Manuel López-López (83), comparte con ‘Omnes’ algunas reflexiones tras fallecer su esposa mexicana, Lita, de Alzheimer, en 2023. En su libro ‘Navegando del duelo a la esperanza’ ha escrito unas cuantas.
Francisco Otamendi en omnesmag.com
Ahora lo completa con ‘Omnes’. Por ejemplo, la gran lección de la “comunicación del silencio” con estos enfermos. El prólogo es de su amigo psiquiatra Enrique Rojas.
En el año 2006, Manuel, su mujer mexicana Lita, y sus hijos, vivían en Indianápolis (Estados Unidos), y en un programa de salud preventivo, detectaron a Lita la enfermedad de Alzheimer. Tras venir a España, los últimos diez años estuvo ingresada en el Hospital de cuidados Laguna, hasta su fallecimiento el año pasado.
Tras una conversación con el psiquiatra Enrique Rojas, gran amigo suyo, escribió el libro Navegando del duelo a la esperanza, editado por Libros Libres, en el que ha ofrecido un manual de supervivencia emocional para los que se enfrentan con la enfermedad. “Este es un texto que mezcla resiliencia y esperanza”, ha escrito el doctor Enrique Rojas, que sale a menudo en esta conversación con el marido de Lita, y que ha prologado el libro.
El ingeniero naval Manuel López-López, con tres hijos y seis nietos, enamorado del mar, ha explicado en las 176 páginas consejos prácticos para acompañar a un enfermo de Alzheimer, basados en su experiencia personal; mensajes para los cuidadores, y etapas y estrategias que pueden ayudar en la transición del duelo a la esperanza.
Ahora, en la entrevista, se sale del guión, y habla de lo que siente este momento. Casi nos guardamos nuestras preguntas, y le escuchamos.
Utiliza usted imágenes marineras al hablar del proceso de Alzheimer
Cuando uno se encuentra con que la persona que ha sido su ‘media persona’, por decirlo así, porque yo tuve la suerte de encontrar a mi mujer muy joven, y hemos estado toda nuestra vida juntos, entonces la primera parte de ruptura es tremendamente dura. Porque ves que la otra persona, no es que se haya ido, porque ésa es una de las cosas que yo he aprendido en este tiempo, que ellos no se van, ellos están. Lo que pasa es que nosotros seguimos insistiendo en comunicarnos con ellos de una forma en la que ellos ya no se comunican.
Eso a mí, al principio, me produjo mucho impacto. De hecho, durante todo el proceso, fue teniendo un deterioro muy notable. Cuando ya, al final del tema, nos íbamos aproximando a puerto, había una decisión que tomar. Decir, hasta aquí hemos llegado y éste es el final, o decir: hasta aquí hemos llegado, y ahora vamos a empezar otra navegación. Afortunadamente, tuve la suerte de encontrarme con una serie de personas que me ayudaron a encontrar la siguiente navegación.
El aspecto espiritual ha sido fundamental, revela. Las personas invisibles…
Sí. Creo que el pensar que ellos siguen estando, que ellos nos están ayudando a encontrar nuestro próximo camino, y que sobre todo, es cierto, o yo lo siento así, que hay esa próxima navegación, es lo que le da a uno paz y serenidad, porque si no, sería horrible, ¿no?
Pienso que todo esto, al final, concluye, y es un poco lo que yo he tratado de aprender en estos 17 años ─soy un hombre de formación técnica─, pero esto no se puede aprender, porque no es un problema que haya que solucionar, es un estado con el que hay que vivir,
Eso es muy importante, porque lo que yo llamo las personas invisibles son las que nos llevan a esa situación de buscar la próxima etapa. Y en mi experiencia, ha sido uno de los grandes descubrimientos, ver que las personas invisibles son las que crean el futuro. Personas que muchas veces no sabemos ni el nombre, pero muchas veces lo comento. Es gente que no lo hace por dinero, lo hace por compasión, por empatía, por caridad, aunque ahora el uso de las palabras que tienen connotación religiosa está mal considerado.
Cuente una lección aprendida de los cuidados a su mujer, Lita.
Creo que en todo este proceso, los descubrimientos que va uno teniendo, al final, la persona, cuando se queda sola, y estás en medio de un silencio, ése es un tema para mí importante. Durante todo este camino, he ido transformando una comunicación verbal en una comunicación con silencios. Y para mí, en esta enfermedad, el silencio es fundamental. Yo creo que es lo más importante.
Y pensamos que lo que tenemos que hacer es hacerle recordar, que hablen, que nos contesten…, No, no, ellos saben de sobra dónde están, y basta una mirada para que veas cómo saben dónde están.
Se refiere a su esposa, ¿verdad?
