La famosa Inteligencia Artificial amenaza con meterse en nuestra casa y trabajo, también en nuestra intimidad
Esta mañana me ha sorprendido un anuncio en la radio. Era de una empresa de seguridad que ofrecía la posibilidad de contratar un servicio de vigilancia con cámaras para tener controladas las mascotas. Se argumentaba que, ya que el perrito era quien te recibía al llegar, no era de recibo tenerle solo y olvidado todo un día.
Abundan también las ofertas de comidas de calidad para mascotas, se ofrecen seguros veterinarios, guarderías,…; además, la nueva ley del maltrato animal valora más a los irracionales que a las personas.
La famosa Inteligencia Artificial amenaza con meterse en nuestra casa y trabajo, también en nuestra intimidad. El Chat GPT parece que puede escribir un artículo mucho más rápido que un pobre escritor. Siri puede recibirte al llegar a casa y consolarte como no lo haría mortal alguno.
En el campo social estamos viendo cómo se intenta, con mucho éxito, deconstruir todo el legado moral y cultural heredado. En apenas dos años se han aprobado, de modo rápido y sin consenso, varias leyes de ingeniería social: la de familias, el aborto, la eutanasia, la ley trans. Todo conduce a una deshumanización de la sociedad.
Se puede observar que, al menos superficialmente, hay una deconstrucción del entramado social, de lo valores éticos y morales, del buen gusto, de la familia. Habría que preguntarse si todo esto supone un logro, un avance o si, simplemente, es un salto en el abismo. ¿El hombre actual es más feliz, tiene una vida más lograda? ¿Podemos afirmar que la familia está más unida, que su entorno es más propicio para el cuidado de sus miembros? ¿Somos, de verdad, más libres? ¿Soy más feliz?
El primer domingo después de Resurrección se celebra la Divina Misericordia, que es el último día de la octava de Pascua. Jesús resucitado nos invita a alegrarnos, a no tener miedo y nos desea la paz. La inmensa fuerza de la Resurrección nos puede llegar si no ponemos obstáculos.
“Toda gracia procede de la misericordia y la última hora está llena de misericordia para con nosotros. Que nadie dude en la bondad de Dios; aunque sus pecados fueran negros como la noche, la misericordia de Dios es más fuerte que nuestra miseria. Una sola cosa es necesaria: que el pecador entreabra, aun cuando sea un poco, las puertas de su corazón a los rayos de la gracia misericordiosa de Dios y entonces Dios realizará el resto”, afirma santa Faustina en su diario. Si nos abrimos a Dios, puede haber un resurgir de la humanidad, un nuevo y real renacimiento. Un nuevo Humanismo. Un mundo que recupera la inmensa dignidad del ser humano, los derechos humanos.
Bienvenidos todos los avances de la técnica, de la medicina; procuremos avanzar, pero sin perder el norte, la dignidad, la humanidad. Prefiero mil veces el abrazo de un niño con churretes en la cara, el apretón de manos de un amigo que mil mascotas moviendo el rabo, o la voz cándida de una Siri sin alma; un hogar un poco destartalado pero lleno de vida, a una moderna y ordenada casa inteligente, pero con un solo habitante.
Cristo resucitado nos ofrece una vida nueva, sin miedos, alegre, con paz. Nos da la oportunidad de reconciliarnos con nuestro pasado, con los demás, con Dios. Da a los apóstoles el poder del perdón: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos”. ¡Qué inmensa alegría encontramos en el perdón!
En un reciente juicio de amplia repercusión mediática afirmaban los padres de la pobre víctima inocente que jamás perdonarán: “el perdón no sirve para nada”. Y yo me preguntaba: de qué sirve el rencor, el odio, la maldición. ¿A caso esta actitud me aporta algo, me da algún consuelo, me hace mejor, me devuelve la paz? En este nuevo modo de ver la vida las referencias son otras, ya no son las emociones, los sentimientos, los intereses quienes dirigen las cosas. Hay una mirada más alta. Hay una nueva fuerza, muy superior a la de fusión y fisión juntas, la gracia de Dios: su poder.
En esta nueva humanidad hay esperanza, horizonte. Se presenta una vida que vale la pena. Hay sentido. No estoy nunca solo, pues los demás los siento como hermanos. Los miedos los comparto y escucho a mi Dios diciéndome: “No temas que estoy aquí”. Parece un sueño, pero es real. Cristo ha resucitado,
En el pasado domingo de la Divina Misericordia, comentaba el Papa Francisco: “Entrando en el misterio de Dios a través de las llagas comprendemos que la misericordia no es una entre otras cualidades suyas, sino el latido mismo de su corazón. Y entonces, como Tomás, no vivimos más como discípulos inseguros, devotos pero vacilantes, sino que nos convertimos también en verdaderos enamorados del Señor”.