Un fragmento relativo al Papa Juan Pablo II es más actual que nunca en el momento histórico que estamos viviendo
En las últimas semanas, L´Osservatore Romano ha publicado una entrevista con Wanda Poltawska, amiga de Juan Pablo II, que colaboró con él en el libro Amor y responsabilidad. Entre otras muchas anécdotas e historias, Poltawska revela en la entrevista, firmada por el periodista Włodzimierz Redzioch, que el futuro beato «se interesaba por todos, porque quería a la gente y nunca hablaba mal de nadie. Me confesó que cuando era niño le impresionó la frase: “No juzguéis, y no seréis juzgados”, y que le quedó grabada para toda la vida».
La tradición cristiana enseña a buscar cada día el rostro de los santos y encontrar descanso en sus palabras. Este fragmento relativo al Papa Juan Pablo II es más actual que nunca en el momento histórico que estamos viviendo. ¿Por qué motivo pidió Jesús a sus discípulos: no juzguéis para no ser juzgados? Obviamente, el Nazareno no nos invita a privar a las cosas de su importancia, ni quiere que hagamos como si nada hubiera pasado, evitando llamar malo a lo malo. Pero la actitud que ha de observar su discípulo no es la de actuar como juez, creerse el “moralista”, considerarse el “honesto”. Porque, si lo hiciera, terminaría olvidando lo que debe ser la experiencia cotidiana de cada cristiano: somos los primeros en precisar misericordia, en tener que pedir perdón o reconocer que somos pobres pecadores necesitados de ayuda.
El nuestro es un tiempo de decadencia moral evidente: basta ver lo que la televisión nos ofrece todos los días acerca de la vida social y política de nuestros países. También es un momento de gran indignación, ira, deseo de moralizar. La indignación, el deseo de cambio y de una política más transparente y cercana a las exigencias reales de los ciudadanos, es sacrosanta. Pero hay que estar en guardia ante ciertos nuevos moralizadores, habituados a juzgar sin juzgarse a sí mismos, y para quienes siempre y sólo están equivocados los demás.