Ser fiel no es sólo no tener relaciones sexuales con otra persona que no es tu mujer o marido, que no es tu pareja. La fidelidad es más profunda, está en el corazón.
El hombre y la mujer son complementarios; la presión social que hay para decir que somos iguales no termina de encontrar una razón científica rotunda. Somos complementarios, de ahí la dificultad que aparece a la hora de intentar comprender al otro.
Lógicamente, si no somos iguales psicológica, ni socialmente, ni en la forma de recibir y encauzar toda la capacidad afectiva que lleva consigo la persona humana, en la sexualidad tampoco lo somos.
Cosa que es evidente por la simple observación, pero es que además lo dice la ciencia. La sexualidad femenina está regulada biológicamente, hormonalmente, de diferente manera que la masculina.
En la sexualidad femenina todo lo que son caricias, ternura, está mucho más unido al sexo que en el hombre. Podríamos decir que la sexualidad femenina es más madura que la del hombre, y esta se manifiesta como mucho más primaria. La mujer, cuando se entrega, lo hace de una manera más profunda. En ella, en relaciones sólidas, primero es la entrega del corazón, después la del cuerpo.
En el hombre es al revés, primero el cuerpo, después el corazón. De ahí, que pueda tener relaciones, en muchos casos, habiendo entregado menos que la mujer. La madurez hace que se vayan equilibrando en él corazón y cuerpo. Cuanto más maduro, más se entrega como persona; cuanto más inmaduro, más fisiológica es su sexualidad. Al hombre le cuesta y tarda en llegar a una entrega profunda en la sexualidad.
Esa es la causa de que en muchos encuentros sexuales que tienen lugar en nuestra sociedad la mujer entrega algo de su afectividad y el hombre no ha entregado nada, o casi nada.
Es una de las consecuencias de ser más primario que la mujer en el terreno sexual. Se excita con la vista, cosa que a la mujer no le ocurre. El hombre aparece como muy elemental en el terreno sexual y da la sensación de que es bastante difícil que pueda dominar ese campo de la biología humana
No olvidemos que el noviazgo, entre otras cosas, es el momento que tiene la pareja, especialmente el hombre, de aprender a dominar, por amor, sus deseos sexuales.
Saber esperar en el noviazgo me parece fundamental. Si no es así, la duda de si podrá ser fiel aparecerá con más fuerza. No ha habido comprobación de saber encauzar la sexualidad de una manera adecuada.
Desde luego que el hombre puede ser fiel. Igual que la mujer. Es verdad que el sexo es un tirón fuerte, pero la libertad humana está por encima: si no se pudiese ser fiel, el hombre no sería libre, por tanto, no podría amar.
Por tanto, el hombre, como la mujer tendrán que tener una respuesta a la pregunta: «¿Para qué ser fiel?». Si esa pregunta no tiene una respuesta fuerte, vivida, madura, que atenace a toda la persona, que forme parte del sentido de su vida, la fidelidad se hará mucho más difícil.
Ser fiel no es sólo no tener relaciones sexuales con otra persona que no es tu mujer o marido, que no es tu pareja. La fidelidad es más profunda, está en el corazón. Implica no desearla. Muchas personas manifiestan deseos de infidelidad de una manera bastante habitual, sin pudor alguno. Ser fiel, también es no hablar de sentimientos con personas que puedan poner en peligro mi fidelidad. Cerrar el corazón y cambiar de actitud en alguna de mis relaciones sociales. Ya estoy comprometido. Actualmente esto se cuida muy poco. Y como consecuencia la fidelidad aparece como muy difícil. Cosa que, estando alerta, siendo prudente, no lo es.
Si una persona no tiene una razón poderosa para ser fiel, si no cuida lo anteriormente dicho, antes o después, se puede presentar la ocasión y la infidelidad se puede producir, al menos la del corazón, la emocional.
El infiel suele decirse a sí mismo «Si pudiera, lo haría».
De ahí la importancia de saber hasta dónde el otro puede llegar, cuáles son las creencias de la otra persona, cómo actuaría en caso de ocasión de infidelidad. Hay personas que piensan que si me quiere, no me será infiel. Es posible. Pero no olvidemos que el sexo puede ser solamente la satisfacción de un deseo que no tenga nada que ver con el amor. Asegurémonos de sus creencias, de sus valores. Y de su madurez. Madurez y motivos, como hemos dicho antes. Los motivos son los que, en último término, nos llevan a luchar por conseguir lo que nos proponemos. Son los que nos llevan al buen uso de la libertad.
José María Contreras Luzón en eldebate.com
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