El Papa ha continuado hoy su catequesis sobre el discernimiento espiritual
Catequesis del Santo Padre en español
En las catequesis de estas semanas estamos insistiendo sobre las condiciones para hacer un buen discernimiento. En la vida debemos tomar decisiones, siempre, y para tomar decisiones debemos hacer un camino, un camino de discernimiento. Toda actividad importante tiene sus “instrucciones” que seguir, que deben ser conocidas para que puedan producir los efectos necesarios. Hoy nos detenemos en otro ingrediente indispensable para el discernimiento: la propia historia de vida. Conocer la propia historia de vida es un ingrediente ―digamos así― indispensable para el discernimiento.
Nuestra vida es el “libro” más valioso que se nos ha entregado, un libro que muchos por desgracia no leen, o lo hacen demasiado tarde, antes de morir. Sin embargo, precisamente en ese libro se encuentra lo que se busca inútilmente por otras vías. San Agustín, un gran buscador de la verdad, lo comprendió precisamente releyendo su vida, notando en ella los pasos silenciosos y discretos, pero incisivos, de la presencia del Señor. Al finalizar ese recorrido notará con estupor: «Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando; y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo» (Confesiones X, 27.38). De aquí su invitación a cultivar la vida interior para encontrar lo que se busca: «Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad» (De la verdadera religión, XXXIX, 72). Esta es una invitación que yo os haría a todos, también me la hago a mí mismo: “Entra en ti mismo. Lee tu vida. Léete por dentro, cómo ha sido tu recorrido. Con serenidad. Entra en ti mismo”.
Muchas veces también nosotros hemos tenido la misma experiencia que Agustín, encontrarnos presos de pensamientos que nos alejan de nosotros mismos, mensajes estereotipados que nos hacen daño: por ejemplo, “no valgo nada” ―y te vienes abajo―; “todo me va mal” ―y te vienes abajo―; “nunca haré nada bueno” ―y te vienes abajo―, y así es la vida. ¡Estas frases pesimistas que te hunden! Leer la propia historia significa también reconocer la presencia de esos elementos “tóxicos”, pero para ampliar después la trama de nuestra historia, aprendiendo a notar otras cosas, haciéndola más rica, más respetuosa con la complejidad, logrando también recoger las formas discretas con las que Dios actúa en nuestra vida. Una vez conocí a una persona que la gente que la conocía decía que merecía el Premio Nobel a la negatividad: todo era malo, todo, y siempre trataba de irse a pique. Era una persona amargada, pero tenía muchas cualidades. Y luego esa persona encontró a otra persona que le ayudó mucho y cada vez que se quejaba de algo, la otra decía: “Pero ahora, para compensar, di algo bueno de ti”. Y él: “Pues sí, …también tengo esta cualidad”, y poco a poco le ayudó a ir adelante, a leer bien su vida, tanto las cosas malas como las buenas. Debemos leer nuestra vida, y así vemos las cosas que no son buenas y también las cosas buenas que Dios siembra en nosotros.
Hemos visto que el discernimiento tiene un enfoque narrativo: no se detiene en la acción puntual, la incluye en un contexto: ¿de dónde viene este pensamiento? Lo que siento ahora, ¿de dónde viene? ¿Adónde me lleva lo que estoy pensando ahora? ¿Lo he tenido antes? ¿Es algo nuevo que me viene ahora, o lo he encontrado otras veces? ¿Por qué es más insistente que otros? ¿Qué me quiere decir la vida con esto?
El relato de los acontecimientos de nuestra vida consiente también captar matices y detalles importantes, que pueden revelarse como valiosas ayudas que hasta ese momento estaban escondidas. Por ejemplo, una lectura, un servicio, un encuentro, a primera vista considerados cosas de poca importancia, a la larga transmiten una paz interior, transmiten la alegría de vivir y sugieren posteriores iniciativas de bien. Detenerse y reconocer esto es indispensable. Detenerse es reconocer: es importante para el discernimiento, es un trabajo de recogida de esas perlas preciosas y escondidas que el Señor ha sembrado en nuestro terreno.
El bien está escondido, siempre, porque el bien tiene pudor y se esconde: el bien está escondido; es silencioso, requiere una excavación lenta y continua. Porque el estilo de Dios es discreto: a Dios le gusta ir escondido, con discreción, no se impone; es como el aire que respiramos, no lo vemos, pero nos hace vivir, y solo nos damos cuenta cuando nos falta.
Acostumbrarse a releer la propia vida educa la mirada, la afina, permite notar los pequeños milagros que el buen Dios realiza para nosotros cada día. Cuando nos damos cuenta, notamos otras direcciones posibles que refuerzan el gusto interior, la paz y la creatividad. Sobre todo, nos hace más libres de los estereotipos tóxicos. Sabiamente se ha dicho que el hombre que no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo. Es curioso: si no conocemos el camino hecho, el pasado, lo repetimos siempre, somos circulares. La persona que camina circularmente nunca avanza, no hay camino, es como el perro que se muerde la cola, siempre así, y repite las cosas.
Podemos preguntarnos: ¿yo he contado mi vida a alguien alguna vez? Esta es una experiencia hermosa de los novios, que cuando se lo toman en serio cuentan se su vida… Se trata de una de las formas de comunicación más hermosas e íntimas, contar la propia vida. Esto permite descubrir cosas desconocidas hasta ese momento, pequeñas y sencillas, pero, como dice el Evangelio, es precisamente de las cosas pequeñas de donde nacen las cosas grandes (cfr. Lc 16,10).