Sí, sí. Y aparte, ella estaba en una residencia, donde ha estado diez años, de la Fundación Vianorte-Laguna, y yo he tenido muchísima relación con el resto de las personas que estaban allí. Ese sentimiento que tiene uno cuando entra en una residencia, de enfermos de Alzheimer, que están desconectados, y no es así.
Cuando uno entra y les mira, ellos perciben esa conexión, que para mí es tremendamente importante. Porque muchas veces puede pensarse: están aparcados. No es verdad. Ellos están conectados, y lo que esperan es alguien que les mire y les conecte con su silencio. Eso es fundamental y es lo que hacen esas personas que muchas veces no sabemos ni sus nombres, pero que están con ellos todo el día.
Esto, para mí, es la gran lección que he tenido en este tiempo. Eso no es un tema económico, es otra cosa muy distinta.
Ya me ha contestado, a otra cosa. Qué le diría a un familiar, a un cuidador…
Ayer me llamó un compañero suyo, y me hizo una pregunta que me impactó mucho. En febrero hará dos años, mi mujer falleció en febrero de 2023, y hay días que estoy más tierno que otros, ¿no? La pregunta fue: ¿usted volvería a cuidar a su esposa, igual que la cuidó antes? Esa pregunta es para mí el resumen de todo el proceso. Y mi respuesta es ésta: yo empezaría mañana otra vez.
(Manuel se emociona, y se recupera al rato. Continuamos)
Y luego hay otra serie de elementos que entran en todo este proceso, que es lo que en el libro llamo ‘La tormenta perfecta’. Y es que no se va una persona. La tormenta perfecta la tiene los que se quedan. Para mí, desarmar mi casa, ha sido tremendamente emotivo, porque desarmas la casa y desarmas tus recuerdos. Cuando presentamos el libro, le dije a mi hijo: tienes que venir conmigo.
“Manolo, busca el siguiente puerto”
La verdad es que ha sido demasiado junto todo. Cuando ella falleció, fui al doctor Enrique Rojas, al neurólogo, con el que tengo mucha amistad desde hace muchísimos años, y me dijo: mira Manolo, lo que tienes que hacer es buscar el siguiente puerto. Para eso, coge el libro de bitácora, que yo llevaba escribiendo desde el día cero, con las emociones diarias.
Éste es un tema que la gente debería de tener en cuenta. Porque muchas veces, cuando uno lee lo que ha hecho al cabo de ocho días, empieza a ver aspectos que no había visto ─nuestro cerebro es una cosa absolutamente desconocida para mí─, y eso nos ayuda a valorar las cosas. Enrique Rojas me dijo: antes de un año tienes que tener esto en la calle, y yo no había escrito más que planes estratégicos, balances, cosas de empresa.
¿Él le dio la idea?
Él me puso la obligación. Una cosa es que uno tenga una idea, y otra que a uno le impongan una obligación. Yo tengo la teoría, además, de que las cosas no son casuales, son causales. A mi me empezaron a pasar una serie de cosas, cuando ya mi mujer estaba al final, y apareció Enrique Rojas, con el que yo llevaba sin verme 50 años. Mi único objetivo y proyecto en la vida era cuidar de ella. Iba a diario a verla a la residencia. Tanto es así que los de Telemadrid se enteraron y sacaron un video. Y pensé, lo que yo he aprendido, seguro que le puede ayudar a alguien. Con que le ayude a una persona, ya habrá merecido la pena. Ése fue el argumento que utilizó, y con el que me convenció.
Eso sucedió tras fallecer su mujer, ¿o antes?
Mi mujer fallece en febrero, yo reconecto con Enrique Rojas la primera semana de enero, me recibe en su consulta el martes siguiente, y en esa reunión me “impone” el tema. Y mi esposa fallece tres semanas después.
Esto es causal, lo dice usted, no casual.
Así es. Es más, en la primera charla que tuvimos, Enrique Rojas me descubrió un aspecto que a las personas que hemos tenido una vida profesional larga, complicada, y haciendo cosas interesantes ─me fui de España en el año 70─, puede suceder. Y es meternos lo que yo llamo una cápsula de confort. Los temas espirituales existen, pero no son los que realmente guían tu vida. Enrique me puso cinco cosas en las que debía trabajar, y una de ellas fue el área espiritual.
Pero usted ya era cristiano…
Si, sí. Pero no sé. Es un tema de poner valores en línea con tu comportamiento. Yo puedo ser del Real Madrid, pero no tengo por qué ir diciéndoselo a todo el mundo. En aquel momento, yo tenía la suerte de que los problemas que había ido teniendo, no me habían obligado a desarrollar una actividad espiritual importante. Mi mujer y yo, desde el primer momento, tratamos de que nuestros hijos fueran mejores que nosotros. Y con esa sencilla expresión, organizamos nuestra vida. Enrique Rojas, para mí fue un ‘enviado’. Una persona que le envían a decirme esto.
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