¿Por qué es noticia, y por qué puede extrañar a algunos que lo sea?<br />
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La pregunta parece carecer de sentido. ¿Cómo puede ser noticia una acción semejante que se desarrolla entre el hombre y Dios, y que apenas tiene transcendencia visible más allá del corazón del orante?
Y, sin embargo, ya lo fue cuando el Papa Francisco invitó a los congregados en la Plaza de San Pedro a rezar por su persona y por la tarea que el Señor le acababa de encargar ─invitación que Papas anteriores hicieron también en momentos semejantes─; y lo ha seguido siendo en las repetidas alusiones a la necesidad de orar, de "elevar el corazón" a Dios, y suplicarle ayuda, que ha hecho el propio Papa desde ese día.
¿Por qué es noticia, y por qué puede extrañar a algunos que lo sea?
Se afirma por algunos que eso de "rezar", de "elevar el corazón" a Dios; de "pedir algo" a Dios, es de hombres no sólo pre-modernos, sino también un poco menos-ilustrados, ignorantes, etc. etc. Recuerdo una conversación que mantuve con un holandés en un avión regresando de Amsterdan. El hombre, extrañado de ver un sacerdote a su lado, me preguntó qué había ido a hacer a su país. Traté de explicarle algo, y cuando le pregunté si él rezaba alguna vez a Dios, me respondió «Yo arreglo mis problemas yo solo. No necesito pedir nada a nadie». Cuando inicié un intento de explicación, no se atrevió a seguir escuchándome. Recé por él, y lo sigo haciendo hoy.
Hace poco la pregunta ha tenido una respuesta algo sorprenderte para quienes se obstinan en quitar a Dios de la mente y del corazón de los hombres. En Inglaterra a la Iglesia anglicana se le ha ocurrido hacer una encuesta para descubrir si la oración seguía siendo de actualidad entre los británicos. Y el resultado ha sorprendido.
Después de confesarse ateos o agnósticos, cerca del 40% de la población, apenas un 12% declara que jamás se le ocurriría rezar; y esto siendo bien conscientes de que "rezar" en el sentido más profundo de la palabra, lleva consigo dirigirse a un Ser, a Dios, del que se afirma su no existencia. Es como si las raíces más profundas del ser humano se rebelaran contra los fantasmas de la "inteligencia", del "corazón", que se obstinan en negar a ese Alguien, que las "raíces profundas" del hombre descubren cercano y abierto a un diálogo.
Y un dato curioso: pasados los 65 años, el nivel de los que se obstinan en "no rezar" desciende apenas a un 8%. ¿Piensan en la muerte? ¿Buscan compañía ante el sufrimiento? ¿Consideran la decadencia de lo conseguido en la tierra? ¿Queda vacío su espíritu ante todo lo que pudiera haber conseguido hasta entonces en la tierra? ¿Tienen añoranzas de "vida eterna"?
Las respuestas de los entrevistados ─1000 hombres y 1015 mujeres─ hacen pensar.
Un número elevado estaría dispuesto a rezar por la paz del mundo. Son tantos los imponderables que el hombre se encuentra en su camino, que parece lógica esa reacción de pedir ayuda a Dios ante situaciones que los seres humanos no dominamos. Otro grupo semejante, pediría ayuda a Dios para erradicar la pobreza; otro también numeroso rezaría por sus familias, padres, hijos, nietos.
Y el grupo más pequeño, y es una lástima, rezaría para pedir perdón. ¿Por qué una lástima? Porque quizá uno de los motivos que lleva al hombre a no rezar, a perder esa buena amistad con Dios, es el no reconocer su fragilidad, sus límites, sus errores, su pecado.
Por no pedirnos perdón entre los hombres, han estallado demasiadas guerras entre tribus, familia, naciones, etc. Quizá los hombres, en ningún momento de nuestra historia, hemos tenido la suficiente sabiduría para alegrarnos en pedir perdón; y gozar así de la libertad de espíritu que nos lleva a amarnos los unos a los otros.