Presentar la fe a los demás, especialmente con la propia vida, es un "deber gozoso" para todos los cristianos, dice Mons. Echevarría en su carta de noviembre.
Sugiere Mons. Javier Echevarría en su Carta que la solemnidad de Todos los Santos, la conmemoración de los fieles difuntos y todo el mes de noviembre constituyen una buena ocasión para hacer un examen de conciencia más profundo, reavivando las ansias de Dios y rectificando lo que haya que rectificar.
Una mirada al mundo, afirma, nos mueve a considerar con dolor que son muchos –hombres y mujeres, jóvenes y ancianos– los que recorren las sendas terrenas sin apenas considerar su destino eterno. Otras inquietudes y necesidades ocupan casi por completo su horizonte vital; y, a veces sin culpa propia, desconocen la dignidad a la que Dios los llama, la felicidad sin término a que los convoca. Por eso, continúa, tú y yo, cada cristiano consciente de la grandeza de su vocación, no puede permanecer indiferente ante la suerte de esas muchedumbres que no conocen a Dios o lo ponen entre paréntesis.
Ante esta realidad, no caben pesimismos. Hemos de rogar al Señor que nos llene de su celo y que seamos conscientes de que, con la oración y la mortificación, nos acercamos hasta el último rincón del planeta. ¿Queremos a toda la humanidad? ¿Cómo reaccionamos ante las noticias de países lejanos?
Se refiere a la Carta apostólica, convocando un año de la fe, en la que Benedicto XVI reafirma esta responsabilidad fundamental de los fieles católicos, a que el pensamiento de la Comunión de los santos, tan vivo en las próximas semanas, nos impulsará a pedir a la tercera Persona de la Santísima Trinidad que acreciente en cada uno el deseo de acercarle muchas almas y a empeñarnos diariamente en la tarea apostólica con renovado ardor.
Comentando unas palabras de Jesús a sus discípulos: ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?;he venido a prender fuego en la tierra, ¿y qué quiero sino que se encienda?,recuerda el Prelado queestas palabras espolearon el alma de san Josemaría desde muy joven. Durante años, me encendía en amor de Dios la consideración del afán de Jesús por incendiar el mundo con su fuego. Y no podía contener dentro de mí aquel hervor que se abría impetuosamente en mi alma y que, expresándose en las palabras mismas del Maestro, salía a gritos de mi boca: ignem veni mittere in terram… (…). Ecce ego quia vocasti me(Lc 12, 49; 1 Re 3, 9);aquí estoy, porque me has llamado.
Pidamos al Paráclito, continúa el Prelado, que encienda nuestros corazones; que nos haga experimentar, con Cristo, el celo por la salvación de todos. Y con palabras de San Josemaría: Aquel ignem veni mittere in terram!, he venido a la tierra a pegarle fuego, nos debe quemar el alma. Y hemos de estar decididos, absolutamente decididos, a decir al Señor: ecce ego quia vocasti me! (1 Sam 3, 8), ¡aquí me tienes!, porque me has llamado a ser cristiano. ¿Padre de familia? Padre de familia. ¿Hijo de familia? Hijo de familia. ¿Madre de familia? Madre de familia. Pero pegando fuego a todo lo que toquéis. Si no prendéis fuego a lo que tenéis alrededor, vosotros mismos os quemaréis tontamente, para dejar sólo unas cenizas, en lugar de una brasa de luz y calor.
Antes de terminar se refiere Mons. Echevarría a su reciente estancia en Pamplona y Madrid, donde he tenido reuniones con millares de fieles de la Prelatura, cooperadores y amigos. He pedido a la Trinidad Santísima que renueve en todos el afán apostólico, colaborando en la nueva evangelización de la sociedad con su apostolado personal de amistad y confidencia, y también promoviendo actividades formativas que lleven el mensaje de Cristo a todos los ambientes y pide oraciones por los treinta y cinco hermanos vuestros que recibirán la ordenación diaconal el próximo día 5, en Roma. Pedid para ellos, y para todos los ministros de la Iglesia, un corazón a la medida del Corazón de Cristo.