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«Cuando termine los estudios de Teología, a finales de mayo, volveré a Uganda y el obispo me asignará un encargo pastoral que, sea cual sea, será bienvenido»
Hernan Joseph Kalungi supo desde los 18 años que su camino conducía al sacerdocio. Comenzó sus estudios en su Uganda natal, pero cuatro años después llegó a Pamplona gracias a la oportunidad que le brindó el Centro Académico Romano Fundación (CARF).
El principal objetivo de esta fundación es precisamente contribuir a la preparación humana y espiritual de sacerdotes y seminaristas en la Universidad Pontificia de Santa Cruz y en las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra. Tras esta formación los sacerdotes podrán transmitir lo aprendido en sus países de origen, que en la mayoría de los casos están en vía de desarrollo.
Ese es el caso de Hernan Joseph Kalungi, que gracias a CARF pudo lograr avanzar por ese camino del sacerdocio, el que él deseaba seguir y el 20 de abril se ordenará diácono.
¿En qué consiste la ayuda que les aporta el CARF?
Recibimos ayuda para costear los gastos de estudio y alojamiento. Además, a algunos nos ayudan a algunos gastos ordinarios como puede ser libros de texto o asistencia sanitaria.
¿Hasta qué punto considera que ha sido necesaria para usted esta ayuda?
En mi caso ha sido fundamental, vital. Sin ella no podría haber estudiado y haberme formado en Pamplona. Un ejemplo muy claro: con todo el dinero que cuesta la formación y la residencia en Pamplona, en mi país podría comprarme una casa. Sería imposible haberme costeado todo esto sin la ayuda del CARF. Imposible para mi familia, imposible para mi diócesis… una locura sólo de pensarlo.
¿Cómo conoció la opción de acudir a esta asociación?
Gente de la Universidad de Navarra se puso en contacto con mi obispo para ofrecerle esta gran oportunidad y fue el mismo obispo el que me eligió a mí. Entonces me explicó cómo iba a ser mi manutención y pude conocer el CARF.
¿La vocación sacerdotal en Uganda alcanza a un gran número de personas?
La verdad es que muchos jóvenes en Uganda querrían ser sacerdotes y los necesitamos de veras porque en un territorio tan grande y con parroquias tan extensas requiere mucho trabajo. Pero hay gente que no tiene la educación necesaria para poder llegar a estudiar e, incluso, algunos de los que tienen el nivel no pueden ir al seminario porque no hay suficientes plazas. Hay cinco en todo el país y cada diócesis envía a sus candidatos hasta que se llena el cupo. En resumen, muchas personas que podrían haber sido sacerdotes santos no llegan a serlo por la falta de medios. Y eso les frustra.
¿Cuáles son las dificultades que atraviesan los seminaristas en su país?
Lo principal es la falta de medios: cada familia tiene que ayudar económicamente al seminarista con unos 250 dólares al año, pero esa cantidad, que aquí puede sonar casi como una broma para vivir, es un esfuerzo tremendo. Muchos de ellos tienen que trabajar muy duro durante las vacaciones para poder conseguir ese dinero, y luego en el seminario no hay suficientes libros para una buena formación. A veces era imposible estudiar otra cosa que no fueran los apuntes de clase porque no había un solo libro para consultar. Y dentro del seminario la comida no es una maravilla. ¡Perdía seis kilos cada semestre!
¿Cómo ha sido el proceso hasta su ordenación como diácono?
Cuando tenía 18 años, después de madurarlo mucho, llegué a la conclusión de que Dios me llamaba al sacerdocio y así lo comuniqué a las autoridades de mi diócesis. Pero como tenía beca del gobierno para estudiar en una universidad, mi superior vio que era prudente que hiciera primero una carrera civil, que en mi caso es la veterinaria. Cuando terminé la carrera volví al obispo y este me envió a un seminario mayor en mi país, donde estuve cuatro años formándome antes de enviarme a Pamplona. Y así hasta el próximo 20 abril en que, Dios Mediante, espero ordenarme diácono.
¿Cuál es su labor en la actualidad?
En el momento actual sigo formándome, pero a partir del día 20 de abril, cuando me ordene, ejerceré el ministerio propio de los diáconos. Y cuando termine los estudios de Teología a finales de mayo volveré a Uganda y el obispo me asignará un encargo pastoral que, sea cual sea, será bienvenido.
¿Tiene pensado centrar su trabajo en la ayuda a su país?
Sí, pero dejando claro que mi cometido como ministro no será el de un asistente social. Como ha dicho el Papa Francisco, la Iglesia no es una ONG. Mi deber propio como sacerdote será el de prestar la ayuda más fundamental que la sociedad ugandesa necesita: ayudarla, a través de la predicación, a liberarse de la ignorancia de Dios, y transmitirle la vida de Dios a través de los sacramentos.
En un momento de crisis global ¿hasta qué punto es importante la fe?
La fe es la solución a la crisis. Como dijo Benedicto XVI, la actual es principalmente una crisis moral cuya solución es la fe y los principios que ella nos comunica.
¿Qué sensaciones le ha transmitido hasta el momento el Papa Francisco?
He visto en él un hombre profundamente de oración, y una oración que, además, se transmite en vida. Una representación acabada del Padre misericordioso.
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