El Papa invitó también a Asís a personalidades agnósticas, abiertas a la búsqueda de Dios
ReligionConfidencial.com
La fe, aun contando con la debilidad de los hombres, debe ser instrumento de paz en el mundo
Andaban revueltos los discípulos de Lefebvre ante la convocatoria en Asís de líderes religiosos de todo el mundo, para reiterar el gran esfuerzo por la paz protagonizado por Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986.
El contraste resulta evidente: los integristas se sienten poseedores de la verdad religiosa absoluta, opuesta a un diálogo en términos de igualdad; Benedicto XVI, en cambio, quiere subrayar el camino hacia la verdad, convencido de que la humildad intelectual es sendero de paz, sin irenismos eclécticos, sincretismos o relativismos. Por eso invitó también a Asís a personalidades agnósticas, abiertas a la búsqueda de Dios. Hacía honor al lema de la convocatoria: "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz".
Con su capacidad de sorprender, Benedicto XVI pronunció un original discurso —una nueva lectio magistralis— en la basílica de santa María de los Ángeles. Una síntesis del texto podría ser la palabra "purificación", que subraya oportunamente su dolor arrepentido por las violencias cometidas por cristianos. Al analizar las raíces del mal, el Papa considera que esa purificación de los corazones es la vía para superar tanto las perversiones religiosas que fundamentan ciertos movimientos terroristas, como las consecuencias también nefastas de la "anti-religión". La fe, aun contando con la debilidad de los hombres, debe ser instrumento de paz en el mundo.
Era frecuente plantear en estas reuniones la posibilidad de un mínimo común denominador entre las grandes confesiones, a modo de núcleo religioso universal. Benedicto XVI ve preferible recurrir a la razón, para analizar la historia, buscando en la experiencia humana reglas de juego comunes para los diversos creyentes, e incluso —gran novedad de Asís 2011—, para los no creyentes. Al cabo, la razón no es cristiana, ni musulmana, ni budista, sino rasgo común de la humanidad.
En esa línea, el Papa recordó la situación de hace veinticinco años. No hay ya dos bloques separados por un Muro. Pero la falta de paz pervive tras la caída del comunismo soviético. Benedicto XVI presentó a grandes rasgos "los nuevos rostros de la violencia y la discordia". El primero es el terrorismo, que emplea «ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas».
Cuando el fundamentalismo mata en nombre de la religión, ofrece argumentos para atacar a todas las confesiones, sin distinguir entre la ausencia de razón y las múltiples formas religiosas donde fe y razón viven en armonía y diálogo. «A partir de la Ilustración, la crítica de la religión ha sostenido reiteradamente que la religión era causa de violencia, y con eso ha fomentado la hostilidad contra las religiones. (...) Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir —y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza— que esta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción».
Se olvida con facilidad que en el siglo XX han causado mucho más muertos las ideologías que odian la religión que los fundamentalismos. El Papa se refirió a «una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme», que «es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad. (...) el "no" a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo».
En la sociedad contemporánea, Benedicto XVI deja en segundo plano el ateísmo impuesto por el Estado: «quisiera hablar más bien de la "decadencia" del hombre, como consecuencia de la cual se produce de manera silenciosa, y por tanto más peligrosa, un cambio del clima espiritual. La adoración de Mamón, del tener y del poder, se revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. (...) La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo». Así, «se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo».
Existe, en fin, un nuevo fenómeno que el Papa aprecia con gran interés: la expansión del agnosticismo: «personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios». Benedicto XVI afirma que «despojan a los ateos combativos de su falsa certeza», pero también interpelan a los creyentes: no pueden considerar «a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás».
Acudieron a Asís una decena de representantes judíos y 31 delegaciones de iglesias, comunidades eclesiales y organizaciones cristianas mundiales. Además, 176 delegaciones de tradiciones religiosas no cristianas ni judías (en 1986 fueron 28), por ejemplo, 67 budistas de once países, y 48 musulmanas (sólo once en 1986). Personas de una cincuentena de países participaron en esta gran jornada de reflexión, y rezaron por la paz en silencio, cada uno por su cuenta en espacios dispuestos para los asistentes.
En Asís se ha renovado el compromiso religioso universal por la paz, con ausencias exiguas pero significativas, como la de la Universidad Al-Azhar de El Cairo, representativa del islamismo sunita. Sirvan de síntesis esta frase de Massimo Introvigne: «si las religiones —junto con los no creyentes de buena fe— no se dan reglas comunes fundadas sobre el buen uso de la razón, la violencia continuará. Por eso el Papa consideró necesario un nuevo evento en Asís».