La estatua de la Virgen dejará Portugal en octubre para llegar a Roma; el Papa quiere confiar el mundo al corazón de María
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La estatua de la Virgen dejará Portugal en octubre para llegar a Roma; el Papa quiere confiar el mundo al Corazón de María
El próximo 13 de octubre, el día de la última aparición de la Virgen de Fátima, Papa Francisco confiará el mundo a María. Un acto que forma parte de las celebraciones para el Año de la Fe, que retoma los que hicieron sus predecesores, a partir de Pío XII hasta Juan Pablo II. Un acto que demuestra claramente la particular devoción mariana del Pontífice argentino.
La estatua original de la Virgen de Fátima, que lleva todavía en la corona uno de los proyectiles que iban dirigidos en contra de Juan Pablo II en el atentado del 13 de mayo de 1981, llegará a la plaza San Pedro el sábado 12 de octubre por la tarde. Francisco estará esperando su llegada. Es la décima vez en poco menos de un siglo que la efigie mariana conservada en la capillita de las apariciones de Fátima deja el santuario portugués. Antes del anochecer, la estatua será llevada al santuario romano del Divino Amor, en donde habrá una vigilia de oración. El 13 de octubre por la mañana la estatua volverá a la plaza San Pedro, en donde, después del Rosario, el Papa celebrará una Misa y confiará el mundo a María.
La primera de las consagraciones del mundo a la Virgen de Fátima se llevó a cabo durante el pontificado de Papa Pacelli. El 31 de octubre de 1942, en medio de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII (hablando en portugués por la radio) consagró el mundo al Corazón Inmaculado e hizo una alusión velada a Rusia, según la petición que hizo la aparición a los tres pastorcillos de Fátima. Otra consagración también se llevó a cabo justamente en la plaza San Pedro y la hizo Juan Pablo II, el 25 de marzo de 1984, en un momento en el que la tensión sobre los misiles europeos era muy elevada.
La estatua original volvió al Vaticano el 8 de octubre de 2000. En aquella ocasión, Juan Pablo II, ante la presencia de 1.500 obispos de todo el mundo, encomendó el nuevo milenio a la Virgen pronunciando frases que entonces (once meses antes de los hechos del 11 de septiembre de 2001) no fueron comprendidas. Dijo, de hecho, que la humanidad se encontraba en una encrucijada y que podía transformar el mundo en un jardín lleno de flores o en una montaña de escombros.
Papa Francisco hizo una alusión a la estatua de la Virgen durante su primer Ángelus, el domingo 17 de marzo, cuando habló sobre una de las copias de la estatua que hizo un peregrinaje por el mundo: «Recuerdo, apenas obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires la Virgen de Fátima y se hizo una gran misa por los enfermos. Yo fui a confesar a esa misa...». Francisco también recordó que una mujer anciana fue a confesarse y le dijo, sorprendiéndolo por la profundidad de su fe sencilla: «Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría».
Un mes después fue el patriarca de Lisboa, el cardenal José Policarpo el que anunció que Francisco le había pedido que consagrara su pontificado a la Virgen de Fátima: «Papa Francisco me pidió en dos ocasiones que consagrara su nuevo ministerio a Nuestra Señora de Fátima». El acto de consagración se llevó a cabo el 13 de mayo. «Estamos todos a tus pies, los obispos de Portugal en compañía de esta multitud de peregrinos, en el 96 aniversario de tu aparición a los pastorcillos −recitó Policarpo− para llevar a cabo el deseo de Papa Francisco, claramente manifestado, de consagrar a ti, Virgen de Fátima, su nuevo ministerio de obispo de Roma y pastor universal».
Francisco no tiene ningún problema a la hora de manifestar públicamente su apego mariano, como lo demuestran las cinco visitas que ya hizo para rezar en la Basílica de Santa María Mayor. La primera fue el 14 de marzo, inmediatamente después de la elección, para ofrecer un ramo de flores al icono de la Salus Populi Romani y pedir su protección para la ciudad de Roma.
El Papa después volvió el 4 de mayo para recitar el rosario, y volvió a ir el día de la fiesta del Corpus Domini, al final de la procesión. Francisco quiso recogerse en oración ante el icono de la Salus Populi Romani poco antes de partir hacia Río de Janeiro, cuando encomendó a la Virgen la Jornada Mundial de la Juventud. El 29 de julio, acabando de llegar al aeropuerto de Ciampino desde Río, pasó nuevamente para una oración de agradecimiento.
Entre las devociones marianas más entrañables para el Papa destaca una que él mismo ayudó a difundir por Argentina, la de María la que desata los nudos. Una devoción que nació con una imagen votiva bávara de 1700 (Maria Knotenlöserin) y que ahora se conserva en una capilla de la Iglesia románica de San Peter en Perlach, de la que se ocupan los jesuitas en el corazón de Agsburg, Barviera.
En este lugar, recordó Stefania Falasca en el periódico Avvenire, durante sus estancias de estudio en Ingolstadt, el padre Bergoglio descubrió el icono. Volvió a Argentina y comenzó a divulgarlo. Como auxiliar en Buenos Aires se encargó de que se le dedicara un santuario a esa efigie. Y como arzobispo inauguró varias capillas dedicadas a la Virgen y adoptó, si se puede decir, su imagen como “tarjeta de presentación” que incluía en su correspondencia. La Virgen aparece representada tratando de deshacer los nudos (grandes y pequeños) de una cinta que le ofrecen algunos ángeles.