El nuevo libro-entrevista con el Papa Francisco dedicado al “Ave María”: «La élite no sabe qué significa vivir en el pueblo»
«Me la imagino como una chica normal, una chica de hoy, abierta a casarse, a crear una familia». El Papa Francisco habla de la Virgen y explica la oración del “Ave María” en el nuevo libro-entrevista con Marco Pozza, capellán de la cárcel de Padua, editado por Rizzoli y la Librería Editrice Vaticana.
En el texto (algunos fragmentos fueron anticipados por el periódico italiano “Il Corriere della Sera”) Bergoglio dice: «Desde que nació hasta la Anunciación, hasta el momento del encuentro con el ángel de Dios, me la imagino como una chica normal, una chica de hoy, una chica no puedo decir de ciudad, porque ella es de un pueblito, pero normal, normal, educada normalmente, abierta a casarse, a crear una familia. Una cosa que imagino es que amaba las Escrituras: conocía las Escrituras, había hecho la catequesis, pero familiar, desde el corazón. Luego, después de la concepción de Jesús, aun una mujer normal: María es la normalidad, es una mujer que cualquier mujer de este mundo puede decir poder imitar. Nada de cosas raras en la vida, una madre normal: también en su matrimonio virginal, casto en ese marco de la virginidad, María fue normal. Trabajaba, iba a hacer las compras, ayudaba al Hijo, ayudaba al marido: normal».
Subrayando el arraigo en el pueblo de María, Francisco retoma uno de los temas recurrentes del Pontificado: «La normalidad es vivir en el pueblo y como el pueblo. Es anormal vivir sin raíces en un pueblo, sin conexión con un pueblo histórico. En esas condiciones nace un pecado que le gusta mucho a Satanás, nuestro enemigo: el pecado de la élite. La élite no sabe qué significa vivir en el pueblo y cuando hablo de élite no me refiero a una clase social: hablo de una actitud del alma. Se puede pertenecer a una Iglesia de élite. Pero, como dice el Concilio en la “Lumen gentium”, la Iglesia es el santo pueblo fiel de Dios. La Iglesia es pueblo, el pueblo de Dios. Y al diablo le gustan las élites».
«La re-creación comienza con María, con una mujer sola», afirma el Papa Bergoglio: «Podemos pensar en las mujeres solas que sacan adelanta la casa, que educan solas a los hijos. He aquí, María está todavía más sola. Sola comienza esta historia, que prosigue con José y la familia; pero al comienzo la recreación es el diálogo entre Dios y una mujer sola. Sola en el momento de la anunciación y sola en el momento de la muerte del Hijo».
Francisco recuerda también la trágica historia de su país, Argentina, y los sufrimientos de las madres de los desaparecidos: «A una mamá que ha sufrido lo que han sufrido las mamás de la Plaza de Mayo yo le permito todo. Puede decir todo, porque es imposible comprender el dolor de una mamá. Alguna me dijo: “Quisiera ver por lo menos el cuerpo, los huesos de mi hija, saber en dónde fue sepultada” […] Existe una memoria que yo llamo “memoria materna”, algo físico, una memoria de carne y hueso. También esta memoria puede explicar la angustia. Muchas veces dicen: “Pero, ¿dónde estaba la Iglesia en ese momento, por qué no nos defendió?”. Yo me quedo callado y las acompaño. La desesperación de las mamás de la Plaza de Mayo es terrible. No podemos hacer nada más que acompañarlas y respetar su dolor, tomarlas de la mano, pero es difícil».
El Pontífice comenta también una frase que dijo el Papa Luciani sobre la maternidad de Dios. «Diciendo que Dios es papá y mamá, el Papa Juan Pablo I no dijo nada extraño. Lo dijo Dios de sí, mediante Isaías y los demás profetas: se presentó como una mamá: “Te cuido como una mamá, una mamá no puede olvidarse de su niño, y aunque lo hiciera, yo no podría hacerlo nunca” (Is 49, 15)».
Francisco subraya lo que el arcángel Gabriel le dice a la Virgen en el momento de la anunciación: «El ángel no le dice a María: “Llena eres de intelecto, eres inteligente, eres llena de virtud, eres una mujer ultra-buena”. No: “Llena eres de gracia”, es decir de gratuidad, de belleza. La Virgen es la bella por excelencia. La belleza es una de las dimensiones humanas que demasiado a menudo descuidamos. Hablamos de la verdad, de la bondad y dejamos a un lado la belleza. En cambio, es importante como las demás. Es importante encontrar a Dios en la belleza».
El Papa explica que «María no puede ser la mamá de los corruptos, porque los corruptos venden a la mamá, venden la pertenencia a una familia, a un pueblo. Solo buscan el propio beneficio, sea económico, intelectual, político o de cualquier tipo. Toman una decisión egoísta, diría satánica: cierran la puerta desde dentro. Y María no logra entrar. Por esto la única oración para los corruptos es que un terremoto los conmueva de tal manera que se convenzan de que el mundo no comenzó ni acabará con ellos […] María es madre de todos nosotros, pecadores, desde el más hasta el menos santo». Y también el Pontífice, como ha hecho en tantas otras ocasiones, se define a sí mismo un pecador: «Es la realidad. Si dijera de mí que no soy un pecador, sería el corrupto más grande».