"Confieso un solo bautismo para el perdón de los pecados": es el artículo del Credo comentado por el Prelado en la carta de este mes
Comienza su Carta pastoral Mons. Javier Echevarría considerando cómo en las pasadas semanas, movidos por la invitación del Papa, en muchos lugares se ha elevado al Cielo una oración perseverante por la paz en el mundo y en las conciencias. Tuve muy presente aquella sugerencia de san Josemaría cuando, en el año 1952, nos invitó a repetir la jaculatoria ‘Cor Iesu Sacratíssimum, dona nobis pacem!’ Años después añadió ‘et Miséricors’, para que implorásemos del Corazón sacratísimo y misericordioso de Jesús la paz para todo el mundo: la paz espiritual, que proviene de la posesión de Dios, y también la paz humana entre todas las gentes, rechazando las enemistades y la violencia (…) asegurando que como afirmaba el Santo Padre al lanzar su llamamiento para una jornada mundial de ayuno y oración, en vano se clamará por la paz en la sociedad si las almas no se esfuerzan por lograr y mantener la paz con Dios, que es consecuencia de la lucha decidida contra el pecado.
Afirma que mientras rezábamos por el cese de las guerras, de los rencores, de las enemistades, volvieron una vez más a mi memoria unas palabras de san Josemaría escritas en los primeros años de su actividad sacerdotal:«Un secreto. −Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. −Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. −Después... "pax Christi in regno Christi" −la paz de Cristo en el reino de Cristo», reflexiones siempre actuales, continua, que cobran especial relevancia en la víspera del 85 aniversario de la fundación de la Obra. Aquel 2 de octubre de 1928, Dios Nuestro Señor, en su infinita misericordia, hizo ver a nuestro Padre que era Voluntad suya recordar a todos los hombres que están llamados a la santidad. Al mismo tiempo, dejó en sus manos −en su alma y en su corazón− el Opus Dei: camino de santificación en el trabajo profesional y en las circunstancias de la vida ordinaria, dotándolo del espíritu y de los medios apostólicos apropiados para alcanzar ese fin.
Después de los 85 años transcurridos desde su fundación pide a todos: Alcemos nuestro corazón en acción de gracias a la Trinidad Beatísima y a nuestra Madre la Virgen, por quien llegan a la tierra todas las gracias del cielo. Y, al mismo tiempo, pensemos: ¿qué más puedo hacer yo para que este mensaje cale más profundamente en mi propio corazón y en el de la gente? ¿No es cierto que cabe rezar más, ofrecer más sacrificios, trabajar con mayor dedicación y rectitud en la tarea profesional, buscar nuevas ocasiones de llegar y de servir a otras personas?
Sobre sus reflexiones en las Cartas de meses anteriores en relación con el misterio de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, asegura que además, es nuestra Madre: ‘la Santa Madre Iglesia’, ya que en su seno nos ha engendrado el Espíritu Santo a la nueva existencia de los hijos de Dios, afirmando más adelante que sin embargo, y es un dolor que nos pesa, algunos −también entre los católicos− hablan de la Iglesia con despego, e incluso le achacan las culpas y defectos que sus hijos manifestamos en nuestra conducta, pues −a pesar de la dignidad recibida− seguimos siendo pobres mujeres y pobres hombres, inclinados al pecado, y traslada unas recientes preguntas del Papa en relación con la importancia de la fecha de nuestro Bautismo: «¿Cómo veo yo a la Iglesia? Si estoy agradecido a mis padres porque me han dado la vida, ¿estoy agradecido a la Iglesia porque me ha generado en la fe a través del Bautismo?», manifestando que en el Opus Dei, gracias a Dios y a los cuidados de san Josemaría, mantenemos una viva conciencia de esta realidad, que nos colma de gratitud, por lo que en unión con nuestro santo Fundador, y con tantos fieles de la Obra que ya han llegado a la Patria celestial, clamamos: «¡Qué alegría, poder decir con todas las veras de mi alma: amo a mi Madre la Iglesia santa!».
Continúa el Prelado con las reflexiones sobre el Credo: nos fijamos hoy en el siguiente artículo de la fe: ‘confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados’, afirmando que la Iglesia custodia en plenitud los medios de santificación instituidos por Jesucristo. Las palabras y las acciones de Nuestro Señor durante su vida terrena estaban repletas de contenido salvífico, y no sorprende −más aún, nos parece lógico− que las turbas se acercaran a Jesús deseando oírle y tocarle, «porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos», por lo que más adelante reitera: ¡Qué agradecidos hemos de estar a nuestra Santa Madre Iglesia por conservar y ofrecernos este tesoro con plena fidelidad a Jesucristo! ¡Y cómo hemos de protegerlo y defenderlo en toda su integridad!.
Recuerda Mons. Echevarría el gran amor de san Josemaría al sacramento de la Reconciliación −el “sacramento de la alegría”, le gustaba llamarlo−, y cómo animaba a recibirlo con frecuencia, impulsando a hacer un constante apostolado de la Confesión. Me limito ahora a reproducir unas palabras suyas, durante una reunión de catequesis con muchas personas.
«¡A confesar, a confesar, a confesar! Que Cristo ha derrochado misericordia con las criaturas. Las cosas no marchan, porque no acudimos a Él, a limpiarnos, a purificarnos, a encendernos. Mucho lavoteo, mucho deporte... ¡Bien, maravilloso! ¿Y ese otro deporte del alma? ¿Y estas duchas que nos regeneran, que nos limpian y nos purifican y nos encienden? ¿Por qué no vamos a recibir esa gracia de Dios? Al Sacramento de la Penitencia y a la Sagrada Comunión. ¡Id, id! Pero no os acerquéis a la Comunión si no estáis seguros de la limpieza de vuestra alma».
Insistía en otro momento: «Hijos míos, llevad a confesar a vuestros amigos, a vuestros parientes, a las personas que amáis. Y que no tengan miedo. Si han de cortar algo, lo cortarán. Decidles que no bastará acudir una vez sola a la Confesión, que necesitarán ir muchas, con frecuencia; como, cuando se llega a una cierta edad, o cuando hay una circunstancia de enfermedad, no se va una sola vez al médico, sino a menudo; y se consulta con frecuencia, y toman la presión y hacen análisis. Pues lo mismo, lo mismo con el alma (...)».
«¡El Señor está esperando a muchos para que se den un buen baño en el Sacramento de la Penitencia! Y les tiene preparado un gran banquete, el de las bodas, el de la Eucaristía; el anillo de la alianza y de la fidelidad y de la amistad para siempre. ¡Que vayan a confesar! (...). ¡Que sea mucha la gente que se acerque al perdón de Dios!».
Casi al final de la Carta, recuerda que el próximo 6 celebramos el aniversario de la canonización de san Josemaría. En aquella fecha resonó con nueva fuerza −en la Iglesia y en el mundo− la llamada a la santidad en la vida ordinaria. Se nos brinda una gran oportunidad para repetirlo al oído de muchas personas, invitándolas a acercarse al sacramento de la misericordia divina. El 26 recurre también el aniversario de la consagración de la Obra al Corazón sacratísimo y misericordioso de Jesús, realizada por nuestro Padre en esa fecha de 1952, y quiso que se renovara anualmente en la solemnidad de Cristo Rey, y termina pidiendo a todos seguir muy unidos a las intenciones del Papa, rezando cotidianamente por todo lo que lleva en su alma, y también por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia, por la paz de las conciencias y la paz en el mundo entero. Vayamos a una todas y todos, con mayor esfuerzo en cada jornada: no debemos vivir sin fomentar esta petición día tras día.