Aprendamos a invocar más a menudo al Espíritu Santo! Palabras del Papa en la catequesis de este miércoles 10 de noviembre, la última sobre la Carta de San Pablo a los Gálatas
El Santo Padre ha recomendado que en los momentos difíciles, como los apóstoles en la tempestad, "despertemos a Jesús que duerme". "¡Despierta a Cristo, despierta tu fe!"
Catequesis del Santo Padre en español
Hemos llegado a la conclusión de las catequesis sobre la Carta a los Gálatas. ¡En cuántos otros contenidos, presentes en este escrito de San Pablo, se podría haber reflexionado! La Palabra de Dios es una fuente inagotable. Y el Apóstol en esta Carta nos ha hablado como evangelizador, como teólogo y como pastor.
El santo obispo Ignacio de Antioquía tiene una hermosa expresión cuando escribe: “Sólo hay un maestro, el cual habló y lo que dijo se hizo; pero las cosas que hizo en silencio son dignas del Padre. Quien posee la palabra de Jesús, también puede escuchar su silencio” (Ad Ephesios, 15,1-2). Podemos decir que el apóstol Pablo supo dar voz a ese silencio de Dios. Sus intuiciones más originales nos ayudan a descubrir la impactante novedad que encierra la revelación de Jesucristo. Fue un verdadero teólogo, que contempló el misterio de Cristo y lo transmitió con su inteligencia creativa. Y también fue capaz de ejercer su misión pastoral con una comunidad perdida y confusa. Lo hizo con diferentes métodos: de vez en cuando utilizó la ironía, el rigor, la mansedumbre... Reclamaba su autoridad como apóstol, pero al mismo tiempo no ocultaba las debilidades de su carácter. En su corazón realmente hizo mella la fuerza del Espíritu: el encuentro con Cristo Resucitado conquistó y transformó toda su vida, y la gastó enteramente al servicio del Evangelio.
Pablo nunca pensó en un cristianismo con rasgos irenistas, desprovisto de mordiente y energía, al contrario. Defendió la libertad que trajo Cristo con una pasión que hasta hoy emociona, sobre todo si pensamos en el sufrimiento y la soledad que tuvo que soportar. Estaba convencido de que había recibido una llamada que solo él podía contestar; y quiso explicar a los Gálatas que también ellos estaban llamados a esa libertad, que les liberaba de toda forma de esclavitud, porque los convertía en herederos de la antigua promesa y, en Cristo, en hijos de Dios. Y consciente de los riesgos que esa libertad cristiana comportaba, no minimizó sus consecuencias. Reiteró con parresía, es decir, con coraje, a los creyentes que la libertad no equivale en modo alguno al libertinaje, ni conduce a formas de presuntuosa autosuficiencia. Al contrario, Pablo puso la libertad a la sombra del amor y estableció su coherente ejercicio al servicio de la caridad. Toda esta visión se puso en el horizonte de la vida según el Espíritu Santo, que lleva a cumplimiento la Ley dada por Dios a Israel y les impide volver a caer en la esclavitud del pecado. La tentación es siempre volver atrás. Una definición de cristianos, que está en la Escritura, dice que los cristianos no somos personas que regresan, que vuelven atrás. Buena definición. Y la tentación es volver atrás para estar más seguros; volver solo a la Ley, descuidando la nueva vida del Espíritu. Eso es lo que nos enseña Pablo: la verdadera Ley tiene su plenitud en esta vida del Espíritu que Jesús nos ha dado. Y esa vida del Espíritu solo se puede vivir en libertad, la libertad cristiana. Y esta es una de las cosas más hermosas.
Al final de este itinerario de catequesis, me parece que puede nacer en nosotros una doble actitud. Por un lado, la enseñanza del Apóstol genera entusiasmo en nosotros; nos sentimos obligados a seguir inmediatamente el camino de la libertad, a “caminar según el Espíritu”. Caminar siempre según el Espíritu: nos hace libres. Por otro lado, somos conscientes de nuestras limitaciones, porque tocamos con nuestras manos todos los días lo que cuesta ser dóciles al Espíritu, para secundar su acción benéfica. Entonces puede sobrevenir el cansancio que frena el entusiasmo. Nos sentimos desanimados, débiles, a veces marginados con respecto al estilo de vida según la mentalidad mundana. San Agustín nos sugiere cómo reaccionar ante esta situación, refiriéndose al episodio evangélico de la tormenta en el lago. Dice así: “La fe de Cristo en tu corazón es como Cristo en la barca. Escuchas insultos, te cansas, te enfadas, y Cristo duerme. ¡Despierta a Cristo, sacude tu fe! Hasta en medio de la confusión puedes hacer algo. Sacude tu fe. Cristo despierta y te habla... Por tanto, despierta a Cristo... Cree lo que se dijo, y habrá una gran calma en tu corazón” (Discursos 163 / B 6). En momentos de dificultad estamos −dice aquí San Agustín− como en la barca en el momento de la tormenta. ¿Y qué hicieron los apóstoles? Despertaron a Cristo que dormía durante la tormenta, pero estaba presente. Lo único que podemos hacer en los malos momentos es “despertar” a Cristo que está dentro de nosotros, pero “duerme” como en la barca. Es así. Debemos despertar a Cristo en nuestro corazón y solo entonces podremos contemplar las cosas con su mirada, porque Él ve más allá de la tormenta. A través de su mirada serena podemos ver un panorama que, solos, ni siquiera logramos imaginar.
