No perdamos el tiempo en el debate sobre algunas críticas sesgadas de los que se molestan ante iniciativas de la Iglesia con amplio respaldo, sino en sacar consecuencias de cuánto van a vivir los jóvenes con el Papa
El Papa estará en Madrid del 18 al 21 de agosto, en los actos centrales de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Cientos de miles de jóvenes, llegados de los cinco continentes, van a asistir en pleno agosto a esta iniciativa de Juan Pablo II, que ha continuado su sucesor, Benedicto XVI.
Probablemente no es muy conocido el origen de las JMJ. Juan Pablo II se volcó con los jóvenes, desde sus años de sacerdote, y por supuesto siendo Papa: en toda institución, hablar de jóvenes es hablar de futuro, de vida actual. Juan Pablo II fue pionero como Papa en muchos aspectos, y de modo especial quiso llegar a sectores donde la Iglesia Católica parecía llegar con dificultades crecientes e incluso arraigadas, y que eran sectores donde andaba en juego el futuro de la Iglesia, la práctica religiosa, el resurgir de las vocaciones.
Así se puede entender el desvelo de Juan Pablo II por la familia, por los jóvenes, por los medios de comunicación: había que recuperar y estar presente en la sociedad de la información, en la vida familiar y en los ideales de los jóvenes.
Juan Pablo II tenía planes en la cabeza, y los ponía en marcha con aparente prisa. La prisa le venía de lejos, pero esperaba el momento oportuno. Y cuando la ONU declaró 1985 como Año Internacional de la Juventud, vio que era el momento de que la Iglesia Católica organizara algo para dar respuestas a los jóvenes en la vida espiritual, en el ámbito de la fe católica. La Iglesia no debía quedarse al margen, quería ser un sumando y una oferta para los jóvenes.
Cientos de miles de jóvenes ya están llegando a España y llevan meses preparándose, muchos de ellos como voluntarios. Cambian otro tipo de vacaciones o viajes por estar con el Papa en Madrid. Se sorprenden de algunas críticas sesgadas —son los que se molestan ante iniciativas de la Iglesia con amplio respaldo— por el coste económico de la JMJ, cuando es conocido que el 70% lo cubren los participantes y el 30% empresas o instituciones patrocinadoras, adjudicando los gastos mediante concurso público de proveedores y con unos 100 millones de euros que se estima de beneficio, también para el Estado. No perdamos el tiempo en ese debate, sino en sacar consecuencias de cuánto van a vivir los jóvenes con el Papa.