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El Papa pide que se respete la vida desde el momento de la concepción y reclama protección jurídica para el embrión humano
El Papa Francisco dio ayer su apoyo a la iniciativa popular Uno de nosotros, de recogida de firmas para proteger legalmente al embrión humano en los 27 países de la Unión Europea prohibiendo financiar actividades que destruyan embriones, modifiquen la herencia genética, promuevan la clonación, etc. El Santo Padre invitó a sumarse a las firmas y felicitó también a los participantes en la “Marcha por la Vida” celebrada en Roma.
La multitudinaria ceremonia de canonización de la primera santa colombiana, la Madre Laura Montoya (1874-1949); una nueva santa mexicana, la Madre Lupita (1878-1963); y los ochocientos mártires de Otranto, degollados por los otomanos en 1480, sacaron a la luz el modo en que Francisco defiende la vida en todos los frentes.
La iniciativa “Uno de Nosotros” tiene por objeto, según Francisco, «garantizar la protección jurídica del embrión, tutelando a cada ser humano desde el instante de su existencia».
Italia, a la cabeza de la UE
Italia va a la cabeza de la Unión Europea en la recogida de firmas, seguida de Polonia, España y Francia, sumando tanto las firmas recogidas en papel como las registradas a través de internet en la página oficial de la UE, donde se explican las características de la iniciativa.
Los requisitos para su validez son alcanzar un número de firmas mínimo en siete estados miembros, o bien sumar un millón de firmas en toda la Unión Europea. En estos momentos la iniciativa popular ha superado ya la cifra mínima en cinco estados miembros −Austria, Polonia, Italia, Hungría y Eslovaquia−, mientras que están ya muy cerca Lituania y Holanda.
El número total de firmas recogidas ronda las 340.000, y los organizadores desean llegar cuanto antes a superar también el listón europeo para dar más peso a la petición.
En una línea “pro vida” total, el Papa no sólo mencionó la tutela del embrión sino que aprovechó la canonización de la nueva santa mexicana, Madre Lupita para pedir «el destierro de toda violencia» en México, un país en que los asesinatos del narcotráfico se cuentan por decenas de miles.
Francisco recordó que «la Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y antes los abandonados para servirles con ternura y compasión». Explicó cómo esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado y esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, sino salir e ir al encuentro de quienes tiene necesidad de atención, compresión y ayuda. Y añadió con gran fuerza, al margen del texto escrito, que «¡Esto se llama tocar la carne de Cristo! ¡Los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo! ¡Cuánto daño hace la vida cómoda!, ¡cuánto daño hace el aburguesamiento del corazón!».
Pontificado del ejemplo
En lo que cada día es más claramente un “pontificado del ejemplo”, Francisco dedicó quince minutos a acariciar y besar enfermos al término de la misa. Fue una mañana agotadora, pues a las dos horas largas de ceremonia solemne, el Papa añadió cincuenta minutos de saludos a los participantes, en un largo recorrido en el papamóvil, besando a docenas de niños y dando la mano a cientos de personas.
El cariño de Francisco por los más ancianos en sillas de ruedas, por los enfermos de esclerosis lateral amiotrófica y por los muchachos y muchachas Down era conmovedor. Los familiares y acompañantes, con frecuencia, rompían a llorar después de que su enfermo recibiese las caricias y los besos del Papa.
Juan Vicente Boo
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