“Ya nadie cree en Dios”. ¿Qué joven católico no ha sufrido alguna vez la soledad y el desánimo? En esos momentos, es bueno recordar –como sugiere Catherine en este vídeo grabado en Londres– que pertenecemos a una gran familia
Año de la Fe: Hoja con preguntas y textos para profundizar en el tema propuesto por el vídeo
Tener fe es como pertenecer a una familia. Siento que Dios y la Iglesia son mi familia. Y eso me da una gran seguridad en la vida. Tener fe es sentir que alguien te sostiene de la mano cuando las cosas se ponen difíciles ¡aunque suene un poco cursi, es así!
La fe estará siempre ahí, es una seguridad que no te abandona. Actualmente y a mi edad, es difícil encontrar −en esta época más que nunca− algo que te dé tanta certeza, una seguridad que no puedes encontrar en internet, ni en la televisión. Puedes encontrar orientación en esas cosas, claro, pero no algo que verdaderamente te haga pertenecer a una familia.
La fe me da un objetivo en la vida. Que es mucho más que, ya sabes, vivir al día. Tienes un motivo por el que vivir. Eso es lo que la fe me da: una sensación de plenitud, de bienestar... algo sin lo que no podría vivir.
Vivo en una sociedad multireligiosa y multicultural y eso es una cosa maravillosa: ver que hay tanta gente que cree en algo, y culturas tan diferentes es una bendición. Pero al mismo tiempo, a veces resulta muy duro conservar tu fe católica, especialmente en Inglaterra.
Estuve en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid y allí había millones y millones de jóvenes católicos. De mi edad, o más mayores... todos jóvenes. Fue increíble, realmente lo fue... ¡Allí no tenías problemas! Podías gritar tu fe, o cantar canciones religiosas en el Metro.
Fueron unos días locos, en los que me sentí en familia. Luego volví a Inglaterra, a Londres, y todo aquello desapareció. Pero a mí me quedó el espíritu de esos días. Me traje ese alegre espíritu de amor, de amabilidad, esos días de fe volvieron conmigo a casa. Y me resultan muy útiles para mi vida diaria, para las cosas más sencillas: como ofrecer a alguien tu silla, o hablar de mi fe de modo abierto y positivo, cosas así.
Son pequeñas cosas que me devuelven el espíritu vivido aquellos días y me dan seguridad en lo que creo.
¡Qué hermosa es nuestra Fe Católica! −Da solución a todas nuestras ansiedades, y aquieta el entendimiento y llena de esperanza el corazón. San Josemaría, Camino, n. 582
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