La carta del mes se centra en la oración mental, diálogo con Dios, "fuente de agua fresca con la que hemos de empapar nuestro trabajo, nuestro apostolado, nuestras actividades familiares y sociales"
Manifiesta el Prelado en su carta el propósito de ir a Costa de Marfil y hablar con vuestros hermanos y hermanas de ese queridísimo país, por el que tanto hemos rezado en los meses anteriores. Continuemos en esa misma línea ahora, con el fin de que las heridas producidas por la guerra se curen cuanto antes, sin dejar resentimientos ni odios; que todos sean generosos en el perdón, de modo que la reconciliación entre unos y otros cobre honda realidad, para bien de las familias, de la sociedad civil y de la entera nación.
Se refiere a la reciente fiesta del Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús que, afirma, nos invita a meternos, con una oración confiada y filial, en el Corazón de ese Dios que se ha encarnado por amor nuestro. Como escribió nuestro Padre en una homilía, «en esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a Él, que nos anima, nos enseña, nos guía».
A propósito de esto, continúa, he vuelto a considerar algunas sugerencias del beato Juan Pablo II en su carta apostólica, con la que trazaba las vías de la Iglesia para el nuevo milenio. Tras señalar, como objetivo prioritario, despertar el afán de santidad en todo el pueblo de Dios, concretaba: «Para esta pedagogía de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración».
Manifiesta cómo el Señor se sirvió del ejemplo y de las enseñanzas de San Josemaríapara que todas y todos, también los demás cristianos, atribuyamos la máxima importancia al cultivo de una vida de oración seria y constante, y manifiesta que aunque llevemos muchos años esforzándonos cotidianamente en este empeño, estamos persuadidos de que tenemos necesidad de recomenzar jornada tras jornada.
Afirma cómo Don Álvaro recordaba con frecuencia el propósito formulado por san Josemaría cuando cumplió 70 años: ser alma de oración. Desde que el Señor comenzó a manifestarse en su vida, en plena adolescencia, nuestro Padre entró por caminos de oración y fue siempre fiel a ese conversar diaria y filialmente con Dios, y después de recordar que cabe recorrer esta senda de muchas maneras, porque la relación de cada alma con Dios será siempre muy personal, invita a todos a tener siempre presente que de nuestro amadísimo Padre hemos aprendido a tratar a Dios con piedad de niños y doctrina de teólogos; con hambre de dirigirnos a Jesucristo como a nuestro Hermano mayor y a la Virgen como Madre nuestra; a san José como padre de esta familia sobrenatural que es la Iglesia; a los ángeles como compañeros y custodios en el camino hacia la vida eterna.
Y antes de terminar su carta: No quiero terminar estas líneas sin mencionar algunas fechas más significativas de este mes. Viviremos con más presencia de don Álvaro el día 7, fecha de su petición de admisión en la Obra. El 16, festividad de la Virgen del Carmen, requiere lógicamente que haya un recuerdo especial para la hermana de nuestro Padre, Tía Carmen, que tanto contribuyó a confirmar el aire de familia de los Centros del Opus Dei. En esa fecha, además, encomendemos de modo particular a las benditas almas del purgatorio, confiándolas a la intercesión de nuestra Madre del Cielo.
Y para concluir, como os pido machaconamente, permanezcamos unidos en la oración; pidamos unos por otros, por las labores apostólicas en el mundo entero, por las intenciones del Santo Padre. Ante el Sagrario, en nuestros ratos de meditación, podemos presentar al Señor los afanes que llenan nuestra alma, sirviéndonos de la intercesión de la Virgen y San José, de los Ángeles custodios y de san Josemaría, nuestro amadísimo Padre.