Atender a la intención del Papa en cada momento es la primera condición para acoger su magisterio
Atender a la intención del Papa en cada momento es la primera condición para acoger su magisterio
Las homilías del Papa en Santa Marta, todas las mañanas, constituyen un género nuevo dentro de su comunicación con los fieles. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que el magisterio ordinario de los Papas más recientes tuvieran un formato bastante normalizado. Todos los actos magisteriales y de gobierno del Papa los podíamos encontrar en ‘Acta Apostolicae Sedis’ (una especie de B.O.E. de la Santa Sede) o en la web oficial www.vatican.va. Juntando todo el magisterio de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI (para lo cual harían falta años de dedicación y estudio) tenemos a mano, entre otras cosas, una extensa lectura y una aplicación del Concilio Vaticano II con la hermenéutica de la continuidad y de la reforma.
El Papa Francisco lleva tres meses de pontificado y todavía no ha estrenado ninguno de los formatos mayores de Magisterio (por ejemplo una Encíclica) o una disposición disciplinar importante (una Constitución Apostólica o un Motu propio, por citar posibilidades). En cambio ha desarrollado una intensa actividad pastoral como Obispo de Roma, con una predicación abundante y frecuentes celebraciones litúrgicas con gran participación de pueblo. Pero las misas en Santa Marta con sus homilías breves y encendidas constituyen una auténtica novedad.
Tenemos que releer con atención la cuidadosa nota del P. Lombardi que nos sitúa ante la naturaleza de esa celebración matinal y diaria: «Se trata ─dice el comunicado─ de una Misa con la presencia de un grupo no pequeño de fieles (en general de más de cincuenta personas), pero a la que el Papa desea conservar un carácter de familiaridad. Por esta razón, a pesar de las peticiones que han llegado, él ha deseado explícitamente que no se transmita en directo audio y vídeo En cuanto a las homilías, no son pronunciadas en base a un texto escrito, sino espontáneamente, en lengua italiana, lengua que el Papa domina muy bien, pero que no es su lengua materna. Por tanto, una publicación “integral” comportaría necesariamente una transcripción y una reescritura del texto en varios puntos, dado que la forma escrita es diferente de la oral, que en esto caso es la forma originaria elegida intencionalmente por el Santo Padre. Resumiendo, se necesitaría una revisión del mismo Santo Padre, pero el resultado sería claramente “otra cosa”, que no es lo que el Papa desea hacer cada mañana.
Aquí está explicado lo que pretende el Santo Padre cada mañana. Y una de las normas de hermenéutica para entender y recibir adecuadamente el magisterio legítimo y auténtico del Pastor universal de la Iglesia es atender, en primer lugar a su propia intención. Dicho de otro modo, los actos de magisterio se autocalifican en el mismo acto. Ejemplos sencillos pueden ser los siguientes. Cuando Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María a los Cielos, calificó su intervención con estas palabras: «por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina…»
Otro ejemplo: Juan Pablo II en la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis dice al final: «declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia». No se trata en este caso de la definición de un dogma, pero sí es un acto de magisterio irreformable.
Por contraste, cuando Benedicto XVI publicó Jesús de Nazareth, dejó bien claro en el prólogo: «Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal “del rostro del Señor” (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible» (J. Ratzinger, Jesús de Nazareth, parte I, prólogo).
Atender, pues, a la intención del Papa en cada momento es la primera condición para acoger su magisterio. Así lo declara la citada nota del P. Lombardi: «Es necesario insistir en el hecho de que, en el conjunto de las actividades del Papa, se conserva atentamente la diferencia entre las diversas situaciones y celebraciones, así como también el diverso nivel de empeño de sus pronunciamientos».
La vida moderna presenta una diversidad de situaciones que no se daban en otros tiempos. Eran famosas las informales ruedas de prensa que Juan Pablo II mantenía con los periodistas que le acompañaban en el avión en sus numerosos viajes pastorales por todo el mundo. Igualmente tenían especial tono confidencial las reuniones con el clero o los seminaristas de una determinada diócesis. A esta variedad de situaciones ha de añadirse el efecto multiplicador de los medios y las posibilidades casi infinitas de combinar frases sueltas. Un lector poco avisado puede encontrarse ante un puzle de titulares que pretenden reflejar la mente del Papa.
Demos muchas gracias a Dios por la “sorpresa” de este Papa y por las “sorpresas” que pueda depararnos en un futuro. Pero aún no han llegado los “formatos mayores” en lo doctrinal, lo normativo y, sobre todo, faltan los nombramientos.