AnalisisDigital.com (Entrevista de Elena Cabrera)
Análisis Digital les ofrece una entrevista con el Doctor en Derecho Canónico Jesús Ortiz sobre la próxima beatificación de Juan Pablo II, el próximo 1 de mayo, Fiesta de la Divina Misericordia. Ha hablado sobre el significado para la Iglesia, el estudio de su causa y su carisma, y ha recordado que “Benedicto XVI y toda la Iglesia han mostrado su felicidad por la próxima beatificación, un Papa guía en la fe, en la verdad y en la libertad”
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¿Qué significa para la Iglesia y para la sociedad la beatificación de Juan Pablo II, que estuvo 26 años al frente de su Pontificado?
Juan Pablo II enseñaba que la Iglesia necesita hoy testigos más aún que maestros, hombres y mujeres coherentes con la fe que son fieles a Dios y a los hombres. Él mismo es uno de estos: con su beatificación la Iglesia lo reconoce y muestra al mundo, invitando a tener esperanza. No andamos sobrados de esperanzas, de confianza en Dios y en los hombres. Por ejemplo, la crisis económica mundial plantea muchas preguntas acerca del sentido de la sociedad actual.
Entre otras, pensamos en si vale la pena tanto activismo para que después muchos se encuentren con las manos vacías; cuáles son los valores permanentes que sostienen la vida social y si la familia es uno de ellos; si el éxito como personas está en el dinero o en la honradez; si la valoración tan alta que tiene la familia en teoría nos lleva a defenderla en la práctica; si la política o la ética está por encima de la religión o no será al revés, etcétera.
En otras palabras, la beatificación de un santo es una llamada a los creyentes para vivir de acuerdo con la fe que profesan. Y para todo el mundo que abra los ojos es una muestra palpable de que la fe forja líderes humanos más sólidos que los ídolos mediáticos con pies de barro.
A veces podemos caer en la tentación del pesimismo y gastar muchas horas hablando de la increencia o de los escándalos de la Iglesia. Sin embargo, Juan Pablo II, y con él todos los santos, nos abren "la puerta de la esperanza" mostrando el predominio del bien en la Iglesia, en su dimensión sobrenatural y en su dimensión humana. Dios no abandona a los hombres y nos señala el camino con la vida de sus santos.
¿Cuál es el curso de los acontecimientos desde que se abre una causa de beatificación? ¿Ha tardado menos tiempo el estudio de la causa de Juan Pablo II?
El inicio del proceso de Juan Pablo II ha empezado antes de los cinco años previstos. Ya lo fue el de la Madre Teresa de Calcuta a instancia de los fieles, impresionados por la fama de santidad de la fundadora de las Misioneras de la Caridad. Ahora, Benedicto XVI ha accedido a la petición "santo subito", que resonó en la Plaza de San Pedro, dispensando de esos cinco años.
Pero después, se han observado en su totalidad las disposiciones canónicas comunes acerca de las causas de beatificación y canonización. Concretamente, entre junio de 2005 y abril de 2007 se hicieron dos investigaciones: una diocesana en Roma y otras en diferentes diócesis, sobre la vida, las virtudes y la fama de santidad y de milagros.
La "positio" sobre la heroicidad de virtudes es para examinar que el Siervo de Dios ha vivido en grado sobresaliente la fe, la esperanza y la caridad. En junio de 2009 fue examinada esa "positio" por los consultores teólogos de la Congregación, que dieron su parecer positivo, y después fue sometida al juicio de los cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos, que se expresaron con sentencia afirmativa.
Más tarde el Papa autoriza el Decreto de heroicidad, cosa ocurrida a finales de 2009, y se espera un milagro obrado por la intercesión del Siervo de Dios que —tras ser reconocido— permita la beatificación, por la que es inscrito en la relación de santos que reciben culto en la Iglesia, en los lugares directamente vinculados a la vida del beato. Y un segundo paso posterior, si llega, puede ser la canonización del beato, que exige un segundo milagro debidamente investigado y aprobado por las autoridades eclesiales. Entonces se extiende el culto a toda la Iglesia.
