Como hay quienes siguen alentando extravagantes expectativas de reforma, que confunden, me he decidido a escribir
diariodecadiz.es
La confusión no servirá más que para desalentar a los desorientados que se hagan la ilusión de que la Iglesia se adaptará a los modos del mundo
El arzobispo Lorenzo Baldisseri ha explicado que no se trata de sacar a subasta pública la doctrina de la Iglesia, sino de un documento de trabajo para pulsar la situación global. No pensaba, pues, darle yo más importancia al cuestionario que se ha enviado desde el Vaticano con el fin de preparar el próximo Sínodo de las Familias.
Los medios, en cambio, lo presentan como un insólito movimiento revolucionario que somete la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio a una encuesta universal, y a ver qué sale. Y como ese eco mediático no calla, y hay quienes siguen alentando extravagantes expectativas de reforma, que confunden, me he decidido a escribir.
Porque la confusión no servirá más que para desalentar a los desorientados que se hagan la ilusión de que la Iglesia se adaptará a los modos del mundo. Lo cual, como ilusión, es bastante extraña. ¡Ya tienen el mundo para eso!; y sería una redundancia y una pérdida de diversidad y, por tanto, de libertad que la Iglesia lo siguiese a golpe de sondeos, y por detrás, encima.
Su posición sobre el sexo, el matrimonio y la familia está clara en las Sagradas Escrituras, en la Tradición, en el Magisterio, en las encíclicas y en el Catecismo. Tirando de documentos, se pueden contestar, una por una, las 39 preguntas. ¿Para qué el cuestionario, entonces? Para saber la idea que se tiene de lo que enseña la Iglesia y cómo se recibe y percibe en los más diversos ámbitos.
Con todo, hay que reconocer un riesgo. La parte más ortodoxa del pueblo fiel −la mayoría, por eso mismo que es fiel− no verá mucho sentido a un largo cuestionario que se contesta con lo de toda la vida y que no va a cambiar nada. La tendencia lógica será a dejarlo estar. Cabe la posibilidad de que sea contestado más que nada por aquellos que se traguen lo de la dimensión plebiscitaria.
Pero la democratización de todo, desde los hábitos de consumo hasta la política 2.0, es un signo de los tiempos, y a la jerarquía eclesiástica le pesaría percibir que el pueblo de Dios tiene unas nociones equivocadas. Por pura caridad con nuestros pastores, sería bien interesante, en mi humilde opinión, que los laicos contestásemos a una al cuestionario, como se nos invita a hacer. No importa que sea para repetir lo que ya dice el Catecismo. La mejor manera de sostenerlo es consultarlo y vivirlo; la mejor manera de aprenderlo y de vivirlo es, como fue siempre, recitarlo.