Mons. Javier Echevarría habla en su carta sobre Abrahán, padre en la fe, de quien destaca su fidelidad, su trato y amistad con Dios y su preocupación por los demás
Inicia su carta el Prelado del Opus Dei teniendo bien grabada en la memoria la imagen de Benedicto XVI y de los innumerables jóvenes que, acogiendo la convocatoria del sucesor de san Pedro, acudieron a la Jornada Mundial de la Juventud, afirmando que hemos preparado todos ese evento en la oración, persuadidos de que a muchos les llegaría de un modo u otro la voz del Señor, que invita a cada uno a seguirle,y sugiriere continuar rezando para que las decisiones de una vida cristiana más intensa y más apostólica maduren en quienes hemos escuchado y meditado las palabras del Santo Padre.
Invita Mons. Echevarría a considerar este mes algunos aspectos que el Romano Pontífice destaca al comentar la figura del patriarca Abrahán, por su fidelidad constante en cumplir los mandatos del Señor, en los que destaca su escucha atenta de la palabra divina, y sugiriendo que también nosotros hemos de acercarnos a la Sagrada Escritura con el afán de descubrir la voz de Dios, como lo expresaba el Papa hace pocos meses: «Quiero invitaros (...) a conocer mejor la Biblia –que espero tengáis en vuestras casas– y, durante la semana, deteneros a leerla y meditarla en la oración, para conocer la maravillosa historia de la relación entre Dios y el hombre, entre Dios que se comunica a nosotros y el hombre que responde, que reza».
Se refiere también el Prelado al consejo que, en este sentido, daba San Josemaría: «Leed la Escritura Santa. Meditad una a una las escenas de la vida del Señor, sus enseñanzas. Considerad especialmente los consejos y las advertencias con que preparaba a aquel puñado de hombres que serían sus Apóstoles, sus mensajeros, de uno a otro confín de la tierra», y recuerda cómo llevaba anotados en su agenda de bolsillo algunos textos de la Sagrada Escritura, que repasaba y ponderaba con frecuencia. De su experiencia personal procede una consideración recogida en Surco: «Esos minutos diarios de lectura del Nuevo Testamento, que te aconsejé (...), son para que encarnes, para que “cumplas” el Evangelio en tu vida..., y para “hacerlo cumplir”»
Retoma Mons. Echevarría algunos aspectos de la historia de Abrahán, afirmando que la fe le conduce a oír con atención la palabra del Señor y a ponerla por obra. Su intimidad con Dios crece con el trato, hasta el punto de que la Sagrada Escritura, cuando formula su elogio, dice de él que era ‘amigo de Dios’. También Jesucristo da ese título a los Apóstoles: "os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer". Y nos lo repite a cada una, a cada uno –no una vez, ¡muchas!–, a lo largo de la jornada, y hace hincapié, recordando la escena en la que el Señor decide castigar a los habitantes de Sodoma y Gomorra, y en la importancia de la oración de unos por otros, afirmando que ahora, como en otros momentos de la historia, el Señor está dispuesto a convertir los corazones, atendiendo las súplicas de sus amigos. Pero es preciso que cada una y cada uno rece más, para que las almas vuelvan a la amistad de Dios y para que nosotros no nos alejemos. Como decía nuestro Padre, el problema es que «rezamos pocos, y los que rezamos, rezamos poco», y asegura que es preciso orar siempre y orar con más intensidad por las necesidades de la Iglesia, de las almas, del mundo entero. Hagámoslo con fe, humildad y perseverancia.
Y ya casi al final de su carta: retornando a las consideraciones del principio de estas líneas, insisto en la necesidad de encomendar al Señor los frutos de todas las actividades realizadas estos meses en el mundo entero. Insisto: recemos especialmente por la continuidad de la labor apostólica con la juventud, después de las jornadas de Madrid, para que en todas partes muchos hombres y mujeres jóvenes se decidan a seguir de cerca a Jesucristo. Confiemos estos deseos a la Santísima Virgen, aprovechando las diversas fiestas marianas que jalonan el mes de septiembre. Y no nos olvidemos de estar, con Ella, junto a la Cruz de Jesús, en la Misa y durante la jornada entera. De este modo se harán realidad las hambres de santidad y de apostolado que deseamos sembrar en los corazones.
Para terminar, comenta brevemente su estancia de varias semanas en Costa de Marfil, en Congo y Francia y a punto estamos de comenzar la labor en Sri Lanka: ¿no sentís las hambres de colaborar, cada una y cada uno desde su sitio, en esta siembra de paz y de alegría por todo el mundo?