Tres frases que no han salido ni de la boca ni de la pluma de ningún teólogo…
«La desorientación y el desamparo en que vive la posmodernidad tienen mucho que ver con la falta de un gran relato envolvente y totalizante».
«El mundo en la actualidad asiste a una quiebra de los valores morales, políticos, económicos e ideológicos. Lo único absoluto es el relativismo que ha ido llevando a un marcado subjetivismo irresponsable, sujeto de conductas amorales y de una gran inestabilidad en todos los campos».
«Los seres humanos, creyentes o no, no podemos vivir en un tiempo y un espacio vacíos y sin significado».
Tres frases que no han salido ni de la boca ni de la pluma de ningún teólogo, de ningún arzobispo. Forman parte del artículo que con el título: Semana Santa y posmodernidad, publicó el antropólogo Manuel Mandianes en El Mundo, el pasado 22 de abril.
Desde finales del siglo XIX hasta los últimos años del siglo XX, varios grandes "relatos envolventes y totalizantes" han pretendido dar sentido a la historia del hombre sobre la tierra: el relato "socio-político" de Marx; el relato "socio-sexual" de Freud; el relato "individuo-superhombre" de Nietzsche; el relato "socio-cultural" de Levy-Strauss; etc., etc.
Ya George Steiner en su Nostalgia de Absoluto, expresó con mucha claridad el problema de la pérdida de sentido palpitante en la vida y en la historia del hombre de la cultura europea actual. Y señaló la falacia que se esconde en la pretensión del hombre de construirse a sí mismo en su realidad más profunda.
Esos "relatos envolventes y totalizantes”, no son más que intentos de quitar a Dios Creador y Padre, que ama la libertad de las criaturas, del horizonte vital del hombre; y llenar el “espacio divino” del hombre con diosecillos manejables al capricho de cada uno, fruto de imaginaciones obstinadas en construir al margen de la realidad que tienen ante los ojos, y alimentarse exclusivamente de sus propios subproductos.
Todos esos “relatos sustitutivos” han ido desapareciendo —como era lógico—, dejando un rastro de muerte y desierto en la sociedad; y en el alma del hombre de occidente un vacío de sentido, un horizonte sin perspectiva alguna, que han originado en su alma una aguda "nostalgia del Absoluto", una "nostalgia de Dios". Nostalgia lógica si consideramos que el culmen de esos "relatos" son afirmaciones semejantes a "el-hombre-un-ser-para-la-muerte"; "el-hombre-un-ser-para-la-nada", "el-hombre-un-simple-conjunto-de-sensaciones".
Manuel Mandianes subraya la desorientación y el vacío del hombre actual de una forma concisa y sin ambages.
«Muchos posmodernos consideran todo lo relacionado con Cristo, especialmente lo que se refiere a su divinidad y su pasión, un mito. Para llenar sus vidas vacías por la destrucción de realidades fundacionales han erigido ídolos que ellos mismos no se explican porque los han escogido para ocupar el lugar que ocupan. "El mito hace que se produzca externamente lo que es internamente", dice Kierkegaard. Nuestra época produce mitos por el afán de exterminar todos los mitos».
Ya lo había recordado el mejor Joyce, en el Ulises, al señalar que en Europa, toda cuestión de Fe es en torno a la divinidad de Cristo; que se ha manifestado a lo largo de los siglos en toda su realidad, y ha quedado plasmada en templos, en hospitales, en hogares de familia, en universidades. Y en la liturgia de la Semana Santa, en la Cruz, en la Resurrección. Aquí se terminan y anulan todos los mitos. Cristo muerto y resucitado; ha enterrado todos los mitos. Y la realidad que ha creado el mundo —el Amor de Dios— vuelve a manifestarse en toda su grandeza.
Vuelve a hablar Mandianes: «Ya lo dejó escrito San Pablo en sus cartas: la cruz es una auténtica locura y algo incomprensible para el no creyente. Por el contrario, para el creyente es la mayor muestra de amor: “Nadie ama más a su amigo que aquél que da la vida por él”».
La beatificación de Juan Pablo II sigue haciendo germinar en muchos hombres y mujeres "clamores y nostalgias de Dios", a la vez que ayuda a enterrar muchos "mitos".
Ernesto Juliá Díaz
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