«Lo sobrenatural había sido, para mí, algo nauseabundo. Siempre quise, por encima de todas las cosas, que nadie interfiriera conmigo, que mi alma fuese solo mía.»
Es uno de los escritores y académicos más importantes del siglo XX. Con solo un león, una bruja y un armario escribió una de las mejores sagas de ficción. Fue llamado «apóstol de los escépticos», pero hoy se le conoce por ser un gran apologeta cristiano. C.S Lewis fue un hombre de múltiples facetas. Sensible, introspectivo y, sobre todo, profundamente reflexivo. Por momentos paradójicamente razonable, con una sed incansable de verdad y un corazón cautivado por la alegría.
Su vida es el resultado de la búsqueda incesante de un anhelo universal: la alegría. A sus más de 30 años comprendió que ese deseo era mucho más que algo material, ni siquiera era algo intelectual. Es algo mucho más simple. Lewis lo llamó mero cristianismo. Tras su conversión, publicó una larga lista de ensayos y libros que le convirtieron en uno de los escritores cristianos más leídos.
Primeros años
Clive Staples Lewis nació un 29 de noviembre de 1898, en Belfast, al norte de Irlanda. Su infancia transcurrió como la de cualquier otro niño: iba al colegio con su hermano mayor, Warren Hamilton, y de vez en cuando tenía que soportar con apatía las anticuadas formas educativas de su primer colegio, el Wynyard School.
Desde niño era un gran amante de la ficción y aprovechaba cada rato libre para sumergirse en alguna novela. Pronto desarrolló un insólito sentido de la imaginación que le llevó a inventar historias extraordinarias. Desde entonces, la creación de mundos ficticios se convirtió en su pasatiempo favorito.
La muerte de su madre a los diez años le convirtió en un joven aún más introvertido. En su autobiografía, Lewis recuerda este episodio como algo traumático que le confirmó la idea de un Dios ausente y distante. La relación con su padre nunca volvió a ser la misma y solo encontró la calidez familiar en su hermano, con quien forjó una sólida relación. Entre 1911 y 1912 Lewis rechazó el cristianismo y se declaró abiertamente ateo.
El camino hacia la conversión
Terminado el periodo escolar, fue admitido en la Universidad de Oxford. Poco después fue llamado a filas durante la Primera Guerra Mundial, donde fue herido e internado en un hospital. En ese tiempo empezó a leer a algunos autores cristianos, pero hubo una obra que le llamó especialmente la atención: El hombre eterno, de Chesterton.
Se graduó con excelentes calificaciones y se convirtió en profesor de literatura en el Magdalen College. Fue en este periodo cuando conoció al católico J.R.R Tolkien, autor de El Señor de los anillos. Entre ellos se estableció una de las amistades literarias más emblemáticas de la historia. Tolkien, en palabras de Lewis, fue fundamental para marcar «la caída de los viejos prejuicios.»
Hay que decir que la conversión de Lewis no se dio de la noche a la mañana, sino que fue un proceso de apertura intelectual que le llevó a reconocer la existencia de Dios. «Debes imaginarme solo, en aquella habitación del Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se apartaba del trabajo, el acercamiento continuo, inexorable, de Aquel con quien, tan encarecidamente, no deseaba encontrarme. Al final, Aquel a quien temía profundamente cayó sobre mí. Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé. Quizá fuera aquella noche el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra».
Uno de los puntos de inflexión más importantes transcurrió en una caminata nocturna, en septiembre de 1931. Fue un largo paseo que dio el autor junto a Tolkien y Hugo Dyson, en el que hablaron de mitos y metáforas. Lewis dejó escrito el momento en que la charla quedó interrumpida «por una ráfaga de viento que llegó tan de repente en la silenciosa y cálida noche, y envió tantas hojas repiqueteando al revolotear, que pensamos que estaba lloviendo. Todos contuvimos el aliento (...) agradeciendo el éxtasis de aquel momento.»
Aquella charla fue fundamental para la conversión definitiva de Lewis al anglicanismo. Los autores cristianos que había leído le habían acercado a la idea de Dios, pero no fue hasta este paseo cuando percibió la verdad del cristianismo. Una semana después «pasé de creer en Dios a creer definitivamente en Cristo (...) Mi larga conversación nocturna con Dyson y Tolkien tuvo mucho que ver con ello».
Últimos años y legado
Después de su conversión C.S Lewis publicó importantes obras en defensa de la fe. El relato de su conversión lo narra en su autobiografía Cautivado por la alegría, donde describe su vida desde la infancia hasta su encuentro con Dios.
Junto a estas obras, uno de sus legados más importantes es Mero cristianismo, un conjunto de charlas que dio en la BBC y que fueron transcritas y publicadas en un solo libro en 1952. En esta obra explora temas como el problema del mal, el libre albedrío y la ley natural.
Junto a estos ensayos también fue reconocido por sus obras de ficción, entre las que destaca la saga de Las crónicas de Narnia, llevada por primera vez al cine en 1979.
Muchas de sus obras de ficción esconden un profundo valor alegórico y cristiano. Algunas de ellas son la Trilogía de Ransom, El regreso del peregrino o Cartas del diablo a su sobrino, donde plantea numerosas cuestiones acerca de la naturaleza humana, el pecado y la virtud cristiana.
Natalia Langdon en eldebate.com
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