelado de este mes de marzo, que comienza citando unas palabras de San Máximo el Confesor: «Nada hay tan grato y querido por Dios, como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento», y continúa con una frase de San Pablo, con la que la liturgia del Miércoles de Ceniza la Iglesia nos exhorta, con afecto e interés: «no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: en el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé. Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación».
Las semanas que nos disponemos a recorrer, continúa el Prelado, son especialmente aptas para acercarnos una vez más al Señor, atraídos por su gracia. Pidamos al Espíritu Santo que nos haga descubrir la seriedad de esta llamada, de modo que no pasen estos días por nuestra alma —así escribió San Josemaría— «como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro». Digámosle al Señor: «me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como Él desea ser querido».
Sugiere para ello no pensar sólo en la conversión de un pecador, que decide abrirse a la gracia, pasando de la muerte espiritual a la Vida con mayúscula. Son también cambios cotidianos los que llevan a una mujer o a un hombre cristiano a aproximarse más a Dios, a participar con mayor intensidad de la vida de Cristo mediante la frecuencia de sacramentos, a cultivar el espíritu de oración, a ponerse al servicio concreto y efectivo del bien espiritual y material de los demás.
Se refiere Mons. Javier Echevarría a los muchos modos de impulsar las sucesivas conversiones personales, tan necesarias en la existencia cristiana y sugiere recordar, con palabras de San Josemaría, que esas mudanzas espirituales han de efectuarse perseverantemente, e incluso muchas veces a lo largo de una misma jornada:«¿Recomenzar? ¡Sí!: cada vez que haces un acto de contrición —y a diario deberíamos hacer muchos—, recomienzas, porque das a Dios un nuevo amor», e invita a preguntarse: ¿Pensamos con frecuencia que Dios nos espera en ese instante? ¿Nos detenemos a razonar: qué quieres, Señor, de mí? ¿Nos mueve el afán de acercarnos más y más a Jesucristo?, para referirse a continuación a algunos modos específicos de reencaminarse hacia la amistad con la Trinidad Santísima: los cursos de retiro espiritual, que en muchos sitios se incrementan durante la Cuaresma (…), los retiros mensuales, que ocupan un lugar importante entre los medios de formación espiritual que la Prelatura facilita a millares de personas en el mundo entero.
Recuerda cómo Benedicto XVI, en el comienzo de su Pontificado, recomendaba los días de retiro espiritual, «particularmente los que se hacen en completo silencio», e insistiendo en el Mensaje para la Cuaresma de este año: «es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal y fortalece la voluntad de seguir al Señor», y recuerda el Prelado que la liturgia de la Cuaresma facilita materia abundante de meditación, como pone de relieve el Santo Padre en su mensaje…
Asimismo recuerda la proximidad de la solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia y de la Obra, así como otro aniversario de la ejecución solemne de la Bula Ut sit, con la que el muy querido Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal…, y, el día 28, un nuevo aniversario de la ordenación sacerdotal de nuestro Padre.
Para finalizar pide oraciones, acudiendo a la intercesión de San Josemaría, para que en todos los países aumente el número de vocaciones sacerdotales: hombres fieles, enamorados de Dios, que se dediquen con gozo al servicio de las almas, con plena fidelidad al Papa y en unión estrechísima con sus respectivos Obispos diocesanos. Y que tampoco en la Obra falten los sacerdotes necesarios para atender las labores apostólicas que el Señor nos reclama. A la vez, insistamos a la Santísima Trinidad para que todos los católicos, hombres y mujeres, alimentemos el alma sacerdotal que el Cielo ha puesto en cada una, en cada uno.
Y concluye, como es habitual, pidiendo oraciones por el Papa y sus colaboradores.