Un viaje al corazón de Europa en medio de las crisis sobre su identidad; con Benedicto XVI parece que siempre funciona el ‘más difícil todavía’
Del 22 al 25 de septiembre, con el lema «Donde está Dios, ahí hay futuro», Benedicto XVI realiza una nueva visita apostólica internacional. Es ya la vigésimo primera desde su elección pontificia. El destino es su Alemania natal, con paradas en Berlín (con visitas oficiales al parlamento alemán y una misa en el Olympiastadion, donde Hitler clamó por la Guerra total), Erfurt −la ciudad católica de Lutero−, el santuario mariano de Etzelsbach y Friburgo de Frisgovia, donde mantendrá un encuentro con los miembros de la Conferencia episcopal alemana y con los jueces del Tribunal constitucional federal. En Alemania esto es posible.
En estos lugares se encontrará también no solo con protestantes, sino también con ortodoxos, judíos y musulmanes. En la actualidad, el 30,18% de los alemanes son católicos. El número de católicos bautizados asciende a casi 25 millones de personas (24.675.000), el 30,18% de la población. Hace poco que el número de católicos ha superado por poco a los protestantes, y el clima actual, no tiene nada que ver con las guerras de religión. La canciller alemana, Angela Merkel, hija de un pastor protestante, destacó por su parte que el viaje de Benedicto XVI anima a «la convergencia y la solidaridad entre los cristianos y la sociedad actual».
Además el cardenal Koch, el suizo presidente del Pontificio consejo para la unidad de los cristianos, ha declarado que «la Iglesia católica y la Federación luterana mundial preparan una declaración común sobre la Reforma de cara al quinto centenario de la publicación de las 95 tesis de Lutero en 2017». En medio de la crisis económica que no cesa −más aún, hasta se incrementa, como ahora volveremos a decir− y mientras Alemania sigue siendo la locomotora de Europa, estos encuentros resultan más que interesantes. Un viaje al corazón de Europa en medio de las crisis sobre su identidad y del euro. El papa alemán ha hablado siempre de las raíces éticas de las crisis económicas. A esto se une el hecho de que Benedicto XVI va a visitar a los osies, como se llama coloquialmente a los alemanes que viven en la antigua República democrática alemana.
Todo tiene una historia. En 1974, un Trabant −un pequeño coche de Alemania del Este− traqueteaba a través de los campos de Turingia, una provincia de la comunista República Democrática alemana. En el sitio del copiloto se sentaba el profesor Joseph Ratzinger y al volante estaba Joachim Wanke, entonces asistente del seminario local, el único en la RDA. Los dos sacerdotes, escribe Rainer Erice, un periodista de la radio alemana Mitteldeutsche Rundfunk Thüringen (MDR), se encontraban realizando una excursión a las históricas ciudades de Jena y Weimar. Era un momento de relajación durante la breve visita de Ratzinger a Alemania del Este, cuyo propósito era dar una serie de ponencias a los estudiantes y teólogos de Erfurt, capital de Turingia.
Lo importante de esta visita es que marcó el comienzo de la vigilancia a la que sometió la "Stasi", o policía secreta de Alemania del Este, al profesor Ratzinger. Los documentos revelan que en 1974, la Stasi era muy consciente de que Ratzinger tenía futuro en la Iglesia, pero no tenían los espías adecuados para seguirle. En los informes, a pesar de que lo querían retratar negativamente, no pudieron evitar hacer alguna observación positiva. Además de alabar su gran inteligencia, destacaron: «Aunque puede parecer tímido al principio en una conversación, tiene un encanto que te gana».
Ahora bien, ¿qué piensa Benedicto XVI de Lutero y de los protestantes? En su libro de 1987 titulado Iglesia, ecumenismo y política, Ratzinger escribió que había dos Luteros: uno el escritor del catecismo, compositor de himnos y promotor de la reforma litúrgica (este Lutero tendrá algo de precursor del Vaticano II); y otro Lutero polemista, que se centraba en el individuo, olvidándose del todo de la Iglesia. Han tenido lugar desde entonces muchos acuerdos y diálogos entre católicos y luteranos, además de con otros protestantes. Pero existen todavía importantes problemas: por ejemplo, en lo que se refiere al concepto de ministerio (la ordenación de mujeres y homosexuales sería un índice de ello), de autoridad (al no existir más que la de cada comunidad y tender más a una estructura democrática) y en lo que se refiere a la enseñanza moral, especialmente en el ámbito de la bioética.
A la vez, el conocimiento del papa actual del reformador alemán, así como su contribución directa a la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación (1999). El 3 de noviembre de 1998 mantuvo una reunión con algunas autoridades luteranas para desbloquear el acuerdo. Según Allen, la contribución de Ratzinger consistió sobre todo en tres acciones: en primer lugar, insistió que el diálogo ecuménico consistía en la «diversidad reconciliada», no en la fagocitación de otras confesiones cristianas. «Esto es importante para muchos luteranos en Alemania −dijo entonces Ratzinger−, quienes temen que nuestro último objetivo es su retorno a Roma».