También las vidas de los santos constituyen una ayuda preciosa para reconocer el estilo de Dios en la propia vida: permiten tomar familiaridad con su forma de actuar. Algunos comportamientos de los santos nos interpelan, nos muestran nuevos significados y nuevas oportunidades. Es lo que le sucedió, por ejemplo, a san Ignacio de Loyola. Cuando describe el descubrimiento fundamental de su vida, añade una aclaración importante, y dice así: «Cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los pensamientos, la diversidad de los espíritus que se agitaban» (Autobiografía, n. 8). Conocer qué sucede dentro de nosotros, saberlo, estar atentos.
El discernimiento es la lectura narrativa de los momentos hermosos y de los momentos oscuros, de los consuelos y de las desolaciones que experimentamos a lo largo de nuestra vida. En el discernimiento es el corazón quien nos habla de Dios, y debemos aprender a comprender su lenguaje. Preguntémonos, al final del día, por ejemplo: ¿qué ha pasado hoy en mi corazón? Algunos piensan que hacer este examen de conciencia es hacer la contabilidad de los pecados que has cometido ―cometemos muchos― pero también es preguntarse “¿qué ha sucedido dentro de mí, he tenido alegría? ¿Qué me ha dado alegría? ¿Me he quedado triste? ¿Qué me ha llevado a la tristeza? Y así aprender a discernir qué sucede dentro de nosotros.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa, en particular a los peregrinos de Rennes, a los alcaldes de Cambrai y a los responsables de los Institutos educativos de Créteil, acompañados por sus respectivos Obispos. Saludo también a los peregrinos de Suiza, República Democrática del Congo y Haití. Hermanos y hermanas, aprendamos a comprender el lenguaje de nuestro corazón dejándonos impregnar por la Palabra de Dios, para que podamos descubrir en los demás la oportunidad que se nos ofrece para conocer mejor el libro de nuestra vida. ¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los de Irlanda, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Indonesia, Canadá y Estados Unidos de América, así como a los sacerdotes del Instituto para la Formación Teológica Permanente del Pontificio Colegio Norteamericano. Al dirigir mi saludo a los peregrinos de Nigeria, pienso en las violentas lluvias que han azotado su país en los últimos días, provocando inundaciones, causando tantas muertes, numerosos desaparecidos y cuantiosos daños. Recemos por los que han perdido la vida y por todas las personas probadas por tan devastadora calamidad. Que a estos hermanos y hermanas nuestros no les falte nuestra solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana. En este mes misionero de octubre, tratemos de comprender cada vez mejor la misión que el Señor nos ha confiado a cada uno. Pidámosle que acompañe y lleve a cabo todas nuestras actividades con su gracia.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. El próximo domingo celebramos la Jornada Mundial de las Misiones. Recemos especialmente por los misioneros y misioneras que, enviados a distintas partes del mundo, escriben con sus propias vidas una historia de amor al servicio del Evangelio. Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa y en particular de la Comunidad Canção Nova de São Paulo, fieles de las parroquias de São Sebastião, Nossa Senhora Aparecida y Nossa Senhora das Graças, ¡bienvenidos! Os saludo a todos de corazón y encomiendo al buen Dios vuestra vida y la de vuestros familiares. ¡Rezad también vosotros por mí! Que vuestras familias se reúnan diariamente para el rezo del rosario bajo la mirada de la Virgen María, para que nunca se acabe el aceite de la fe y de la alegría que brota de la vida de sus miembros en comunión con Dios.
Saludo a los fieles de lengua árabe. El discernimiento nos ayuda a leer nuestra vida con todos sus consuelos y desolaciones, y a reconocer la verdad que habita en nuestro corazón. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos. La necesidad de escrutar la propia vida se aplica también a los pueblos. Es importante conocer la historia de la patria para descubrir en ella las huellas de la presencia de Dios. Por eso me alegra que el pasado lunes se inaugurara en Lublin el Centro para las relaciones católico-judías. Espero que promueva la valorización del patrimonio común, no sólo de las dos religiones, sino también de los dos pueblos. Os bendigo de corazón.
¡Saludo a los peregrinos croatas! Me alegra recibir en particular a los fieles y sacerdotes de Varaždin, encabezados por su párroco, Mons. Božo Radoš. Queridos amigos, con motivo del 25° aniversario de la fundación de vuestra diócesis, habéis venido a la tumba del apóstol Pedro para confirmar vuestra fe y, como joven comunidad diocesana, renovar la esperanza cristiana. En este lugar sagrado, fijad vuestra mirada en el Señor Crucificado, que abre sus brazos para acoger al mundo entero. Fortalecidos por la Divina Misericordia en esta peregrinación, permaneced siempre firmes en la fe y rezad por la paz y la unidad de vuestra diócesis y de vuestra patria. Os aseguro mi cercanía espiritual y os bendigo a vosotros y a vuestras familias. ¡Alabados sean Jesús y María!
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los seminaristas de Reggio Calabria, a los agentes de la Seguridad Pública de Nápoles y a la Compañía Teleperformance Italia de Tarento. Me alegra recibir a los fieles de la parroquia de San Timoteo di Termoli, y a los confirmados de la diócesis de Faenza-Modigliana, acompañados por su obispo. Estos saben hacer ruido; ¡son buenos! Animo a todos a sacar del Evangelio los criterios inspiradores para la vida personal y comunitaria.
Y volvamos a la atormentada Ucrania y oremos por Ucrania: recemos por las cosas malas que están pasando allí, las torturas, las muertes, la destrucción.
Mi pensamiento, por último, se dirige, como siempre, a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados. En este mes de octubre dedicado a la Virgen del Rosario, quisiera invitaros a mirar con confianza filial a la Madre de Dios, sacando de su ejemplo y de su intercesión la fuerza para seguir adelante. A todos mi bendición.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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