«Mujeres increíbles, inteligentes preparadas, tolerantes, honestas y grandes profesionales, que han decidido quedarse en África, trabajar por su país y colaborar para que otras mujeres menos afortunadas puedan tener las mismas, o más oportunidades»
Ya en el prólogo de este libro, publicado por Raquel Rodríguez de Bujalance en 2022, se contextualiza la circunstancia de escritura: su autora es directiva de Harambee ONGD, lo que le ha permitido viajar intermitentemente a África y con ocasión de los premios que esa ONG concede a emprendedoras africanas, conocer a mujeres excepcionales que están cambiando la fisonomía del Tercer Mundo:
«Mujeres increíbles, inteligentes preparadas, tolerantes, honestas y grandes profesionales, que han decidido quedarse en África, trabajar por su país y colaborar para que otras mujeres menos afortunadas puedan tener las mismas, o más oportunidades» (Rodríguez de Bujalance, 2022: 14).
Se trata de testimonios de primera mano de una mujer acostumbrada a ver en España el producto de las pateras, esa dura e incesante emigración de africanos sin formación ni recursos que malvive en nuestro país. De ahí su asombro ante muchas de estas mujeres.
A todas las une pensar que la llave del verdadero desarrollo está en la educación en igualdad de niños y niñas: todas se han beneficiado de ello gracias a padres excepcionalmente inteligentes que apostaron por la educación europea para sus hijas, más allá de creencias familiares. Muchas proceden de familias cristianas y fueron a colegios religiosos católicos. Casi todas consiguieron becas de ONG u otras para salir a estudiar a Europa: se formaron en el extranjero, y recibieron tentadoras ofertas de quedarse en el primer mundo. Pero su ética las llevó de vuelta al suyo, en apoyo de su necesario desarrollo.
Camerún, Costa de Marfil, Kenia, Nigeria, República Democrática del Congo, Senegal, Sudáfrica y Uganda son los países seleccionados para dejar el testimonio de algunas de sus mujeres. En general son mujeres religiosas, que recibieron la fe de los suyos o llegaron a ella en su temprana madurez. Muchas son madres de familia numerosa, que no sin esfuerzo han logrado compatibilizar con su trabajo profesional. En su mayoría han sido apoyadas por esposos tan o más modernos que los occidentales.
La camerunesa Esther Tallah se hizo a sí misma apoyada en una madre viuda desde temprana edad. Educada en Alemania, volvió a su tierra, se casó, tuvo sus hijos y acabó embarcándose en un Plan Internacional de salud, que incluía la lucha contra la malaria, desnutrición, diarrea, sida… y tantos otros males que aquejan a un mundo sin recursos e higiene. Se considera feminista:
«Cuando hablo con tanta pasión de la educación de las niñas y de la igualdad de hombres y mujeres, me preguntan si me considero feminista. Yo siempre les respondo que hay que ser feminista hasta que haya igualdad. Me sorprende que se llamen feministas las personas que promueven agenda de género y que ignoran completamente a la mujer» (Rodríguez de Bujalance, 2022: 33).
Cada historia tiene sus peculiaridades, algunas son auténticas gestas: Amina, fundó la asociación EFEDI (École, Famille, Education Integrale) en Camerún; Duni Sawadogo que se define como “tradicional, occidental y liberal”, es catedrática en Costa de Marfil, uno de los países de la Francofonía donde las mujeres han alcanzado mayor cota de igualdad, aunque quede mucho por hacer. Venera a sus padres (el amor a la familia es otra constante africana):
«Ellos nos inculcaron el amor a Dios, a la familia y a la patria, plasmado en la honestidad, el amor al trabajo bien hecho y la ayuda a quien lo necesita. Para mí siempre han sido un referente» ─dice” (Rodríguez de Bujalance, 2022: 47).
