No existe un “verdadero liderazgo de la mujer” si no existe la “doble integración” del ámbito familiar y el ámbito laboral
La senadora italiana Paola Binetti (Roma, 1943), reconocida neuropsiquiatra y profesora universitaria, ha sido la primera conferenciante de la recién creada Cátedra de la Mujer de la Universidad Católica de Valencia (UCV). El pasado lunes, 7 de febrero, reflexionó en torno a la mujer, su labor profesional y su capacidad de liderazgo en el acto de presentación de este nuevo espacio académico de la UCV.
Binetti, que se declara católica y a menudo es atacada desde escaños situados a su izquierda y a su derecha en el Senado transalpino, denuncia el aún existente “machismo” dentro de la política de su país, y a sus 78 años no se arredra ante cuestiones espinosas que muchos otros con sus responsabilidades rehuirían. Basta un repaso a entrevistas, artículos y declaraciones suyas para descubrir que no parece que lo haya hecho nunca antes y no da la impresión que vaya a empezar a hacerlo ahora.
Empecemos con una cuestión sobre la que muchos hoy especulan: ¿qué diferencia hay entre el liderazgo femenino y el masculino?
Que los hombres han asumido desde hace siglos el papel de líderes y las mujeres están ahora acercándose a la perspectiva de poder ser líderes en muchos campos de la sociedad. Estamos ante un liderazgo consolidado y otro que evolucionará rápidamente como la sociedad que lo rodea, que cambia continuamente y pide modelos de liderazgo más flexibles.
Hablando de flexibilidad, en su conferencia en la UCV afirmó que no existe un “verdadero liderazgo de la mujer” si no existe la “doble integración” del ámbito familiar y el ámbito laboral.
Sí, y permítame decirle que esa doble integración es una novedad. También para los hombres. Si ellos entendiesen que deben compatibilizar su liderazgo profesional con su liderazgo familiar, las mujeres tendrían por delante un camino mucho más fácil. El hecho es que para los hombres el liderazgo se entiende exclusivamente en los ámbitos profesional y social. Ojalá quisieran también integrar lo familiar. Sería una noticia buenísima para las mujeres de todo el mundo.
Si las mujeres hicieran lo mismo que han hecho los hombres no estaríamos hoy ante una crisis de la familia sino ante un desastre familiar. Es importante para toda la sociedad que tanto hombres como mujeres integren su liderazgo profesional con su liderazgo familiar, porque la familia necesita tiempo, energía, cariño, creatividad, capacidad de ‘multitasking’; algo, por cierto, propiamente femenino.
Quizás todo nace de que hombres y mujeres, en general, no dan el mismo valor a los distintos ámbitos de su vida.
Los hombres conciben la labor profesional de una manera distinta a las mujeres porque siempre la han considerado la tarea más importante, y a veces la única, que deben asumir. Respecto de las mujeres, se trata de ampliar sus horizontes integrando más sus objetivos profesionales y que descubran cuánto pueden aportar en la parte creativa de su desempeño profesional. Pero no pueden hacerlo olvidándose de lo familiar.
Todos los hombres y mujeres del mundo necesitan ser y hacer familia. Esto se hará de manera distinta, ya sea por carácter o por género. Lo que yo digo es que las mujeres deben tener plena libertad para desarrollarse en lo familiar y en lo profesional. En el trabajo, la mujer tiene que luchar para encontrar su espacio y su oportunidad; en la familia, debe aprender a delegar parte de su responsabilidad.
Póngame un ejemplo de esa falta de delegación.
Pues mira, esa necesidad se ha visto durante la pandemia. En el confinamiento recayó sobre las espaldas de las mujeres el cuidado de la casa, de hijos y padres; el papel del CEO de la familia, que se ocupa de la logística, la organización del tiempo y el espacio… Esa capacidad femenina de llevar a cabo distintos objetivos a la vez, buscando la mayor satisfacción posible de su marido, su compañero, sus hijos, sus padres, etcétera.
Puede que esto haya sucedido porque la mujer es más capaz que el hombre en este aspecto, tiene siglos de experiencia en lo respectivo a organizar la casa, los hijos, la compra, cuidar de los abuelos... Además, la mujer posee una versatilidad que, como decíamos antes, la hace ‘multitasking’. Los hombres hacen una cosa y después de otra. Las mujeres hacen varias a la vez.
Parece entonces que no hemos avanzado mucho en un siglo y pico de feminismo.
