El primer Papa de América Latina; un Papa de la hermana tierra argentina, pero con raíces europeas
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Y se llamó a sí mismo Francisco, en recuerdo del pobre de Asís, cuya vida intenta imitar en la sobriedad y la sencillez que han visto los que lo conocen de cerca
En pocas horas los cardenales eligieron al sucesor de Pedro. Es un signo claro de que sabían bien lo que querían, al paso que daban una señal de unidad para toda la Iglesia y para un mundo que intenta siempre mostrar la división.
El primer Papa de América Latina; un Papa de la hermana tierra argentina, pero con raíces europeas. Se juntó gente como nunca en la Plaza de San Pedro, y, movidos por la fe, sin duda, esperaron. Hubo sorpresa total. El cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, pasó a ser obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal.
Primero esperar una elección, luego saber que alguien fue elegido y al final verlo aparecer en la ventana. Son los misteriosos signos de Dios para nosotros. Y habló, corto y preciso, manifestando de alguna manera su personalidad y cómo es. Señaló que los cardenales habían «ido a buscarlo casi al fin del mundo... pero estamos aquí...». Luego un gesto que cautivó: «Primero que nada, quisiera hacer una oración por nuestro Obispo Emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie», y se unió al pueblo romano y al mundo orando.
«Y ahora, comenzamos nuestro camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma que es la que preside en la caridad a todas las iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad». Palabras acogedoras para un mundo en lucha.
Luego un gesto particular. «Quisiera darles la bendición, pero primero os pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo que pide la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes por mí», y humildemente se inclinó para recibir la bendición de Dios, invocada por millones de personas que guardaron silencio al verlo allí agachado. Todo un gesto, no común en nuestro tiempo. Pero volvió a tomar el micrófono porque faltaba decir algo. «¡Recen por mí! Nos vemos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma. ¡Buenas noches y buen descanso!». Un hijo siempre visita a su Madre.
Y se llamó a sí mismo Francisco, en recuerdo del pobre de Asís, cuya vida intenta imitar en la sobriedad y la sencillez que han visto los que lo conocen de cerca. Su vida personal siempre ha impresionado a sus más cercanos. Ni de aquí ni de allá, de Cristo. Con todos y junto a todos, defendiendo siempre los valores esenciales con fuerza.
Se sabe que es un hombre muy decidido. Que aquello que hay que hacer, lo hace. Por eso el Espíritu Santo lo buscó y los cardenales lo escogieron. Iremos conociendo día a día más cosas de su persona y pensamiento, pero sobre todo de su fidelidad al Evangelio y su preocupación por todos, especialmente los pobres y desamparados del alma y del cuerpo, por quienes −como el Supremo Pastor− tiene particular predilección.
Mis caminos no son tus caminos, dicen las escrituras. Comienza ahora a recorrerse un camino nuevo, de cambio en la fidelidad y el Señor ha puesto para guiarnos en él a un hijo de San Ignacio de Loyola y fiel imitador de Francisco de Asís. Así escribe Dios la historia y nosotros debemos aprender a leerla.
Mons. Juan Ignacio González Errázuriz. Obispo de San Bernardo, Chile