Y coincide con otras en que
«Para que África abandone las tradiciones contrarias a los derechos humanos y salga del subdesarrollo es primordial mejorar la educación y la sanidad; pero con esto no basta, quizá lo más importante sea la honestidad de los dirigentes. Y dejar de ser una colonia económica de occidente» (Rodríguez de Bujalance, 2022: 54).
Elmine Kouyaté, diplomada en seguridad alimentaria tiene las cualidades de un líder empresarial. Christianne Kadjo, economista y filósofa, fundadora del centro profesional Yaraní, vivió y se formó en París e Italia con becas, y desde EDE, su ONG de Educación y Desarrollo, habla del potencial de las mujeres de Costa de Marfil que conoce de primera mano. A partir de los sesenta (las intelectuales made in Cote d’Ivoire) y sobre todo a partir de los noventa han surgido novelistas, filósofas, artistas, investigadoras, activistas y politólogas, casi todas formadas en el extranjero. Máster en la Business Scholl MDE (Management et Devéloppement d´Entreprise) sigue apoyando en su país sin escapar al prometedor extranjero.
Vanessa Koutouan, comunicadora y directora de Ilombá, centro de formación especializada que consiguió abrir un dispensario en la selva apoyada por la ONG ADESC, ha hecho unas declaraciones muy lúcidas sobre el desarrollo africano:
“La visión que los africanos tienen de Europa es tan ideal que no se dan cuenta de que, si se esforzaran igual en su tierra, conseguirían lo mismo” (Rodríguez de Bujalance, 2022: 90)
Y más si consiguieran vencer la falta de responsabilidad para hacer cumplir las leyes y luchar contra la corrupción y las terribles desigualdades socioeconómicas de sus gobernantes.
Estas son todas mujeres de Costa de Marfil, un país privilegiado por su desarrollo y cultura hasta la pasada guerra. No puedo glosar a las restantes, pero sí dar algunas pinceladas. Insistencia en la educación igualitaria, en la religiosidad y valores humanos, en el valor de la familia, en la tolerancia y convivencia (por ejemplo, en Kenia hay cuarenta grupos étnicos agrupados por la lengua en tres categorías: nilóticos, bantúes y Kushitas. Las principales tribus son kikuyu (la más culta y con más acceso al poder), luo, masai, meru, kumba y turkana. La esperanza de vida difiere mucho de unos a otros: la de Kenia es alta: 67 años: asimismo la alfabetización también excepcional en Kenia (90%).
Destaca por excepcional la potente industria cinematográfica de Nigeria, uno de los países de mayor extensión y con una cierta cultura; aunque la ONU declara que el 70% de la población se encuentra en extrema pobreza. Y el secuestro sistemático de mujeres y niñas se ha convertido en táctica de reclutamiento del movimiento Boko Haram. Surgen programas como AMAD que dirigido por la farmaceútica Ebele Okoye, fomenta el liderazgo entre las mujeres rurales. Hay muchos tipos femeninos: no en vano el país cuenta con más de doscientas tribus (Yoruba, Hausa, Igbo, Edo, Fulani…) y el dominio del varón sobre la mujer en el mundo campesino es total.
Hay países como Senegal, mayoritariamente musulmanes y con cierta estabilidad política y mujeres famosas, por ejemplo, la periodista Annette M´Bay, pionera de la literatura africana, entre otras cosas; matemáticas como Coumba Niang, parte del único 10% de mujeres que accede a la universidad… En Sudáfrica, mujeres como Ozó Ibeziako son altas ejecutivas: en su caso dirige quince clínicas pertenecientes al sistema de salud pública de Johannesburgo.
El problema de África es la tentación del exilio ante las posibilidades que encuentran en el extranjero quienes acceden a la educación de más nivel: guerras, inestabilidad política falta de infraestructuras, buenos salarios e incluso de oportunidades… Becas como las Guadalupe de la fundación Harambee conllevan un compromiso de retorno al país. Porque es desde allí donde las mujeres podrán transformar este gran continente.
María Caballero Wangüemert en womanessentia.com
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