En este camino exigente pero fascinante, el Apóstol nos recuerda que no podemos permitirnos ningún cansancio en hacer el bien. No te canses de hacer el bien. Debemos confiar en que el Espíritu siempre viene en ayuda de nuestra debilidad y nos da el apoyo que necesitamos. ¡Aprendamos pues a invocar al Espíritu Santo más a menudo! Alguno podría decir: “¿Y cómo se invoca al Espíritu Santo? Porque sé rezar al Padre, con el Padre Nuestro; sé rezar a Nuestra Señora con el Ave María; sé rezar a Jesús con la Oración de las Llagas, pero ¿al Espíritu? ¿Qué es la oración al Espíritu Santo?”. La oración al Espíritu Santo es espontánea: debe salir de tu corazón. En los momentos de dificultad hay que decir: “Ven, Espíritu Santo”. La palabra clave es esta: “ven”. Pero tienes que decirlo a tu modo, con tus palabras. Ven porque estoy en dificultades, ven porque estoy en la oscuridad, en la negrura; ven porque no sé qué hacer; ven porque estoy a punto de caer. Ven. Ven. Es la palabra del Espíritu llamar al Espíritu. Aprendemos a invocar al Espíritu Santo con más frecuencia. Podemos hacerlo con palabras sencillas, en varios momentos del día. Y podemos llevar con nosotros, quizás en nuestro Evangelio de bolsillo, la hermosa oración que la Iglesia reza en Pentecostés: “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo...”. Ven. Y así sigue…, es una oración bellísima. El núcleo de la oración es “ven”, así Nuestra Señora y los Apóstoles rezaban después de que Jesús ascendió al Cielo; estaban solos en el Cenáculo e invocaban al Espíritu. Nos hará bien rezar a menudo: Ven, Espíritu Santo. Y con la presencia del Espíritu salvaguardamos la libertad. Seremos libres, cristianos libres, no apegados al pasado en el sentido negativo de la palabra, no encadenados a prácticas, sino libres con la libertad cristiana, la que nos hace madurar. Esta oración nos ayudará a caminar en el Espíritu, en libertad y en alegría, porque cuando viene el Espíritu Santo, llega la alegría, la verdadera alegría. Que el Señor os bendiga.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa, en particular a los jóvenes de l´Ecole des Francs Bourgeois-La-Salle, de Paris. Hermanos y hermanas, con el ejemplo de San Pablo, pidamos la gracia de un verdadero encuentro con Cristo para que nos libere de los vínculos que nos estorban en este mundo y nos ayude a poner toda nuestra vida al servicio del Evangelio y del prójimo. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos de Inglaterra y Estados Unidos de América. En este mes de noviembre recemos por las personas queridas que nos han dejado y por todos los difuntos, para que el Señor, en su misericordia, los reciba en el Reino de los cielos. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de Cristo. ¡Dios os bendiga!
Dirijo una cordial bienvenida a los hermanos y hermanas de lengua alemana. Procuremos caminar en el Espíritu Santo, siendo cercanos a los que pasan necesidad, y alabando al Señor en todas nuestras acciones. Que Dios misericordioso bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a pedir con confianza al Espíritu Santo que ayude nuestra debilidad, lo podemos hacer con la oración que nos propone la liturgia el día de Pentecostés y que empieza así: «Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo». Nos hará bien recitarla frecuentemente, nos ayudará a caminar en la alegría y en la libertad. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Queridísimos fieles de lengua portuguesa, el mes de noviembre nos recuerda el destino eterno que nos espera; y lo hace de diversos modos, uno de los cuales es el recuerdo nostálgico de nuestros queridos difuntos. Ellos nos dejaron un día con la petición, tácita o explícita, de nuestra ayuda espiritual en su travesía al más allá; como sabéis, nuestras manos en oración llegan al Cielo, y así podemos acompañarlos hasta allá, consolidando en ellos y en nosotros mismos los lazos que nos unen a la eternidad. Con este recuerdo que se hace oración por vuestros parientes difuntos, os imparto la Bendición Apostólica.
Saludo a los fieles de lengua árabe. San Pablo nos recuerda que no podemos permitirnos ningún cansancio en hacer el bien. Debemos confiar en el Espíritu Santo, que viene siempre en ayuda de nuestra debilidad y nos concede el apoyo que necesitamos para hacer el bien. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos polacos. Mañana en Polonia es la fiesta nacional de la independencia. Agradeciendo al Señor el don de la libertad, acordémonos que –como decía san Juan Pablo II– “esa libertad debe ser gestionada con el amor a Dios, a la patria y a los hermanos” (13-XI-2002). “Hoy el mundo y Polonia necesitan hombres de corazón grande, que sirvan con humildad y amor, que bendigan y no maldigan, que conquisten la tierra con la bendición” (5-VI-1999). Con el deseo de paz y de todo bien, encomiendo a Dios a todos los polacos y os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Asociaciones del Clero y a las Uniones de Sacristanes: expreso mi aprecio por vuestro servicio, que os animo a cumplir siempre con viva sensibilidad pastoral. Saludo a los representantes de la Policía Penitenciaria, a los Bomberos y otras realidades sindicales del departamento de Seguridad y defensa: espero que vuestra profesión se entienda como “misión”, ejercida con competencia y responsabilidad moral.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados. Hoy la liturgia recuerda a San León Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, que consagró su existencia a la defensa y difusión de la verdad evangélica. Que por su intercesión podáis vivir vuestra fe con alegría y ser serenos testigos del amor del Señor. A cada uno de vosotros mi bendición.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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