En segundo lugar, el cardenal Ratzinger reconoció a su vez la autoridad de la Confederación luterana mundial para alcanzar este acuerdo. Por último, Ratzinger se manifestó de acuerdo en que, mientras los cristianos hemos de hacer buenas obras, la justificación y el juicio de Dios corresponde a la misericordia de Dios. Faltaría más. El obispo George Anderson, de la Iglesia evangélico-luterana de América, quien no estuvo allí pero quien se carteó con los participantes afirmó: «Fue Ratzigner quien deshizo el nudo gordiano… Sin él no hubiera habido acuerdo».
El teólogo luterano Reinhard Frieling sugirió no hace mucho que Benedicto podía ser declarado «cabeza honorario de la cristiandad», que está todavía muy lejos del «pleno, inmediato y universal potestad ordinaria en la Iglesia» proclamado por el Vaticano II. Pero esta sugerencia denota una gran apertura, sobre todo viniendo de un protestante (Lutero, con su énfasis habitual, había sostenido en numerosas ocasiones que el papa era el anticristo). Ahora la fórmula era «unidad con el papa, pero no bajo él». Por su parte, a los pocos días de su tercer viaje a Alemania, Benedicto XVI realizó un gran regalo a sus compatriotas, como muestra de buena voluntad: el envío a Dresde de una obra maestra de Rafael que antes jamás había salido de los Museos Vaticanos, la llamada Virgen de Foligno o «Virgen Sixtina», conservada en Dresde desde mediados del siglo XVIII. María volvía a tierras alemanas, aunque no hemos de olvidar que está también en los cuadros de los luteranos Durero y Grünewald.
No todo son datos a favor, sin embargo. Los obispos alemanes admitieron a la vez que la próxima visita del papa Benedicto XVI a su país de origen se produce en momentos en que el catolicismo en Alemania vive una «fase difícil», tras los escándalos sobre abusos sexuales en diversos centros educativos regentados por religiosos. «Vivimos una fase difícil y el santo padre no cierra los ojos ante la situación de la iglesia en Alemania», dijo el presidente de la Conferencia Episcopal germana y obispo de Friburgo, Robert Zöllitsch, durante una conferencia de prensa en Berlín unos días antes.
Las manifestaciones anti-papa han tenido también lugar ante la Puerta de Brandenburgo. Además algunas autoridades de Berlín han puesto trabas para desplegar grandes carteles de bienvenida al papa. En efecto, un tribunal administrativo falló en contra de la propuesta, señalando que dichas vallas podían resultar antiestéticas, ser una distracción para los conductores y causar accidentes de tráfico (tal vez estaban pensando en otro tipo de publicidad…). Los grandes carteles de casi diez metros cuadrados están permitidos en el distrito Mitte solo para campañas electorales y por «razones de abrumador interés público», que es determinado por las autoridades locales. También algunos parlamentarios declararon que no asistirían al discurso del pontífice, a pesar de haber sido aprovada la visita al Bundestag por mayoría.
«Con Benedicto XVI parece que siempre funciona el "más difícil todavía", comentaba un periodista español. En septiembre le espera la gran Alemania, su patria, y la estación central está en Berlín. Ciudad enigmática, cóctel explosivo de diversas esencias: la fría rigidez prusiana; la ideología marxista y el consiguiente vacío existencial; la inquietud cultural siempre en el filo de la protesta contra la tradición; y una suerte de contracultura underground que convive con la soberbia tecnológica de una ciudad que quiere proyectarse al futuro a todo gas, quizás porque su pasado está lleno de incómodos fantasmas.
Desde el punto de vista de la historia católica, Berlín es también el emblema de la Kulturkampf y de la atávica revuelta antirromana, que siempre encuentra en suelo germano un humus especialmente fértil. Bonito escenario para el papa nacido en Baviera [los bávaros son los tradicionales opositores de los berlineses], para el teólogo que ha desanudado todos los complejos ligados a ese malestar difuso que ahora puede convertirse en un torrente de improperios. Pero él quiere ir, sabe bien que tiene que ir precisamente allí. Se lo dijo a su paisano Peter Seewald: «sí, allí el rebaño está apremiado, y si el Señor me regala todavía la fuerza necesaria, iré con gusto».
El papa alemán mantenía especial interés por su país. «Por un lado −decía Robert Zöllitsch, presidente de la conferencia episcopal alemana, su secretario, mons. Georg Gänswein, es un alemán. Le informa sobre las cosas más importantes, también por Internet. No se puede pretender que el Papa navegue en internet directamente. Y luego tiene un amplio círculo de amigos en Alemania. Cuando me convertí en presidente de la Conferencia episcopal, me dieron enseguida el consejo de informar al Santo Padre, en lo posible, siempre directamente. Y debo decir que el papa Benedicto realmente escucha». Esperemos que ahora también Alemania, la tierra de Lutero, escuche al papa alemán.
Pablo Blanco
Profesor de Teología Dogmática. Universidad de Navarra.
Fuente: alfayomega.es.
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