Cada Papa trae su estilo, sus acentos (éste, en la misericordia, por ejemplo) y su sensibilidad, que nos enriquecen
diariodecadiz.es
El Papa Francisco tiene, entre otros dones más del Espíritu Santo, un don mediático. Es capaz de convertir en noticia de primera plana y última hora las enseñanzas de dos mil años del cristianismo
Esa habilidad se extiende a sus colaboradores. Véase el revuelo montado tras las palabras de Parolin sobre el celibato. Y no dijo nada nuevo: tan poco dogmático es el celibato sacerdotal dentro de la Iglesia que en determinados ritos orientales hay de siempre sacerdotes casados, como los hay entre los conversos de la Iglesia Anglicana, además de ser perfectamente habitual entre nosotros el matrimonio de los diáconos, que es un grado del sacerdocio.
A pesar de todo, se ha querido avistar una revolución. Bendito jaleo, que nos da pie a los columnistas católicos a recordar, por un lado, que todos somos sacerdotes por el bautismo; y, por otro, que la vocación al celibato, sea en el sacerdocio sacramental o no, responde una llamada personal de entrega plena a Dios y para servicio a los hombres.
También ha causado gran revuelo que el Papa, en una distendida entrevista, haya declarado que jamás fue de derechas. Eso sólo puede sorprender al que se cree que la Iglesia lo es. Sin embargo, lo de las derechas y las izquierdas es de anteayer (1789) y la postura de siempre de la Iglesia es la de la canción de Isabel Escudero: «Ni derechas/ ni izquierdas:/ entre arriba y abajo/ es la pelea» o la de las dos ciudades de san Agustín.
En esa entrevista, confiesa el Papa su deseo de una Iglesia menos centrada en la homosexualidad o el aborto. Detecto ahí una "cierta probable ingenuidad", que es la casi virtud que él literalmente destaca de su admirado beato Pedro Fabro, tan admirable. No es a la Iglesia a la que esos temas obsesionan, sino al mundo. Puede medirse lo poco (aunque claro) que de ellos se habla en las Sagradas Escrituras, en la Tradición y en el mismo Catecismo. Y ya verá Su Santidad cómo, a pesar de sus deseos, que comparto, no dejan de perseguirle y de preguntarle por esos temas ni a sol ni a sombra.
No quiero decir que Francisco no suponga una novedad. Cada Papa trae su estilo, sus acentos (éste, en la misericordia, por ejemplo) y su sensibilidad, que nos enriquecen. ¡Para noticia bomba de verdad sorprendente de la entrevista, y que nos atañe como gaditanos, el que José María Pemán sea una lectura predilecta del Santo Padre! ¡Oh, anda! Tenemos que estar muy orgullosos.