A ver, el feminismo nació en su momento desde una perspectiva de oposición, para luchar por aquello que las mujeres no tenían, como el derecho al voto o el derecho a ser juezas o militares en Italia, por ejemplo. Se trataba de una flagrante injusticia social. En las sociedades democráticas actuales, sobre todo las occidentales, donde las mujeres tienen en lo teórico los mismos derechos que los hombres, se ha planteado otra fase del feminismo, construido sobre el pensamiento de la diferencia; es decir, que las mujeres quieren hacer las mismas cosas que los hombres, pero de manera distinta.
Queremos participar igualmente del mundo político, pero aportando perspectivas y soluciones desde la sensibilidad femenina, desde el mundo femenino. Y, ojo, cuando hablamos del mundo femenino decimos algo que a veces los hombres olvidan: el mundo femenino significa llevar siempre consigo el mundo familiar. Es decir, no tener en cuenta sólo los intereses personales sino también los intereses de los hijos, de los abuelos, de las personas más frágiles de la familia.
Cuando la mujer piensa en lo femenino no piensa sólo en sí misma, piensa en una sociedad constituida a partir de la familiaridad, de la cohesión social, del núcleo social. ¿Qué es la sociedad, sino una agrupación de muchas familias que interactúan entre ellas? Esta es la riqueza de la mujer, que no razona nunca desde el núcleo individual, sino siempre desde núcleos sociales.
¿Cree que existe un feminismo católico?
Sí. Hay uno particularmente interesante en lo que en Italia llamamos el tercer sector, el voluntariado. Las mujeres se han hecho cargo de muchas de las actividades que exigen una respuesta seria a la situación de los grupos más frágiles de la sociedad, como sucedió en la etapa de confinamiento de la pandemia. En la Iglesia, el mundo femenino se ha hecho presente en las llamadas obras de misericordia y se han creado estructuras para su desarrollo gracias al empeño del feminismo católico.
Pero la verdadera novedad del feminismo católico bien entendido es que no quiere renunciar ni a su familia ni a su trabajo. Lo quiere todo: una familia unida y una carrera profesional desarrollada al máximo.
¿Qué opina de las políticas que subrayan la necesidad de paridad en áreas profesionales tradicionalmente desempeñadas por hombre como la ingeniería?
Que haya mujeres ingenieras es algo en provecho de la ingeniería. Todo lo que abarcan las llamadas ‘technological humanities’ es más fácil que sean llevadas adelante por las mujeres, por ejemplo. En Italia tenemos una ley según la cual al menos el treinta por ciento del consejo de administración de una empresa debe estar formado por mujeres. Porque allí donde está el poder todavía hay anidada una mentalidad masculina que tiende a no valorar suficientemente las posturas de las mujeres a la hora de decidir, que siempre están menos estrechamente relacionadas con el provecho económico y más orientadas a poner en valor lo humano.
Esto sucede con todo, en todo el mundo. Una economía que tiene integrada el respeto al ser humano y al medio ambiente encuentra siempre en la mentalidad de la mujer, llevada a engendrar, una atención a la naturaleza mayor que la del hombre. El hombre tiende a cambiar más radicalmente las leyes de la naturaleza; la mujer a respetarlas.
Parece más positivo lo que aporta la mujer al liderazgo profesional y social que lo que aporta el hombre.
Si me lo preguntas a mí, te digo que por supuesto (ríe). Aunque no hay que olvidar nunca las diferencias individuales, lo femenino es positivo. Creo que la sociedad sólo puede ganar haciendo más espacio a las mujeres, habrá cosas nuevas que nunca se han visto y que pueden solucionar viejos problemas que todavía nos atropellan.
Integrar lo familiar con lo profesional significa también apreciar al hombre, quererle, valorarle, colaborar juntos. Esto no tiene nada que ver con someter al hombre o usarlo, como señalan algunas extremistas. Usar a los demás es algo más masculino, las mujeres nunca querrán utilizar a los hombres como si fuesen sus esclavos. Esa visión de ciertas feministas está deformada y es peligrosa.
Creo que puede asumirse perfectamente que los hombres hacen mejor unas cosas y las mujeres otras. Podemos hacer más desde un liderazgo conjunto. En mi opinión, las mejores soluciones posibles saldrán de la combinación de las aportaciones del hombre y de la mujer, integrando ambos puntos de vista.
Para acabar, comparta con nosotros su primera impresión de la nueva Cátedra de la Mujer de la UCV
Es muy interesante. Hoy los estudios de género están en su apogeo en todo el mundo y espero con todo mi corazón que la voluntad de una universidad católica como la UCV esté en que la Cátedra sea en espacio equilibrado, que reconozca los valores de la diferencia, que ayudan a superar estereotipos y prejuicios, y buscan nuevas formas de síntesis de colaboración entre hombre y mujer.
Redacción, en ucv.es/actualidad/
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