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2/16: “Dios que se ha fijado en mí”, una certeza en la que basar la vida [16 cartas a Benedicto 16]
Gracias, Benedicto XVI, por señalarnos el fundamento sobre el que edificar una vida plena.
Querido Benedicto XVI,
andaba preguntándome si su amigo periodista Peter Seewald estaba al corriente de sus planes de futuro antes de que usted los hiciera públicos. Seewald ha sido, podríamos decir, como su entrevistador de cabecera: antes de ser usted Papa, él lo entrevistó en 1996 para el libro La sal de la tierra, y para el imprescindible Dios y el mundo, en el año 2000. Luego vino Luz del mundo, una pequeña joya sobre su vida como sucesor de Pedro.
No sé si Seewald se acordará, pero ya en el primer libro usted, santo Padre, nos ayudaba a ir a lo esencial. Nos contaba que en el seno de la Iglesia es donde tiene certeza de lo que es fundamental en la vida: «Dios que se ha fijado en mí». Esta es, añadía, «una certeza en la que puedo basar mi vida, y con la que puedo vivir y morir».
Dios que se fija en uno. Dios todopoderoso que no ignora a sus criaturas. Dios que nos acoge como hijos. Años más tarde, ya Papa, le confiaba a su compatriota periodista sus pensamientos tras la elección: «intenté mantener la serenidad, confiando plenamente en que, ahora, Él me iba a conducir». Con esta fe empezó, y con un Año de la Fe nos despide.
La Fe, nos cuenta en el último mensaje de Cuaresma, es "la primera respuesta" a este Dios que se ha fijado en mí: acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama”. De este modo, «el "sí" de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido». Esta amistad es dar “espacio al amor de Dios”, y el amor es −decía en Deus Caritas Est− «una luz −en el fondo la única− que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar».
Gracias, Benedicto XVI, por señalarnos el fundamento sobre el que edificar una vida plena. Rechazó buscar el sentido de su vida en sus siete doctorados honoris causa, en sus más de 600 artículos o en su centenar largo de libros. Tampoco buscó la fortaleza de la Iglesia en planes estratégicos a años vista, sino que se fijó en la fe. La «fuerza de la Iglesia, dijo en una ocasión, es la sabiduría verdadera de la fe sencilla». Es la tierra que absorbe las corrientes y no se deja arrastrar por los falsos dioses del presente −«los capitales anónimos que esclavizan al hombre», «las ideologías terroristas», «la droga» o también «la forma de vivir propagada por la opinión pública».
Gracias por ir a lo esencial
Hasta mañana,
Marc
Barcelona, 14 de febrero de 2013
Marc Argemí
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