Palabra (Entrevista de Giovanni Tridente)
“Es hora de recoger los frutos y proponer metas altas de seguimiento de Cristo”
Palabra ha entrevistado a Mons. Miguel Delgado Galindo, Subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, sobre los frutos de este acontecimiento eclesial y juvenil que ha conquistado la capital española en el mes de agosto.
Como sacerdote y como español, ¿que ha representado para Usted el gran evento de fe que ha sido la JMJ?
Participar en la JMJ es siempre una gracia de Dios, una fuerte sacudida en la vida de fe de un católico. En ella se palpa que la Iglesia está viva y es joven, como decía Benedicto XVI al inicio de su pontificado.
En 1989, yo fui uno de los jóvenes de la JMJ de Santiago de Compostela. En la JMJ de Madrid 2011 he estado como sacerdote que trabaja en el Consejo Pontificio para los Laicos, el dicasterio de la Santa Sede que, entre otras cosas, se ocupa de la organización de la Jornada a nivel de la Iglesia universal. A pesar de que han pasado los años, sigo apreciando mucho la JMJ por todo el bien que hace a las almas de los jóvenes. A mí también me lo hace.
¿Cuál ha sido, en concreto, su papel en esta Jornada?
La JMJ es un proyecto pastoral permanente. Unas personas suceden a otras en las tareas que llevaban a cabo. Lo que cuenta es realizarlas del mejor modo posible. En mi caso, durante la JMJ he podido participar en todos los actos, y reunirme y conversar con muchas personas: obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes, etc.
En resumen, he podido sacar experiencia para el futuro.
¿Qué ha pensado al ver tantos miles de jóvenes?
La JMJ nunca deja de sorprender a quienes toman parte en ella. Conviene recordar que la JMJ de Madrid ha batido el récord de inscripciones: se superaron las 400.000, hecho verdaderamente insólito en la historia de estas Jornadas. Por tanto, las expectativas de participación eran muy buenas. La JMJ nos permite contemplar el futuro de la Iglesia con mucha esperanza.
¿Qué ha cambiado este año respecto a 1989, con Juan Pablo II en Santiago de Compostela?
La historia sigue su curso, y los jóvenes de 1989 se han convertido en adultos. Sin embargo, jóvenes los habrá en todas las épocas aspiran a encontrar un amor grande para sus vidas, que dé respuesta a las preguntas fundamentales que se formula.
Ese amor que buscan es Jesucristo, y la JMJ pretende facilitar este encuentro con Dios. Por otro lado, manteniendo su estructura básica, la JMJ se ha ido enriqueciendo con el paso de los años.
Por ejemplo, en la JMJ de Denver (1993) se introdujo la celebración del Vía Crucis; el festival de la juventud en la de París (1997); en la de Roma (2000), se incorporó la fiesta del perdón, para que los jóvenes pudieran acercarse al sacramento de la reconciliación en un espacio muy grande de la ciudad —el Circo Máximo— y preparado para ello; en la de Colonia (2005), la adoración eucarística durante la vigilia, etc.
¿Cuáles son los frutos para la Iglesia y la sociedad de un encuentro como el que se ha celebrado en Madrid?
Muchos y muy variados. Cada joven que ha participado en una JMJ ha salido beneficiado en algo; y con él, toda la Iglesia y la sociedad. Pensemos en los que han conocido a Cristo y su Iglesia con mayor profundidad; en quienes han participado en las diversas celebraciones y actos con el Papa; en los que se han confesado y han emprendido un camino de conversión —se estima que solamente en la fiesta del perdón celebrada en el Parque del Retiro de Madrid se acercaron al sacramento de la penitencia alrededor de 40.000 jóvenes—; en los jóvenes que han encontrado su vocación cristiana, ya sea en la vida laical —en el celibato o en el matrimonio—, o siguiendo la llamada a seguir a Dios como sacerdote o religioso, etc.
En su opinión, ¿cómo ha vivido el Santo Padre la intensa visita en tierra española (la tercera desde el comienzo de su pontificado)?
Durante los días de la JMJ pude ver al Papa bastante de cerca. No obstante el calor propio del mes de agosto en Madrid, creo que Benedicto XVI vivió esas jornadas con mucha alegría. Él mismo lo comentó durante la catequesis del miércoles 24 de agosto en Castel Gandolfo, que estuvo dedicada por entero a la última JMJ.
¿Qué pasará ahora, una vez terminada la Jornada Mundial de la Juventud 2011? ¿Qué quedará?
Ahora es el momento de recoger los frutos de las enseñanzas del Papa, proponiendo metas altas de seguimiento de Cristo a cada joven, en parroquias, asociaciones, movimientos eclesiales y otras instituciones de la Iglesia que trabajan con jóvenes.
¿Podría contarnos alguna anécdota sobre su experiencia como sacerdote que ha vivido varias Jornadas de la Juventud (conversiones, opciones vocacionales, etc.)?
Recuerdo que una joven me contó que se sintió removida por una mirada del beato Juan Pablo II durante una JMJ, y comenzó así un itinerario que la condujo a acercarse más a Cristo. Conozco a varios jóvenes que con ocasión de una JMJ se decidieron a entregarse a Dios en la vida laical; otros entraron en el seminario y ahora ya son sacerdotes.
En Madrid encontré a varias parejas de recién casados que escogieron la JMJ como lugar de su viaje de novios. Me gustó la idea. Por supuesto, la inmensa mayoría de anécdotas han quedado entre Dios y cada joven, y es del todo lógico que sea así.
¿Trabaja ya en la próxima Jornada en Río de Janeiro, Brasil, en 2013?
Desde luego; los “motores” de la organización de la JMJ no se apagan nunca. Además, conviene tener en cuenta que para una cita de esta envergadura el año 2013 está a la vuelta de la esquina.
¿Piensa que la fórmula de las Jornadas Mundiales de la Juventud sigue siendo válida, o necesita ajustes y cambios?
La JMJ de Madrid ha demostrado una vez más que es un instrumento muy adecuado para la evangelización de los jóvenes. En la JMJ el Papa se reúne con jóvenes de todo el mundo para hablarles de la fe católica y presentarles la persona de Jesucristo.
El esquema esencial está bastante consolidado, si bien dentro de ella caben adaptaciones. Por ejemplo, el Papa confesó en Madrid a algunos jóvenes en el Parque del Retiro —era la primera vez que lo hacía un Papa—, se encontró con jóvenes religiosas y jóvenes profesores universitarios en El Escorial, etc.
A menudo se describe a los jóvenes como una generación, sin esperanza y sin valores. ¿Es realmente así?
No comparto estos planteamientos pesimistas, porque creo que no se ajustan a la verdad. ¿Acaso no hubieran podido decir lo mismo los adultos de otras épocas de la historia respecto a sus jóvenes?
Los jóvenes son siempre la esperanza de un país, de un continente, del mundo entero. También lo son de la Iglesia, como dijo el beato Juan Pablo II al comienzo de su pontificado.
¿Es posible esta Jornada deje como herencia también un resurgimiento de la religiosidad del pueblo español?
Así lo espero, considerando que han sido muy numerosos los jóvenes de España que han participado en la JMJ de Madrid.
Ellos son el futuro de la Iglesia y de la sociedad española. Por esta razón interesa mucho dedicarles las mejores energías del trabajo pastoral.
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