El “sencillo y humilde servidor de la viña del Señor” se ha mantenido como tal hasta el fin
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Para la Cabeza de los Apóstoles, y para sus sucesores en el gobierno de la Iglesia, es esencial la conciencia de estar totalmente al servicio de la grey
Todos nos hemos sorprendido por este gesto inesperado de Benedicto XVI, y la primera reacción natural de todo católico debe ser la oración intensa y profunda por Su persona y por la Iglesia.
Mirándola bien, no obstante, la decisión del Papa es muy coherente con su pensamiento y, más en particular, con su modo de entender la función petrina. Esta función de hecho no se rige por los parámetros del gobierno de las naciones. Cuando los Apóstoles discuten sobre quién sería el más grande, Jesús les dice: "Quien quiera ser el más grande entre vosotros sea el más pequeño, y quien gobierna sea como el que sirve” (Lc 22,26).
Para la Cabeza de los Apóstoles, y para sus sucesores en el gobierno de la Iglesia, es esencial la conciencia de estar totalmente al servicio de la grey. Cuando se percibe que las condiciones para desarrollar este servicio disminuyen −y esto puede suceder de diversas formas, no solo por cuestiones de salud física o mental− la decisión de retirarse surge como una elección no sólo coherente, sino también como el resultado de un comportamiento personal marcado por la humildad, lejano al apego despótico al poder.
Así, el “sencillo y humilde servidor de la viña del Señor”, como quiso presentarse al mundo cuando el 19 de abril de 2005 se asomó a la Plaza de San Pedro para saludar a la multitud allí congregada, se ha mantenido como tal hasta el fin.
El aspecto esencial es siempre el servicio, como se dice en el Evangelio de Lucas. El modo de servir puede ser también muy incisivo a través del sufrimiento y la enfermedad, como fue en los últimos años del pontificado precedente.
Tengamos presente que el gobierno más eficaz de la Iglesia fue el realizado por Jesús desde la cruz, en cierto modo continuado por el Apóstol Pedro, también crucificado.
Podemos decir en definitiva que la dimisión de la función primacial es también un morir a la gloria, y así Benedicto XVI nos deja un ejemplo tan válido como el de Juan Pablo II.
Philip Goyret, Vicerrector y Profesor de Eclesiología. Pontificia Universidad de la Santa Cruz