El expediente sobre el milagro fue aprobado a fines de 2010 por los especialistas que integran la comisión médica de la Congregación para la Causa de los Santos y también por los teólogos a cargo del caso. Los documentos ya están en poder de los cardenales y obispos que deben emitir un último juicio antes de que el expediente sea presentado ante el Papa Benedicto XVI.
La religiosa francesa Marie Simon-Pierre, de 44 años, sufría una forma agresiva de Parkinson. La enfermedad desapareció instantánea e inexplicablemente cuando sus hermanas religiosas pidieron a Juan Pablo II el milagro de la curación, en junio de 2005, a los dos meses de su fallecimiento.
Todas estas normas se rigen por la Instrucción "Sanctorum Mater", un documento que explica con precisión el camino que hay que seguir para llevar adelante un proceso de beatificación y canonización. En su introducción, ese documento explica que se pretende aclarar las disposiciones de las leyes vigentes en las Causas de los santos, facilitar su aplicación e indicar los modos de su ejecución, tanto en los próximos procesos como en los antiguos. El texto explica después con detalle cómo se ha de probar la fama de santidad —que debe ser reconocida como tal por un gran número de fieles— así como la heroicidad de virtudes, es decir, la vivencia de las virtudes cristianas de manera extraordinaria.
Ese documento se refiere también al uso de nuevas tecnologías, pues en el pasado todos los testimonios eran recogidos por escrito, a mano o en máquina de escribir, y debían ser archivados físicamente. Hoy en día es posible conservar copias digitales; aunque todo testimonio debe llevar la firma del declarante. Esto explica que hoy los procesos de beatificación, como el de Juan Pablo II, puedan ser más rápidos.
Por tanto, hay un verdadero proceso de discernimiento a cargo de profesionales del Derecho Canónico para no beatificar o canonizar alegremente a ninguna persona que no haya sido testigo heroico de la fe en Jesucristo y de amor a los hombres. La Iglesia es la primera interesada en no presentar como modelo de fe a quien no haya sido testigo excepcional de Dios.
¿Qué destacaría de su personalidad y de su carisma? ¿Por qué cree que atrajo a tanta gente, creyentes y no creyentes? Realizó innumerables viajes, escribió miles de páginas…
Si uno pregunta: ¿qué es la fama de santidad?, podemos decir que es la conmoción que sentimos los hombres ante la categoría humana y espiritual de una persona, y con más motivo los que han convivido o han trabajado con él. Juan Pablo II ha sido un hombre de firmes convicciones y lleno de fortaleza; ha sufrido desde la infancia y en la juventud; como sacerdote, como obispo y Papa. Ha defendido la dignidad de las personas, de los trabajadores, de los creyentes, de todos, dejándose la piel en el intento trabajando en las minas, en Nova Huta, en Cracovia y en Roma, y en sus agotadores viajes por el mundo entero.
Al principio, pero también al final de su pontificado, algunos criticaban sus viajes como si fueran los de un presidente de gobierno cualquiera en busca de aplausos. Juan Pablo II ha viajado como el Pastor que cuida de la grey de Jesucristo y como la voz de Dios que consuela a los desdichados y maltratados del mundo por la maldad de otros hombres.
Juan Pablo II se ha jugado el tipo por defender la libertad, como vimos y sufrimos en aquel atentado del 13 de mayo en la Plaza de San Pedro. Por cierto, una oscura trama nunca aclarada que apunta al comunismo enemigo de la libertad, de la dignidad de las personas y de Dios. Pero todas estas peripecias no hicieron de Juan Pablo II un hombre agresivo sino amable, ni un hombre rencoroso sino misericordioso, ni una persona reconcentrada sino expansiva, ni un carácter antipático sino divertido.
