“hay una dependencia inequívoca entre la ruptura de la relación de pareja y un empeoramiento de la salud en los adultos y en la educación de los menores”.
El aumento de las tasas de divorcio, el aumento de la cohabitación y los padres solteros, el descenso de los matrimonios y la caída de la natalidad son manifestaciones de lo que se ha llamado “la segunda transición demográfica”. Pero esta transición tiene, al menos, tres tipos de consecuencias negativas importantes: los daños morales, la disminución del bienestar de los hijos y de los padres y los altos costes económicas.
Según se indica en un estudio sobre rupturas de One Plus One, “hay una dependencia inequívoca entre la ruptura de la relación de pareja y un empeoramiento de la salud en los adultos y en la educación de los menores”. Las rupturas, lejos de suponer un borrón y cuenta nueva, suelen ser más bien el inicio de problemas más profundos. De hecho, según indican los expertos, los divorcios precedidos de conflictos de nivel bajo perjudican más la salud y bienestar de los hijos que los de nivel alto. Sólo en estos últimos casos constituyen un verdadero alivio.
Un estudio del Institute for American Values nos da una idea de la dimensión de esta situación. Según afirma, los estudios de la última década indican que la mayoría de los divorcios (dependiendo de los estudios, entre el 50% y el 66%) se dan en parejas con un nivel medio de bienestar y un nivel bajo de conflicto. Los casos más conflictivos, de abusos o alejamiento consolidado, son mucho menores.
Consecuencias para los hijos
Para los casos con niveles altos de conflicto, los beneficios del divorcio son claros y ampliamente aceptados. En cambio, en los casos Divorcios: consecuencias para los hijos y para la sociedad con niveles bajos de conflicto los niños se ven perjudicados. No entienden las causas, tienden a culparse a sí mismos, y pasan a una situación menos estable en la que encuentran poco consuelo y muchos retos que afrontar.
Muchos autores coinciden en destacar el desconcierto que un divorcio provoca en los hijos, aunque no tiene por qué ser así siempre ni con todos. Además, un nivel económico alto no contrarresta los efectos de un divorcio.
Tras el divorcio, también surgen conflictos nuevos. Así ocurre por ejemplo con las nuevas relaciones que inician el padre o la madre. Diversos estudios muestran que, cuantas má s relaciones mantienen los padres, mayores son los problemas de conducta de los hijos: fracaso escolar, malestar psicológico, conductas delictivas, mayor riesgo de tener hijos fuera del matrimonio, más relaciones inestables en el futuro…
Coste público del divorcio
El matrimonio es una institución social pero también económica. Un estudio norteamericano realizado en todos los estados del país estima que el divorcio y la crianza de hijos por padres solteros suponen para los contribuyentes 112 mil millones de dólares anuales.
En Canadá, el Institute of Marriage and Family señala en un informe que el coste de ayudar a las familias rotas cada año es de siete mil millones de dólares. Además, resalta que las rupturas contribuyen a la feminización de la pobreza.
Desde el Centre for Social Justice del Reino Unido aportan datos también llamativos. Las separaciones y divorcios afectan a casi un tercio de la población y dichas rupturas tienen un coste para el país estimado en 20-24 millones de libras anuales. Otros informes indican que el coste llega a los 37 millones anuales.
Por tanto está claro que los divorcios tienen un alto coste económico para los estados.
Evitar rupturas
A pesar de la tendencia a crecer en el número de divorcios y las consecuencias que tienen para los hijos y para la economía de los países, no todos los datos son pesimitas.
Sin ir más lejos, el informe del Institute for American Values antes citado indica que en el 40% de las parejas norteamericanas que ya están en proceso de divorcio uno de los dos o ambos estarían interesados en conseguir la reconciliación. Existe por tanto una posibilidad real de ayudar a reconciliar parejas que nos invita a ser optimistas.
Estas ayudas pueden ser muy distintas. El informe, por ejemplo, propone un periodo de reflexión de un año antes de conceder un divorcio. De este modo se evitan las decisiones precipitadas o basadas en el dolor y el rencor. Otras medidas que pueden ayudar eficazmente son la creación de sistemas de asesoramiento, la mediación familiar y especialmente la terapia de pareja.
En cualquier caso, reducir el número de divorcios y separaciones debería ser una prioridad para los países, que de este modo reducirían los costes y conseguirían aumentar el bienestar tanto de las parejas como de sus hijos.
Jaime Sánchez-Carpintero, en forofamilia.org/
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