Todo lo que Benedicto XVI está haciendo y ha decidido hasta la fecha, no precisa de otro análisis que el de la propia personalidad de Joseph Ratzinger
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Benedicto XVI, en ejercicio de su libertad y responsabilidad personal, muestra cómo la libertad responsable se puede manifestar con una audacia creadora; creadora de situaciones insospechadas para la Historia de la Iglesia, que es también Historia de la humanidad
«Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino» ¿Cómo es posible que el Papa no tenga fuerzas? ¿Acaso no debe tenerlas? ¿No debe extenuarse hasta el final? ¿Quiénes le están obligando a renunciar? ¿Qué conspiraciones han sucedido, qué grupos de poder han intervenido, qué intrigas en el seno de la Iglesia, qué problemas, qué cuestionamientos han determinado la renuncia de Benedicto XVI?
En mi opinión, todo lo que Benedicto XVI está haciendo y ha decidido hasta la fecha, no precisa de otro análisis que el de la propia personalidad de Joseph Ratzinger. Todo está en sus libros, conferencias, discursos, homilías, catequesis; en su magisterio oral y escrito, incluso en su obra anterior a la de su elección como Papa.
Los que hemos estudiado el pensamiento y las obras de Joseph Ratzinger desde hace muchos años, reconocemos en su renuncia a la misma persona concreta que conocíamos y conocemos, con nombre y apellidos. Reconocemos su capacidad intelectual, su agudeza habitual, su sentido práctico, su humildad, su prudencia, su capacidad de anticipación, su santidad de vida, su fe, su esperanza, su gran amor a Jesucristo, su sabiduría teológica y su audacia asentada en la roca inconmovible de la verdad revelada por Dios. El poder es de Cristo, no es de Ratzinger. Ratzinger puede desaparecer porque Cristo es alfa y omega, protege a la Iglesia hasta el fin del mundo.
Problemas graves, sí claro
Indudablemente, el Papa tiene graves problemas sobre la mesa, como siempre. Es necesario tener no solo una mente privilegiada para afrontarlos, también conviene un cuerpo con la energía adecuada. Hay un mundo que se aleja de Dios, toda una civilización se tambalea. La Iglesia navega en medio de las mismas olas. Es arca de salvación, es preciso defender la virtud en el seno de la Iglesia entre flujos y reflujos ajenos a su esencia. La Iglesia ha de salvar al mundo de su materialismo intrascendente y de su espiritualismo desencarnado. Ha de llevar a Cristo a todas partes.
Benedicto XVI, en ejercicio de su libertad y responsabilidad personal, muestra cómo la libertad responsable se puede manifestar con una audacia creadora; creadora de situaciones insospechadas para la Historia de la Iglesia, que es también Historia de la humanidad. La más profunda humildad da lugar a la audacia más alta. Todo lo fía en Jesucristo. Despojado de todo poder en la elección del nuevo papa, Su Santidad Benedicto XVI se someterá a la obediencia de su Sucesor en la cátedra de Pedro, sea quien sea. Vamos de emoción en emoción. Tiempos de grandes crímenes, grandes pecados. Tiempos, a la vez, de grandes santos. El Espíritu del Señor sigue actuando con fuerza. Sin la clave del Espíritu se entiende poco o nada. Invocar al Espíritu Santo en estos momentos es imperativo para el cristiano.
Puede ser útil volver sobre el texto de la renuncia de Benedicto XVI, lección de espiritualidad, de humanidad, de Derecho Canónico, de Eclesiología, de prudencia. Reúne en fin, las perfecciones trascendentales del ser: con la verdad y la bondad, la belleza patente; la unidad, la sencillez rotunda.