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Los misioneros están con la gente hasta el final, sufriendo con ellos, corriendo los mismos riesgos y compartiendo la propia experiencia, porque es una experiencia que nace de una vocación, por lo tanto vivida plenamente
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Para conocer la importancia de la religión en África es suficiente ir a los cementerios, allí encontramos tumbas de misioneros y sacerdotes, no en cambio las de los funcionarios de la OMS o de la ONU.
De otro lado hoy los intereses económicos e inversiones en África son muchos. Es necesario, por ello, entender que el primer capital es el humano, contrariamente terminará en un asalto o en la especulación.
Estas fueron algunas de las ideas que surgieron en la mesa redonda organizada por la asociación Harambee en Roma, cuyo presidente del Comité Científico y Cultural, Giovanni Mottini, explico a ZENIT algunas de las problemáticas existentes.
¿Vuestra Asociación apoya proyectos de instituciones religiosas o laicas?
Harambee apoya la educación tanto religiosa como laica. La única condición es que los proyectos sean realidades locales. Aunque sean útiles o eficaces no nos interesa apoyar a Ongs europeas que trabajan en África.
Nos interesa en cambio que sean ellos mismos los protagonistas directamente involucrados, porque cuando sostenemos un proyecto hacemos además un trabajo de capacitación que vuelve beneficiario también al protagonista local, que además crece a través del proyecto que le hemos dado.
Le enseñamos también a escribir el proyecto en modo tal que esta primera experiencia con nosotros —que de todos modos puede repetirse— sea también un aumento de conocimiento que permita proponerse a otros financiadores públicos o privados.
¿Cuál es el porcentaje de proyectos que ‘Harambee’ ha apoyado entre las instituciones religiosas y las civiles?
Aproximadamente la mitad. Las religiones son una realidad muy significativa en los países en vía de desarrollo y las que dan el testimonio más fuerte.
Digo siempre que para entender qué hacen los misioneros en África, la mejor cosa es ir ver un cementerio local, porque allí no se encuentran tumbas de los funcionarios de la Organización Mundial de la Salud, ni de la Organización de las Naciones Unidas, sino la de los misioneros. Porque ellos están con la gente hasta el final, sufriendo con ellos, corriendo los mismos riesgos y compartiendo la propia experiencia, porque es una experiencia que nace de una vocación, por lo tanto vivida plenamente.
¿De qué se trató en este último encuentro de Roma?
En la mesa redonda de hoy queremos discutir sobre un mundo que está siempre más presente en la realidad del continente africano.
Porque África en este momento sigue siendo ‘terra incognita’ por muchos lados, una nueva América a la cual todos están yendo.
No se debe demonizar ni criminalizar un interés económico o comercial del mercado hacia África. Pero queremos dar una contribución que refuerce sobre todo la dimensión de humanización que es necesaria en el mercado. Y por lo tanto hacer entender que el primer capital es el humano.
Y el mismo éxito que se quiere para una empresa en África pasa a través de una atención profunda y auténtica al interlocutor local y al que será el propio patner o colaborador.
De lo contrario, incluso esa experiencia de mercado corre el riesgo de estar destinada al fracaso o terminará en una economía de asalto o de especulación.
¿Ha habido algún proyecto con la empresa italiana ‘Cremonini’?
Está presente en dos países africanos, en Angola y Kinshasa. Nos interesa iniciar con ellos un diálogo pues estamos convencidos de poder aportar patrimonio intangible como el de la valorización de los recursos humanos. Esto para ellos es también una garantía para poder hacer buenos negocios.
¿Saldrá por lo tanto un proyecto?
Aún estamos en una fase anterior. La idea es que cuando las grandes multinacionales hablan de responsabilidad social, lo hagan en términos auténticos, humanos y humanizadores. Que no sea simplemente una estrategia más tipo centro de atención al cliente.
¿Cómo nació ‘Harambee’, el proyecto, hace unos años?
Harambee nace como una iniciativa espontánea cuando fue la canonización de san Josemaría Escrivá, con la idea de dejar una señal, a través de una iniciativa que fuera un agradecimiento a san Josemaría por su enseñanza sobre la formación cristiana y la santidad, además de un compromiso concreto de los cristianos en la realidad social. En concreto en una realidad paradigmática como lo es África.
Por lo tanto se propone intervenir para sostener proyectos de educación. Su campo específico es la educación entendida como ‘educere’ del latín, vale a decir sacar afuera especialmente de los jóvenes y niños africanos, el máximo potencial como premisa para construir el futuro del continente.
¿Cuáles son las iniciativas más interesantes realizadas?
Hemos sostenido proyectos en el campo educativo en una veintena de países africanos, muy diversos entre ellos, como las escuelas de los campos prófugos en Sudán llevado adelante por las monjas canosianas. O por ejemplo la de formar docentes en Kenia, sabiendo que en África es necesario mejorar la calidad de la formación escolar. Los niños van al colegio pero la calidad de la enseñanza es escasa.
¿Por qué en el sector de la educación?
Nuestro lema no es ‘construir escuelas’ sino ‘hacer escuela’. Y crear un sistema eficaz de calidad de la enseñanza. Hemos realizado también formación profesional, pero nos dirigimos especialmente a los niños entre 8 y 10 años, cuando ellos tienen la máxima receptividad y cuando pueden construir los instrumentos intelectuales que después dan autonomía, capacidad de elegir, iniciativa y capacidad de emprender.
Sabemos que estamos haciendo una elección que requiere coraje, en un sector poco espectacular a diferencia por ejemplo del de la salud. Salvar un niño es más espectacular evidentemente, pero la pregunta es, ¿una vez salvado este niño, qué adulto necesito formar?
Un niño instruido no se distingue de uno no instruido, si bien su futuro es muy diverso. Esto pide coraje y una gran perspectiva por nuestra parte y por parte de los donantes. Por ello hacemos también un fuerte trabajo en Europa en favor de la educación y formación. Es una verdadera solidaridad que no es solamente una solidaridad en el dar pero en el ser, que empeña en primer persona y que rinde a nuestro donador participante de un proyecto innovador. Pedimos a nuestro donante de invertir en algo que no ve y no podrá ver, pero que es mucho más intelectual y profundo.
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