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«La Iglesia no tiene una bola de cristal, pero sabe que es capaz de 'ver' el presente y el futuro mucho mejor si utiliza la razón y la fe para iluminar lo que está sucediendo en el mundo»
«Los actuales esfuerzos de las Naciones Unidas en la salud y el bienestar de la mujer no tienen en cuenta cómo la experiencia del amor en la familia la ayuda a prosperar», dijo Helen Alvaré.
La profesora de derecho y asesora del Consejo Pontificio para los Laicos comentó esto a ZENIT tras su participación como ponente en un evento, la semana pasada, organizado con motivo de la 55ª Reunión de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer.
La mesa de debate sobre “Salud y Educación: avanzando el bienestar de las mujeres y los niños”, patrocinado por la Misión de Observación permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas y por la Misión permanente de Santa Lucía en Naciones Unidas, junto con el Camino para la Fundación de la Paz.
Comentando el trabajo actual de las Naciones Unidas en este ámbito, Alvaré observó que «no se presta suficiente atención al papel que desempeña las costumbres sexuales de la mujer, el matrimonio estable y la maternidad como factores que contribuyen a su bienestar».
«Parece haber una tendencia a pensar en la mujer y la niña como portadores de derechos individuales, destacó, a pesar de las aspiraciones de ambas de estar en una familia, y la importante cantidad de datos empíricos que demuestran la prosperidad de la mujer —física, emocional y educacional— de su experiencia de amar y ser amada dentro del contexto de una familia».
Alvaré admitió que «a menudo los problemas reales que pueden surgir en el contexto de la familia —la violencia es el más importante, por supuesto— pueden prevenir a los observadores y evitar que admitan los bienes que las familias aportan a sus miembros y a la sociedad».
Ella continuó diciendo que «es también posible que algunas de estas presunciones —sobre los hombres, el matrimonio y toda la noción de la complementariedad, por ejemplo— que jugaron un papel muy importante en el feminismo de finales del siglo XX, todavía influyen en las voces nacionales e internacionales que hablan en nombre de la mujer».
Una única voz
Alvaré destacó que la Iglesia ofrece una contribución única cuando habla del bienestar de la mujer en respuesta a estas otras voces que se escuchan en las Naciones Unidas o en otros sitios
También observó que «la Iglesia combina la llamada de la mujer a la dignidad y la igualdad como criatura hecha a imagen de Dios con la voluntad de reconocer las diferencias entre los hombres y las mujeres cuando estas son relevante para la prosperidad de los individuos, familias y sociedades, con el apoyo de la sinergia y complementariedad del hombre y la mujer y el reconocimiento sincero del pecado original».
La Iglesia hace esto «de manera que se den ambas llamadas, al hombre y a la mujer, de dar lo mejor de sí mismos, mientras que ayuda a explicar o a reconocer las situaciones que se producen cuando ellos no responden a esta llamada», añadió.
Alvaré continuó: «También la Iglesia, en su celo por el matrimonio de la razón y la fe, es muy hábil para buscar y obtener lo mejor de la evolución intelectual moderna que influye en las situaciones y problemas de los hombres y las mujeres de hoy».
«La Iglesia no tiene una bola de cristal, pero sabe que es capaz de 'ver' el presente y el futuro mucho mejor si utiliza la razón y la fe para iluminar lo que está sucediendo en el mundo».
Los ponentes concluyeron que la Iglesia «se siente libre para ir hacia donde la evidencia la lleva, no importan las corrientes populares e impopulares de los tiempos».
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]
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