Se podría decir que, en muchos aspectos, el pontificado de Benedicto XVI no ha sido nada convencional
Diario de Navarra
La decisión de Benedicto XVI merece todo el respeto, y su persona un justo reconocimiento por los grandes servicios que, con su fidelidad a la verdad y con su ejemplo de entrega amorosa, ha prestado a la Iglesia y a la humanidad
La renuncia al ministerio de Obispo de Roma, anunciada ayer por Benedicto XVI, ha conmocionado al mundo. Joseph Ratzinger ha tomado una decisión clarividente, humilde y llena de sentido sobrenatural.
Hace falta una inteligencia clara, junto a una profunda sencillez, para ponderar adecuadamente las propias fuerzas físicas ante las necesidades del gobierno de la Iglesia en el siglo XXI, que no son comparables a las situaciones vividas en el pasado, por lo que no es justo establecer comparaciones precipitadas.
Ante la sorpresa inicial, la primera reacción de muchos cristianos ha sido la misma: ¡Gracias, Santo Padre, por el gran servicio prestado a la Iglesia y a la humanidad en estos años!
Le ha tocado llevar el timón de la nave de Pedro en tiempos de crisis mundial, en unos momentos muy difíciles. Era consciente de la situación cuando fue elegido Papa. Pocos días antes había pronunciado unas palabras que reflejaban bien su aguda percepción de la realidad, libre de prejuicios, consciente del origen de los problemas y de dónde se encuentra la fórmula que puede recomponer las fracturas de nuestro mundo. "Se va constituyendo −afirmaba− una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio ‘yo’ y sus ganas. Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre".
Con esa referencia fundamental, con la mirada puesta en Jesucristo, ha sido un luchador incansable por la verdad, incluso cuando la verdad era incómoda. Su esfuerzo denodado por resolver los casos de abusos sexuales cometidos por algunos eclesiásticos y para purificar a la Iglesia de los pecados de los hombres, es testimonio elocuente de su pasión por la verdad y su cercanía hacia las víctimas.
Se podría decir que, en muchos aspectos, su pontificado no ha sido nada convencional. La aparición de su obra "Jesús de Nazaret", con sus tres volúmenes, constituye un evento relevante por su novedad, naturaleza sorprendente del asunto, significación e impacto. Ha sido el primer Papa en la historia que ha publicado un libro de teología a título personal, no como Romano Pontífice, y, por tanto, sin considerarlo un acto del magisterio propio de su cargo, admitiendo explícitamente que "cada cual es libre de contradecirle" y pidiendo sólo "a los lectores y a las lectoras una disposición de simpatía sin la cual no puede haber comprensión alguna".
Tampoco es nada convencional la decisión anunciada ayer. Había sucedido muy pocas veces en la historia, hace muchos siglos, y en situaciones bastante diversas. En este caso constituye una lección magistral de inteligencia para percibir las cosas en justa dimensión y de profunda humildad. El puesto de Romano Pontífice más que un cargo es una carga, como todas las tareas de gobierno en la Iglesia. Si se asumen como es debido, no constituyen una meta personal para gentes ambiciosas, ni puntos de influencia para imponer las propias ideas, sino modos de servicio abnegado a la verdad revelada por Dios, y con ella a todos los cristianos y a la humanidad entera. Jesús mismo dijo de sí mismo que no había venido a ser servido sino a servir y a dar su vida por muchos.
A lo largo de estos ocho años de pontificado, el Papa ha sido un buen discípulo de tan gran maestro, un "humilde trabajador en la viña del Señor" como se definió en sus primeras palabras, inmediatamente después de su elección. La decisión de retirarse cuando constata que le faltan las fuerzas físicas que serían necesarias para desarrollar su servicio con la energía que requiere el momento actual, le honra como persona y como creyente, ya que constituye el más claro testimonio de que toda su vida no tiene otro fin que servir al Evangelio del mejor modo posible, y, a partir de finales de este mes, ese modo será la oración.
Su decisión merece todo el respeto, y su persona un justo reconocimiento por los grandes servicios que, con su fidelidad a la verdad y con su ejemplo de entrega amorosa, ha prestado a la Iglesia y a la humanidad.
Francisco Varo, Profesor de Teología de la Universidad de Navarra