Por ahí circula un video titulado "El payaso que mató de risa a Juan Pablo II", pues con la actuación de aquel joven el Papa no paraba de reír. Es una señal evidente de que Juan Pablo II era un hombre feliz como un niño porque se sabía amado por Dios y entregaba su vida como servicio diario. La verdadera alegría tiene la sencillez de los niños y las raíces en forma de cruz.
Por eso conectaba con el alma limpia de los jóvenes —«se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo», les dijo en Madrid— y amaba entrañablemente a los pequeños, bendiciendo y besando a millares de ellos, cuando sus madres se los ofrecían emocionadas. Esas criaturas quizá lo desconozcan o lo olviden pero han sido tocadas por las manos de Cristo. Porque los santos hacen presente a Jesucristo en nuestras calles, en nuestros trabajos y en nuestras familias.
Como apunta en la pregunta, el Papa viajero ha escrito muchas páginas para hablar de Dios: de la Trinidad Beatísima —recordemos los tres documentos dedicados a Jesucristo, al Espíritu Santo, a Dios Padre, previos al Gran Jubileo del año 2000—, y otros para hablar del Redentor del hombre, de la Virgen María, del Nuevo milenio, de la Reconciliación, de la familia, de la vida, de la fe y de la razón, de la Misericordia, de la Eucaristía, y de la Iglesia. Sobre ella he publicado una síntesis de sus enseñanzas en una obra titulada "La Iglesia que desea Juan Pablo II" donde se recogen sus palabras sobre los sacerdotes, los laicos, la mujer, el ecumenismo, la caridad, etcétera. Y donde recuerdo la emocionante despedida desde Madrid en mayo de 2003: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón (…) ¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre, tierra de María!», mientras quedaban en el aire las notas de una Salve rociera.
Muchos sacerdotes dicen que ellos ofrecieron su vida a Dios, gracias al ejemplo de Juan Pablo II, ¿por qué cree que era tan especial?
Dios sabe lo que se hace. Cuando Benedicto XVI afirma que Dios sigue interviniendo en la historia se refiere —me parece— a que utiliza instrumentos que realizan con fidelidad sus designios a favor de los hombres. Pero ocurre que no siempre aparecen milagros fulgurantes que obliguen a aceptarlos. Sin embargo, reflexionando un poco podemos comprobar que hay milagros. Algunos ejemplos pueden ser la caída del muro de Berlín y el derrumbe del poder soviético; tantas conversiones experimentadas por personas que saben con absoluta certeza que Dios les ha tocado el corazón directamente; y también muchas vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada.
Es el fruto del atractivo sobrenatural y humano, que suelen ir juntos, como en Juan Pablo II. Por sus viajes son miles los sacerdotes que han dado el paso, dejando proyectos humanos, para estudiar, servir, y renunciar al matrimonio abrazando el celibato que vivió Jesucristo. En los seminarios, movimientos, casas de formación de religiosos, y en otras realidades eclesiales vemos a muchos seminaristas y aspirantes que han cambiado el rumbo de su vida reconociendo expresamente que han seguido la llamada de Juan Pablo II en nombre de Cristo.
Juan Pablo II no era especial porque era excepcional, y me explico. Un santo no es un hombre extraño que vive apartado del mundo sin entender los gozos y sombras de su tiempo. No es así: un santo es un hombre o una mujer —Benedicto XVI habla estos meses de mujeres santas en todas las épocas de la Iglesia, unas religiosas y otras casadas—, un santo, decía, es una persona que ama entrañablemente al mundo, que sintoniza perfectamente con su tiempo y que está tan unido a Dios que tiene la sabiduría, la fortaleza y el amor para proclamar la verdad sobre Dios y sobre el hombre, a la vez que se lanza por los caminos de la tierra para sembrar la verdad y caridad del mismo Jesucristo. Por eso un santo es excepcional, gasta su vida olvidándose de sí mismo, y deja una huella imborrable. Es un paria de la tierra que se levanta con la grandeza de Dios.
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